Desde el próximo viernes 2 de mayo, entraremos en el verano cinematográfico de Estados Unidos.
He aquí el listado de los principales estrenos de la temporada:
Mayo 2: Iron Man de Jon Favreau, protagonizada por Robert Downey Jr.
Mayo 9: Meteoro de Andy y Larry Wachowski, protagonizada por Emile Hirsch.
Mayo 16: Las crónicas de Narnia: El Príncipe Caspian de Andrew Adamson.
Mayo 22: Indiana Jones y el Reino de la calavera de cristal de Steven Spielberg, protagonizada por Harrison Ford.
Mayo 30: Sex and the city de Michael Patrick King, protagonizada por Sarah Jessica Parker (y el resto del elenco).
Junio 6: Kung Fu Panda de Mark Osborne y John Stevenson.
Junio 13: El increíble Hulk de Louis Leterrier, protagonizada por Edward Norton.
Junio 20: El Super Agente 86 de Peter Segal, protagonizada por Steve Carrell.
Junio 27: Wall-E de Andrew Stanton.
Julio 4: Hancock de Peter Berg, protagonizada por Will Smith y Charlize Theron.
Julio 11: Hellboy II de Guillermo del Toro, protagonizada por Ron Perlman.
Julio 18: The Dark Knight de Christopher Nolan, protagonizada por Heath Ledger y Christian Bale.
Julio 25: X Files: la secuela de Chris Carter, protagonizada por David Duchovny.
Agosto 1: La momia 3: la tumba del Emperador de Rob Cohen.
Agosto 8: Pineapple Express de David Gordon Green, protagonizada por Seth Rogen.
Agosto 15: Tropic Thunder dirigida y protagonizada por Ben Stiller.
Agosto 22: Bangkok Dangerous de Oxide y Danny Pang, protagonizada por Nicolas Cage.
Agosto 29: Babilonia A.D. de Mathieu Kassovitz, protagonizada por Vin Diesel.
Septiembre 5: Passengers de Rodrigo García, protagonizada por Anne Hattaway
Septiembre 12: Righteous Hill de Jon Avnet, protagonizada por Robert DeNiro y Al Pacino.
Septiembre 19: Lakeview Terrace de Neil LaBute, protagonizada por Samuel L. Jackson.
Septiembre 26: Eagle Eye de D. J. Caruso, protagonizada por Shia LaBeouf
Por varios años, el ejercicio de la crítica cinematográfica ha sido una de las constancias de mi vida. Esta página es una ventana más que sumo a ese propósito. -José
lunes, abril 28, 2008
martes, abril 22, 2008
Sin lugar para los débiles, lo nuevo de los Coen.
Como creo conocer el perfil de mis lectores habituales, anuncio que me voy a tomar una licencia de lenguaje popular: los hermanos Coen son pura greña cinematográfica. Me encanta que, en sus películas, exigen que el público se la pase dando cráneo (segunda licencia) durante toda la proyección, jugando a las posibilidades de sus historias.
Lo primero que me interesa destacar es la participación de Javier Bardem. Ese desalmado asesino a sueldo (con el peinado más ridículo de la última década) que siembra una estela de muertos a su paso, definido sólo porque “no tiene sentido del humor” es, simplemente, un personaje inolvidable y un trabajo de creación extraordinario.
Lo segundo es el pulso de directores consumados que nos mantiene involucrados con la película hasta el último plano. Esa manía por el detalle explotado más allá de lo normal, verbigracia, la envoltura que se desarruga, como abriendo lentamente sus alas, mientras otra vida depende del llamado a cara o cruz de una moneda.
Uno de los grandes aciertos de la película es esa estructura de persecución gato-ratón. Un hombre simple que se encuentra con un maletín lleno de dinero y un desalmado que le pisa los talones a cada paso. Entre ellos, un sheriff envejeciente que no se explica la nuevas formas del delito, que ha visto reducida a cero la autoridad que representa (añora los tiempos en que se andaba desarmado), que sabe perdida su batalla para imponer el orden. Puede, incluso, tener una lectura contemporánea para los dominicanos.
