La frontera
es la tierra olvidada por Dios: una franja solo fértil para la discriminación
mutua, la intolerancia, la hostilidad. La frontera domínico-haitiana es tierra
de desencuentros de culturas y pobrezas, de miserias acumuladas en siglos de salvaje
explotación y desgobiernos.
Pero es también
territorio en donde sembrar historias llenas de poesía.
Malpaso, nuevo largometraje de Héctor M.
Valdez, se alimenta de esas posibilidades de soñar, tomando como partida los
elementos surrealistas de la pobreza más brutal, hasta elevarse por encima del
lodazal y regalarnos la fantasía: Cándido y Braulio son hijos de un hombre que
se enamoró de la mar, que le regaló dos hijos: uno blanco como la luna (Cándido
es albino, una maravillosa descripción para su condición) y otro negro como la
noche (y los abismos que habrá de conocer): Braulio es la cara dura de la
moneda.
Nuestra
frontera es el marco del mercado binacional, un frenético desfile de almas que
compran y venden de todo, con lo que tiene de terrible esas palabras: de todo.
En el territorio
del clerén, un buen trago mañanero es apenas el combustible necesario para
perder la inocencia en manos (es un decir) de la más dulce prostituta del sitio
(es también un decir). El burdel es el centro de todas las actividades, lícitas
o no, desde la prostitución hasta el cobro de impuestos directos a los
infelices, impuestos (nunca mejor dicho) a golpe de machete y amenazas.
En Malpaso,
todos aspiran a una cuota de poder que les permita un trago, una bachata y una
hembra con la cual pasar un buen momento a oscuras.
Para
Cándido (su nombre lo define de cuerpo entero), Malpaso es un buen paso, un
escalón más en la búsqueda de su padre (una ausencia presente hasta en sueños)
o de una mejor forma de vida, lo que la suerte depare primero.
Por
supuesto, en Malpaso los brebajes de bruja son fundamentales en la búsqueda
de respuestas a nuestros problemas existenciales. Beber creyendo es alimentar
esa ilusión de conocer a su padre, el hombre que se enamoró de la mar.
Es esa
mínima posibilidad de ser y estar mejor lo que permite a Cándido y Braulio
sobrevivir en medio de tanta desolación, de tanta hostilidad. Malpaso es una
isla dentro de una isla: un monstruo que engendra y engulle a sus hijos, que
teje una telaraña de la que pocos pueden escapar.
Y para
rematar, ciertas noches “El Arenero” (uno de los primeros títulos del filme) se
pasea para llevarse los niños que no se adaptan a este infierno creado por los
hombres en la tierra.
Es
indudable que la historia que cuenta Malpaso capta toda nuestra atención
desde el primer momento. A eso contribuye mucho la magistral fotografía (en
blanco y negro) de Juan Carlos Gómez, en uno de los mejores trabajos de la
cinematografía dominicana.
Malpaso evidencia el crecimiento como
realizador de Héctor M. Valdez, la maduración con una sensibilidad social de
quien tiene mucho que contar.
Malpaso es un extraordinario inventario de
miserias en la frontera y uno de los mejores filmes dominicanos de 2020.
Malpaso.
Dirección: Héctor M. Valdez; Guion: Héctor M. Valdez, David Maler, José R.
Alamá, Ángel de la Cruz y José Pastor; Director de Fotografía: Juan Carlos
Gómez; Música: Pascal Gaigne; Edición: Rocío Gattinoni, Gilberto Amado; Elenco:
Ariel Díaz, Luis Bryan Mesa, Vicente Santos, Pepe Sierra.