Una confesión al año no hace daño: a los críticos nos gustan las películas que obligan al espectador a “leer entre líneas”, o sea, abandonar su zona de confort, soltar las redes sociales en banda y prestar absoluta atención a lo que no es evidente en una historia.
Ese
“leer entre líneas” siempre implica involucrarse activamente con el llamado
subtexto de la narrativa cinematográfica porque, de lo contrario, un
sentimiento de desorientación te invade y te quedas sin entender nada o te
entregas, aburrido, a los brazos de Morfeo.
La
introducción le viene como anillo al dedo al filme Julie Keeps Quiet (vaya
usted a saber cómo la van a titular en español), ópera prima del belga Leonardo
Van Dijl, que fue estrenada este año en la Semana de la Crítica en Cannes,
donde recibió los premios GAN Foundation y SACD.
Lo
primero que me llamó la atención entre la lista de 23 productores ejecutivos
fueron los nombres de Jean-Pierre y Luc Dardene, cineastas belgas que han
ganado la Palma de Oro en dos ocasiones: Rosetta (1999) y El
niño (2005), así como de Florian Zeller, ganador del Oscar por El
Padre (2020). Pero también de Naomi Osaka, campeona del U.S. Open en
2018 y 2020, y eso porque el filme trata sobre el mundo del tenis.
La
premisa de Julie Keeps Quiet es bastante simple: la adolescente del título
es prometedora jugadora de tenis cuya meta a corto plazo en ser seleccionada en
el torneo de la Federación Belga de Tenis (BFT, por sus siglas en inglés). El
conflicto empieza cuando una compañera de academia de Julie se suicida y las
investigaciones conducen hasta el entrenador de ambas, Jeremy. Todos quieren
que Julie hable, pero ella permanece callada (si no te has percatado todavía,
ese es el título de la película).
Lo
interesante es que Van Dijl no se decanta por el thriller fácil de cacería del
sospechoso, sino por el intenso drama de Julie, a punto de ver su mundo
derrumbarse. En efecto, Julie Keeps Quiet nos cuenta más de
la preparación mental que de su acondicionamiento físico para la competencia en
un deporte tan demandante como el tenis, en que todo depende de uno mismo y no
hay piedad en ningún saque en la cancha.
Los
atletas todo lo hacen ver fácil. La realidad es que detrás de cada punto marcado
hay una estela de sudor y sangre, de dolor y ganas de tirar la toalla. Eso en
el aspecto físico, el más fácil.
Detrás
de cada trofeo se esconde una historia de continua superación contra las
trampas que siembra en la mente del atleta, mensajes de un cuerpo que lo reta a
permanecer de pies en el vacío del cansancio. Esa es la preparación mental, la
más difícil de todas.
Físicamente,
entrenas cada día en un horario establecido acorde a tus necesidades.
Mentalmente, no hay horarios definidos. En el caso de Julie, sacrifica horas de
esparcimiento, horas de sueño y carga el enorme peso de las tribulaciones que
le vienen de lo que sus padres, sus profesores y sus compañeras esperan de
ella.
En este
punto es preciso señalar el excelente desempeño de la debutante Tessa Van den
Broeck, auténtica atleta de tenis. Ella ha logrado construir un personaje que,
bajo su impasible calma, intuimos vive el mayor desafío de su vida y no cuenta
con nadie en quien confiar. Cuando está con sus padres, lo niega todo. Cuando está
con sus amigas, todo está bien. Pero sentimos que es un volcán a punto de
estallar.
Ahora,
permítanme citar a Bergman: “Hay muchos directores que olvidan que nuestro
trabajo en una película empieza con el rostro humano. (Debemos ser conscientes)
de que el enfoque del rostro humano es, sin duda, el atributo que distingue al
cine.”
Tessa
Van den Broeck aparece en cada fotograma de Julie Keeps Quiet y su
rostro nos sirve de referencia para todo lo que es evidente y lo que debemos
intuir de la historia. Un logro estético que se aprecia en su justa dimensión y
que la convierte en una de las mejores películas de 2024.
Julie
Keeps Quiet (2024). Dirección: Leonardo Van Dijl; Guion: Leonardo Van Dijl y
Ruth Becquart; Fotografía: Nicolas Karakatsanis; Edición: Bert Jacobs y Ludo
Troch; Música: caroline Shaw; Elenco: Tessa Van den Broeck.
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