Robert Redford es un tipo admirable: en vez de pasearse por el mundo en la alfombra mágica que le proporciona la admiración de Hollywood se decidió por encarnar la rebeldía que permite la industria. Es rebelde (con frutos), no suicida.
Redford cuestiona los aspectos que le parecen más terribles de la sociedad norteamericana sin ufanarse de su logro, ni levantar más ronchas de las necesarias. Un ejemplo de lo que digo es Leones por corderos (2007) para la que ha contado con las actuaciones de Tom Cruise y Meryl Streep, la mejor actriz de nuestros días.
Para los que llevan anotaciones, hay que acotar que Redford es un ambientalista desde la época en que nadie prestaba atención al problema. Como forma de alejarse del mundo Hollywood, compró unos terrenitos en Utah en los que instaló el Instituto Sundance, una inspiración para los cineastas independientes de todo el mundo. El nombre es un homenaje al personaje que lo catapultó a la fama: Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969).
Luego vendría el Festival del Sundance que se ha convertido en el más importante del cine independiente y en una efectiva ventana de exhibición para el cine latinoamericano. Habría que recordar que, gracias a ese festival se pudo conocer Como agua para chocolate.
Cuando en el 2002 se le entregó el Academy Award a toda una carrera por su brillante trayectoria, sus colegas hicieron justicia porque muy pocos se han preocupado (y han aportado como él) por el futuro del cine, como arte y como industria.
Más importante aún, Redford ha servido de modelo a los actores contemporáneos en más de un sentido. Siendo un símbolo sexual desde 1973, año en que protagonizó El golpe (George Roy Hill) y The Way We Were (Sydney Pollack) siempre se ha involucrado en algún proyecto de corte crítico como Todos los hombres del Presidente (1976, Alan J. Pakula), sobre los periodistas que provocaron el Watergate. Lo propio ha hecho uno de sus pupilos: Brad Pitt.
Siendo una estrella establecida, dio el salto a la dirección con tan buena fortuna que ganó el Oscar con su película-debut Gente como uno (1980). Lo propio han hecho otros como: Kevin Costner (también Oscar con su debut Danza con lobos (1990), Mel Gibson, George Clooney, Ed Burns, Ed Harris, Robert Duvall y un largo etcétera.
Pero, amén del golpe de suerte, el Redford director tiene una carrera de títulos realmente valiosos: Milagro (88), El río de la vida (92), Quiz Show (94), El señor de los caballos (98) y La leyenda de Bagger Vance (2000)
Pero si nada de lo anterior fuera suficiente, Leones por corderos tiene méritos propios.
Lo primero, en estos tiempos en que la situación de Irak sigue siendo tema de debate, todos nos preguntamos cuánta información nos ocultó el establishment que propició esa guerra.
Lo segundo, el enfrentamiento de actuación entre Tom Cruise y Meryl Streep, dos pesos pesados, quienes consiguen escenas realmente electrizantes.
Redford cuestiona los aspectos que le parecen más terribles de la sociedad norteamericana sin ufanarse de su logro, ni levantar más ronchas de las necesarias. Un ejemplo de lo que digo es Leones por corderos (2007) para la que ha contado con las actuaciones de Tom Cruise y Meryl Streep, la mejor actriz de nuestros días.
Para los que llevan anotaciones, hay que acotar que Redford es un ambientalista desde la época en que nadie prestaba atención al problema. Como forma de alejarse del mundo Hollywood, compró unos terrenitos en Utah en los que instaló el Instituto Sundance, una inspiración para los cineastas independientes de todo el mundo. El nombre es un homenaje al personaje que lo catapultó a la fama: Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969).
Luego vendría el Festival del Sundance que se ha convertido en el más importante del cine independiente y en una efectiva ventana de exhibición para el cine latinoamericano. Habría que recordar que, gracias a ese festival se pudo conocer Como agua para chocolate.
Cuando en el 2002 se le entregó el Academy Award a toda una carrera por su brillante trayectoria, sus colegas hicieron justicia porque muy pocos se han preocupado (y han aportado como él) por el futuro del cine, como arte y como industria.
Más importante aún, Redford ha servido de modelo a los actores contemporáneos en más de un sentido. Siendo un símbolo sexual desde 1973, año en que protagonizó El golpe (George Roy Hill) y The Way We Were (Sydney Pollack) siempre se ha involucrado en algún proyecto de corte crítico como Todos los hombres del Presidente (1976, Alan J. Pakula), sobre los periodistas que provocaron el Watergate. Lo propio ha hecho uno de sus pupilos: Brad Pitt.
Siendo una estrella establecida, dio el salto a la dirección con tan buena fortuna que ganó el Oscar con su película-debut Gente como uno (1980). Lo propio han hecho otros como: Kevin Costner (también Oscar con su debut Danza con lobos (1990), Mel Gibson, George Clooney, Ed Burns, Ed Harris, Robert Duvall y un largo etcétera.
Pero, amén del golpe de suerte, el Redford director tiene una carrera de títulos realmente valiosos: Milagro (88), El río de la vida (92), Quiz Show (94), El señor de los caballos (98) y La leyenda de Bagger Vance (2000)
Pero si nada de lo anterior fuera suficiente, Leones por corderos tiene méritos propios.
Lo primero, en estos tiempos en que la situación de Irak sigue siendo tema de debate, todos nos preguntamos cuánta información nos ocultó el establishment que propició esa guerra.
Lo segundo, el enfrentamiento de actuación entre Tom Cruise y Meryl Streep, dos pesos pesados, quienes consiguen escenas realmente electrizantes.