FLEE, del danés Jonas Poher Rasmussen,
narra los suplicios de Amin Nawabi (seudónimo del personaje real) quien se ve
obligado a exiliarse de Afganistán junto a su familia y convertirse en
mercancía de provecho para funcionarios, policías y traficantes de todas
nacionalidades. El indocumentado es lo mismo en todas partes: carne de cañón
para los buitres despiadados que explotan todos sus miedos. Está muy claro: la
auténtica maldición babélica no fueron los idiomas, fueron las fronteras.
Amin carga
sobre sus hombros otra condición que le pesa como roca: desde niño sabe que su
orientación sexual es distinta y, en secreto, ha delirado por los músculos de
Jean-Claude Van Damme. La angustia lo habita irremediablemente ante el posible
rechazo de su familia a su secreto.
Rasmussen
resuelve eso de una manera magistral: nuestro personaje se recuesta en un diván
y narra para las cámaras su vida, con la confianza que lo hacemos frente al
sicólogo de cabecera, en la certeza de la calidez de quien escucha sin
prejuicios, en el confort de la íntima solidaridad. No hay obligaciones de
contar lo que no se quiere, no hay sobresaltos de ningún tipo por lo que se
cuenta.
Recuerdo
que FLEE
es una película animada. Lo grandioso es que logra estremecernos como cualquier
drama de acción real, ante la sincera apertura del corazón de Amin, su infancia
robada por la huida presurosa de las atrocidades del régimen afgano, la
esperanza de sobrevivir como el único pan nuestro de cada día, el trauma de
vivir un año en un cuartucho de Moscú solo viendo telenovelas mexicanas y el
peso de un secreto que crece en su corazón.
Para
sobrellevar esas fases de absoluto pesimismo con otras de ciertas esperanzas,
Rasmussen ha utilizado técnicas de animación muy específicas: figuras con
trazos definidos para los recuerdos felices, perfiles fantasmales y sin color
para etapas deprimentes y un trazo más fuerte para el presente del personaje,
sobrepasados ya muchos de los obstáculos a los que se ha visto sometido Amin.
La perfecta
combinación de segmentos de acción real para ilustrar el Kabul de la infancia o
el impacto mediático de viajar como polizontes en un contenedor, acentúan la
empatía que FLEE despierta en el espectador, sin sacar provecho de
sensacionalismos innecesarios, ni cuestionar lo obvio: el drama de dejarlo todo
atrás sin nadie que te defienda.
FLEE también nos demuestra la eficiencia
de los festivales de cine como efectivas plataformas de promoción: desde su
estreno en Sundance (donde ganó el Gran Premio del Jurado), su paso por Cannes,
Toronto (donde ganó el Premio del Público para documentales), su Premio a la
Libertad de Expresión del NBR, hasta su triple nominación al Oscar.
Como
experiencia cinematográfica, FLEE es completamente novedosa y ese
solo hecho la coloca entre los mejores filmes del año.
FLEE
(2021). Dirección: Jonas Poher Rasmussen; Guion: Jonas Poher Rasmussen y Amin
Nawabi; Cámara: Mauricio González-Aranda; Edición: Janus Billeskov Jansen;
Música: Uno Herlmersson; Voces: Fardin Mijdzadeh, Zhara Merhwarz, Mauricio
González-Aranda.
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