Mientras
me maravillaba con El renacido, la nueva joya cinematográfica del mexicano
Alejandro G. Iñárritu, no dejaba de pensar en Terrence Malick y,
específicamente, en dos de sus filmes: El nuevo mundo (2005) y El árbol de la vida (2011).
Bueno,
la referencia no es gratuita: Iñárritu cuenta entre sus colaboradores con dos
de los habituales de Malick: Jack Fisk (en el diseño de producción) y Emmanuel
Lubezki, el único director de fotografía que ha ganado el Oscar en dos años
consecutivos: por Gravedad (2014) y Birdman (2015).
Y va por
el carril de adentro para ganar por El renacido. Entre otras cosas,
porque ha rodado sólo con luz natural y porque, con su cámara, más que testigos
imparciales, nos ha hecho partícipes de toda la acción dramática del filme, que
es mucha. Un verdadero logro estético (responsabilidad compartida con el
director) que para nada suscribe las reglas del Dogma 95.
Cabe destacar,
entre los habituales de Iñárritu, al editor de todos sus filmes posteriores a Amores
perros, Stephen Mirrione, ganador del Oscar por Traffic (2000).
El hombre y la naturaleza salvaje.
Iñárritu
toma la experiencia de sus colaboradores para crear una atmósfera tan extraordinaria
como asfixiante, punto importante cuando se trata de recrear un período
histórico como el vivido por el explorador Hugh Glass en los primeros años del
siglo XIX en el oeste americano.
Parte de
la novela The Revenant: A Novel of Revenge, publicada por Michael Punke
en 2002, pero añade sus propios elementos dramáticos para hacer de una historia
de venganza, todo un viaje de redención.
El
hombre es el peor depredador que conoce el planeta en toda su historia. Decidido
a vencer a la Madre Naturaleza, continuamente le falta el respeto y, en medio
de su desmedido egocentrismo, pretende alterar el ciclo de vida que la propia
naturaleza ha creado, despertando unas fuerzas que van más allá de su burda comprensión.
Una lucha perdida de antemano porque, en realidad, el planeta nos sobrevivirá
sin problemas.
Este es
el primer eje temático del filme: cómo hace el hombre para sobrevivir las
inclemencias del clima, para cruzar por los accidentes de la geografía, para no
ser devorado por las bestias que sienten sus hábitats en peligro.
Una
línea dramática que nos mantiene pegados al asiento, conteniendo la respiración
cuando hay peligro y rezando por los personajes que nos despiertan simpatías y que, de alguna manera, reciben de la naturaleza su infinita bondad al proveer lo que se necesita para sanar.
La salvaje naturaleza del hombre.
Segundo
eje temático: el hombre blanco llegó a estas tierras hablando lenguas
extrañas (inglés, francés, portugués, español, vaya usted a saber) y con un
objetivo bien preciso: robárselo todo. Las tierras, los animales, los hombres,
sus mujeres, todo lo que pariera la tierra y, a su paso, arrasar con culturas e
implantar la modernidad.
Con su
inmenso don de convencimiento, cambiaron sus espejitos y promesas (casi electorales)
por las más preciadas posesiones de los nativos, deslumbrados ante tantas
novedades.
La
conquista del oeste americano, esa traumática apropiación que, sistemáticamente
aniquiló a sus originales habitantes, encuentra en El renacido un punto de
vista distinto, al igual como sucedió con Danza con lobos (1990, Kevin
Costner): se nos cuenta desde la perspectiva de los perdedores, los que nunca
encuentran espacio en las páginas de la historia oficial.
Porque
ese hombre blanco, voraz y ambicioso, es el auténtico villano del relato. Y
cuando, su ambición le ciega, es capaz de cometer las mayores deslealtades, de
poner en riesgo la vida propia y la ajena, en su afán por conseguir unas
cuantas monedas.
En el
centro del conflicto dos personajes: el explorador Hugh Glass y el cazador John
Fiztgerald, las dos caras de una misma moneda, interpretados por dos actores
soberbios: Leonardo DiCaprio y Tom Hardy. Dos actores de impresionante físico que
necesitaron de todas sus reservas para acometer las difíciles condiciones de
rodaje en las heladas montañas de Canadá y en la Patagonia argentina,
condiciones que provocaron que parte del equipo técnico presentara su renuncia.
Esa
fisicidad que se siente en cada fotograma de El renacido, esa poética
del dolor físico, esa consagración del dolor del cuerpo para purificar el alma
(presente en toda la filmografía de Iñárritu) es lo que hace grande la
actuación de DiCaprio y Hardy, ambos nominados al Oscar. Ahora bien, la actuación
de DiCaprio es un nuevo registro en su carrera, de por sí llena de excelentes
representaciones, que bien merece todos los premios recibidos.
El renacido es una historia de venganza que se convierte en un viaje hacia el alma
de un necesitado de redención. Sin duda: uno de los mejores filmes del año.
El
renacido (2015). Dirección: Alejandro G. Iñárritu; Guión: Mark L. Smith y Alejandro
G. Iñárritu, basado en la novela de Michael Punke; Fotografía: Emmanuel
Lubezki; Edición: Stephen Mirrione; Música: Alva Noto y Ryuichi Sakamoto;
Elenco: Leonardo DiCaprio, Tom Hardy, Will Poulter.