Todo enmarcado por el desértico paisaje del sur de estados Unidos, donde nada florece y desapareció la esperanza de algo mejor.
Otra posible lectura: Hollywood no es lugar para los viejos. Para nuestra suerte, están los hermanos Coen, quienes piensan y luego existen.
Lo primero que me interesa destacar es la participación de Javier Bardem. Ese desalmado asesino a sueldo (con el peinado más ridículo de la última década) que siembra una estela de muertos a su paso, definido sólo porque “no tiene sentido del humor” es, simplemente, un personaje inolvidable y un trabajo de creación extraordinario.
Lo segundo es el pulso de directores consumados que nos mantiene involucrados con la película hasta el último plano. Esa manía por el detalle explotado más allá de lo normal, verbigracia, la envoltura que se desarruga, como abriendo lentamente sus alas, mientras otra vida depende del llamado a cara o cruz de una moneda.
Uno de los grandes aciertos de la película es esa estructura de persecución gato-ratón. Un hombre simple que se encuentra con un maletín lleno de dinero y un desalmado que le pisa los talones a cada paso. Entre ellos, un sheriff envejeciente que no se explica la nuevas formas del delito, que ha visto reducida a cero la autoridad que representa (añora los tiempos en que se andaba desarmado), que sabe perdida su batalla para imponer el orden. Puede, incluso, tener una lectura contemporánea para los dominicanos.
Todo enmarcado por el desértico paisaje del sur de estados Unidos, donde nada florece y desapareció la esperanza de algo mejor.
Otra posible lectura: Hollywood no es lugar para los viejos. Para nuestra suerte, están los hermanos Coen, quienes piensan y luego existen.
lunes, abril 07, 2008
Daniel Day-Lewis: un monstruo de la actuación
Cuando Daniel Day-Lewis nació un 29 de abril de 1957, su padre, el poeta Cecil Day Lewis, le dedicó un poema: El recién nacido, en el que se asombra de la fuerza interior del bebé. No sabía que esas palabras se convertirían en el sino inexpugnable de su vástago.
Daniel Day-Lewis es lo que se conoce como un monstruo de la actuación, un Olimpo de elegidos en la que muy pocos se inscriben: Marlon Brando, Robert De Niro, Jack Nicholson, Al Pacino. (Dentro de algunos años se presentarán candidaturas: Edward Norton, Johnny Depp, Christian Bale, sólo para el ámbito masculino norteamericano.)
Imaginen la fuerza descomunal de Day-Lewis cuando actúa que apenas ha participado en poco más de una docena de películas y parecen miles. Parece simple: estos monstruos se consideran actores patológicos: no representan sus personajes, se convierten en ellos con métodos que rayan en la locura.
Debutó en el cine en 1971 en Sunday Bloody Sunday, en el único papel que le hacía justicia: adolescente revoltoso. Pasaron 11 años para que volviera a aparecer en la pantalla. Esta vez le tocó un papelito menor en Gandhi.
Daniel Day-Lewis es lo que se conoce como un monstruo de la actuación, un Olimpo de elegidos en la que muy pocos se inscriben: Marlon Brando, Robert De Niro, Jack Nicholson, Al Pacino. (Dentro de algunos años se presentarán candidaturas: Edward Norton, Johnny Depp, Christian Bale, sólo para el ámbito masculino norteamericano.)
Imaginen la fuerza descomunal de Day-Lewis cuando actúa que apenas ha participado en poco más de una docena de películas y parecen miles. Parece simple: estos monstruos se consideran actores patológicos: no representan sus personajes, se convierten en ellos con métodos que rayan en la locura.
Debutó en el cine en 1971 en Sunday Bloody Sunday, en el único papel que le hacía justicia: adolescente revoltoso. Pasaron 11 años para que volviera a aparecer en la pantalla. Esta vez le tocó un papelito menor en Gandhi.
El mundo le descubrió realmente en 1985, cuando consiguió brillar con luz propia en Mi hermosa lavandería. El National Board of Review le otorgó el premio al actor de reparto, mientras el Círculo de Críticos de NY lo reconocía por Una habitación con vista.
