Como creo conocer el perfil de mis lectores habituales, anuncio que me voy a tomar una licencia de lenguaje popular: los hermanos Coen son pura greña cinematográfica. Me encanta que, en sus películas, exigen que el público se la pase dando cráneo (segunda licencia) durante toda la proyección, jugando a las posibilidades de sus historias.
Lo primero que me interesa destacar es la participación de Javier Bardem. Ese desalmado asesino a sueldo (con el peinado más ridículo de la última década) que siembra una estela de muertos a su paso, definido sólo porque “no tiene sentido del humor” es, simplemente, un personaje inolvidable y un trabajo de creación extraordinario.
Lo segundo es el pulso de directores consumados que nos mantiene involucrados con la película hasta el último plano. Esa manía por el detalle explotado más allá de lo normal, verbigracia, la envoltura que se desarruga, como abriendo lentamente sus alas, mientras otra vida depende del llamado a cara o cruz de una moneda.
Uno de los grandes aciertos de la película es esa estructura de persecución gato-ratón. Un hombre simple que se encuentra con un maletín lleno de dinero y un desalmado que le pisa los talones a cada paso. Entre ellos, un sheriff envejeciente que no se explica la nuevas formas del delito, que ha visto reducida a cero la autoridad que representa (añora los tiempos en que se andaba desarmado), que sabe perdida su batalla para imponer el orden. Puede, incluso, tener una lectura contemporánea para los dominicanos.
Todo enmarcado por el desértico paisaje del sur de estados Unidos, donde nada florece y desapareció la esperanza de algo mejor.
Otra posible lectura: Hollywood no es lugar para los viejos. Para nuestra suerte, están los hermanos Coen, quienes piensan y luego existen.
1 comentario:
Me encanta la forma que utilizas para llevar a tus lectores a saborear con paladar abierto a través de las letras y las palabras.
Tus comentarios son un gran aporte antes de ver el film.
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