El Brutalista es la historia del arquitecto judío László Tóth, quien huye de la
Europa de posguerra en 1947 y de su natal Hungría ocupada por los nazis. Tóth,
llega a América, dejando atrás a su esposa Erzsébet y su sobrina, para
convertirse en alma exiliada de todo cuanto le define. Es un arquitecto de
renombre que ahora hace cola en la fila de la sopa con pan para mitigar el
hambre.
Este
filme de ficción de Brady Corbet tuvo su estreno en el Festival de Venecia, en
donde se alzó con el León de Plata al mejor director. Desde entonces ha estado
presente en la Temporada de Premios y ha cosechado algunos muy importantes: 3
Globos de Oro (mejor película drama, mejor director y mejor actor, para Adrien
Brody), Top 10 del Instituto Americano del Cine y Mejor Película para los
Críticos de New York y Chicago, entre otras asociaciones.
Corbet
escribió, junto a Mona Fastvold, un poderoso guion que le permite explorar a lo
largo de 3 horas y 34 minutos muchas de las vicisitudes de cualquier emigrante
en cualquier parte del mundo y sobre todo para aquellos que no tienen la opción
de regresar a su patria. Como dato curioso hay que consignar que el filme se
exhibe con un intermedio de 15 minutos entre sus dos partes, algo que no
recordaba en décadas recientes.
El Brutalista toma su nombre de la arquitectura que se caracteriza por la utilización
de materiales como el hormigón armado. Sus edificios suelen tener formas
simples de grandes bloques, lo que les dota de un aspecto robusto y masivo. El
Brutalismo destaca por la falta de ornamentación y por no tratar de ocultar
ningún aspecto de la estructura o de los materiales utilizados.
Bien.
Vuelvo al filme.
El enigma de la llegada.
Quemar las
naves y marcharse para siempre nunca será una fácil decisión, pero es la única
alternativa frente a los nazis y sus campos de concentración.
Por
razones obvias, estos emigrantes se aferran a las memorias que no les han sido
arrebatadas y enferman de nostalgia por todo lo que dejan detrás: esposa,
familia, identidad y el legado que tanto ha costado construir. Recogen las
pocas esperanzas que encuentran tiradas por el suelo y se embarcan en una
aventura de sobrevivencia. La Estatua de la Libertad les recibe patas arriba,
acaso como premonición del caos que les espera.
Tóth
arriba a New York, donde millones han comenzado su nueva vida, como punto de
enlace con Filadelfia, donde un primo le espera para ayudarlo a establecerse.
En su
turno de vivir el Sueño Americano, Tóth se enfrenta a todos los enigmas del
nuevo mundo: desde la total incomprensión de sus propuestas de diseño, hasta la
insoportable tensión sexual con la esposa de su primo, quien le persigue hasta
en sueños. De alguna manera, este hombre debe sortear obstáculos en esta tierra
de oportunidades y fundirse con el paisaje para ser testigo de la construcción
de los modernos Estados Unidos.
Esas
preguntas sin respuestas precisas, Corbet las retrata con cámara en mano, en un
estilo que coquetea con el documental puro, pero que también representan una
aspiración de plena libertad y autonomía con relación a los elementos
cinematográficos de los que dispone. En algún momento, un encuadre nos recuerda la "Danza de la Muerte", de Bergman. Debo mencionar, sin que sea spoiler, una
escena en Carrara, Italia, donde el mármol nos brinda un paisaje que no parece
de este mundo.
Por
decirlo de alguna manera, un estilo brutalista de hacer cine. Y mucha
perseverancia y estima personal la que se necesita para vencer las
desalentadoras predicciones de todos los productores consultados y su frase
lapidaria: “nadie va a distribuir un filme de 214 minutos”.
El intenso núcleo de la belleza.
Ahí radica
también la belleza de un filme como El Brutalista: contra todo
pronóstico Corbet ha logrado terminarlo, ser seleccionado y ganar en el
festival de cine más antiguo del mundo y estrenar en varias salas de cine para
que el cinéfilo de buen gusto pueda apreciarla.
El peso
dramático de la película descansa en tres actores formidables: Adrien Brody
(ganador del Oscar por El pianista (2002), sobre otro judío
sobreviviente), Guy Pierce (inolvidable en Memento (2000) y Felicity Jones (una
de las mejores actrices de su generación). Ellos se entregan a sus personajes
hasta desaparecer en sus diálogos, en sus estallidos de ira, en sus calculados
silencios. Están muy bien perfilados en sus arcos dramáticos y no le temen a
mostrarse vulnerables, algo muy importante cuando se trata de personajes en un
contexto épico tan grandioso como los Estados Unidos en pleno proceso de
convertirse en potencia industrial.
Nuestro
arquitecto solo quiere que le respeten su extraordinario talento expresado en
sus diseños, mientras su mecenas visionario quiere honrar la memoria de su
madre fallecida. Erzsébet solo quiere mantener vivo ese amor que le ha
permitido superar todos los horrores imaginables y llegar a América para darle
sentido a todo lo vivido, para redimirse de todo lo sufrido.
Personajes
magistralmente trazados por Corbet que buscan redefinir sus mundos y con
ellos, sembrar esperanzas de futuros promisorios en que, con suerte, seremos
valorados por nuestro talento y nuestros aportes, más allá de las razas y los
misteriosos caminos de la Historia.
El
Brutalista (2024). Dirección: Brady Corbet; Guion: Brady Corbet y Mona
Fastvold; Fotografía: Lol Crawler; Edición: Dávid Jancsó; Música: Daniel
Blumberg; Elenco: Adrien Brody, Guy Pierce, Raffey Cassidy.