Esos premios despertaron el monstruo interior, ese demonio que lo atormenta y que sólo puede exorcizar viviendo otras vidas. En 1988, La insoportable levedad del ser (basada, por supuesto, en la obra del Maestro Milan Kundera) le permitió ejercitarse en alcanzar un mayor rango en las posibilidades de sus personajes.
Pero su consagración le llegó con Mi pié izquierdo (1988), papel por el que recibió su primer Premio de la Academia, considerada una de las mejores actuaciones de la historia. Para este papel, vivió en una casa en Dublín con personas con discapacidades, pasó meses junto a los enfermos, aprendió a pintar con un cuchillo y con pinceles con dos dedos de su pie izquierdo. Si creen que la cosa quedó ahí se equivocan: no se levantó de la silla de ruedas nunca durante el rodaje, obligando al equipo a tratarlo como si fuera un real discapacitado. Hasta hubo que alimentarlo.
Pero su consagración le llegó con Mi pié izquierdo (1988), papel por el que recibió su primer Premio de la Academia, considerada una de las mejores actuaciones de la historia. Para este papel, vivió en una casa en Dublín con personas con discapacidades, pasó meses junto a los enfermos, aprendió a pintar con un cuchillo y con pinceles con dos dedos de su pie izquierdo. Si creen que la cosa quedó ahí se equivocan: no se levantó de la silla de ruedas nunca durante el rodaje, obligando al equipo a tratarlo como si fuera un real discapacitado. Hasta hubo que alimentarlo.
Luego, cuando hizo El último de los mohicanos (1992), se consagró tanto al papel que ganó casi 30 libras de peso, se fue a vivir al bosque acompañado por un rifle, en casi completo aislamiento, aprendió a pescar, a despellejar animales, a comer su carne, a construir canoas y a disparar en movimiento.
Cuando rodó Las brujas de Salem (1996), el loco genial de Day-Lewis decidió irse a vivir al pueblo que se iba a utilizar como set en Massachusetts, y allí trabajó la tierra y construyó la casa en la que iba a vivir su personaje (para los que llevan notas: era carpintero antes que actor).
En el nombre del padre (1993), le consiguió su segunda nominación al Oscar. Para ese papel como prisionero del conflicto irlandés, perdió casi 40 libras, comió las mismas raciones que los presos, pasó dos noches sin comer ni beber en la celda de las locaciones, vivió dentro y con la agonía de los prisioneros reales.
Luego, en El boxeador (1997) se convirtió en un púgil de verdad, que boxeaba con tanto ímpetu como cualquiera en su división y acabó con la nariz rota y una hernia.
Se tomó un receso hasta 2002. En ese año, hizo Pandillas de Nueva York, en la que de nuevo impresionó con su nueva voz, con su nueva postura, con su nuevo rostro y un papel memorable que le valió su tercera nominación al Premio de la Academia y para el cual aprendió el oficio de carnicero y el arte de lanzar cuchillos.
Luego, en El boxeador (1997) se convirtió en un púgil de verdad, que boxeaba con tanto ímpetu como cualquiera en su división y acabó con la nariz rota y una hernia.
Se tomó un receso hasta 2002. En ese año, hizo Pandillas de Nueva York, en la que de nuevo impresionó con su nueva voz, con su nueva postura, con su nuevo rostro y un papel memorable que le valió su tercera nominación al Premio de la Academia y para el cual aprendió el oficio de carnicero y el arte de lanzar cuchillos.
Ahora usted puede disfrutarlo en Petróleo sangriento, papel por el que ha conseguido su segundo Premio de la Academia. En el proceso de preparación decidió vivir como los buscadores de petróleo de inicios del Siglo XX y luego trabajar un personaje que va transformándose hasta convertirse en la representación de la ambición, la soledad y la locura. Otra vez, Day-Lewis creó nuevos registros para su voz y su aspecto físico.
En la vida real, Daniel Day-Lewis luce aretes en ambas orejas, habla con un acento culto y tiene tatuados los nombres y las manos de sus tres hijos. Y algunos sospechan que está actuando.
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