A riesgo de
caer en la trampa de cierto reduccionismo cinéfilo, creo que sus filmes se
mueven en los temas de su universo: el complejo de culpa, la compulsión de
lanzarse a los abismos, la misión imposible de entendernos y la incapacidad de
ser felices.
Rifkin’s Festival lo lleva de nuevo a España, donde
ya estuvo con el rodaje de Vicky Cristina Barcelona, y ahora se
planta en San Sebastián y su maravilloso festival de cine como telón de fondo.
Ya lo he
dicho antes: Allen es un guionista excepcional que crea una historia sobre
cualquier escenario imaginable. Un cineasta que conoce su oficio como pocos. En
este contexto, es obvio que el Cine (ese que se escribe con mayúsculas), sus
protagonistas y el entramado donostiarra tendrán un papel importante en la
historia.
En un
tiempo de fast food cinema, de
películas hechas con fórmulas para milenials, es poco lo original que ofrece el
Hollywood al que Allen desdeña con sobrada razón.
Mort Rifkin
es un exprofesor de cine que se ve precisado a acudir al Festival de San
Sebastián para acompañar a su pareja, una publicista del cine que juega peligrosamente
a coquetear con uno de sus clientes. Que sea un conocedor del cine europeo, le
permite a Allen hacer parodias de icónicas escenas de los grandes clásicos que
disfruta como cinéfilo, a saber: Ciudadano Kane (1941, Orson Welles),
8½
(1963, Federico Fellini), Jules y Jim (1962, François Truffaut),
Un
hombre y una mujer (1966, Claude Lelouch), Breathless (1960, Jean-Luc Godard), Persona, Fresas salvajes y El séptimo
sello (1966, 1956 y 1957, Ingmar Bergman), y El ángel exterminador
(1962, Luis Buñuel), títulos que también han estado presentes en la formación
de cualquier buen amante del Cine.
Desde luego,
una cosa es rendir homenaje parodiando a los grandes clásicos y otra muy
distinta es insertar los consabidos reparos al cine actual: en el lobby del
hotel un productor se pasea con una rubia escultural a la que le ofrece el
papel de Hannah Arendt en su próxima película, un periodista acucioso le
pregunta a una diva si sus orgasmos en un filme fueron efectos especiales, un
filme que aporta soluciones al conflicto árabe-israelí es calificado como “ciencia
ficción”. Auch.
Vittorio
Storaro, ganador en tres ocasiones del Oscar y uno de los mejores directores de
fotografía del Cine, atrapa con su lente la belleza y la magia de San Sebastián
y recrea de manera magistral las escenas de los clásicos mencionados. Storaro
nos tiene acostumbrados a abrumarnos con sus deslumbrantes encuadres y se ha
convertido en uno de los colaboradores habituales de Allen: Día
de lluvia en New York, Wonder Wheel y Café Society. La belleza
natural de San Sebastián ayuda, pero es indudable que el talento del dp es
fundamental para impregnarle la magia que el filme necesita.
Woody Allen
es uno de los mejores directores de actrices que ha tenido el Séptimo Arte.
Gina Gershon es la mejor prueba de la afirmación. Hasta le perdonamos ese
adefesio que se llama Showgirls. No es para que le den
premios ni nada por el estilo, pero se siente por momentos a una buena actriz
nadando como sirena en el agua, en el mar de las ideas de un buen guionista.
El
personaje que da título al filme lo encarna Wallace Shawn, quien debutó a los
36 años, de la mano de Allen, en la estupenda Manhattan (1979) y ahora
colaboran por sexta ocasión. Genial como el perdedor sin remedio de la historia,
personaje infaltable en el universo Allen.
Si el buen
guion, la belleza de San Sebastián y la fotografía de Storaro te seducen, Rifkin’s
Festival te hará pasar un excelente rato. Garantizado.
Rifkin’s
Festival (2020). Dirección y guion: Woody Allen; Fotografía: Vittorio Storaro;
Edición: Alisa Lepselter; Música: Stephane Wrembel; Elenco: Gina Gershon,
Wallace Shawn, Elena Anaya, Louis Garrel.
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