Hay películas que resultan perturbadoras por lo que presentan en cámara. Otras, resultan mucho más perturbadoras por lo que ocultan. En esa última lista ocupa un lugar de privilegio Zona de interés, de Jonathan Glazer, uno de los dramas más perturbadores que hemos en los últimos años.
La
premisa es bastante precisa: Rudolf Höss y su esposa Hedwig se esfuerzan en
construir una vida de ensueño para su bella familia en una casa que posee un
jardín precioso. Sin ningún tipo de duda, Höss es un padre amoroso y buen
proveedor que busca lo mejor para sus vástagos. A grandes rasgos, un tipo a
quien uno le gustaría tener de vecino, excepto por un pequeño detalle: es el
comandante del campo de concentración de Auschwitz y su eficiencia se mide en
la cantidad de judíos que puede convertir en cenizas en el menor tiempo
posible.
Glazer
se basa libremente en la novela de Martin Amis y construye un poderoso filme
que nos siembra el miedo en los huesos. Su guion comienza con un apacible día
de campo y un placentero amanecer en el hogar, dulce hogar, con regalo de
cumpleaños incluido. Cuando Höss se marcha a su trabajar es que nos damos
cuenta de la pared del patio que nos oculta el espanto.
Detrás
de esa pared se oyen gritos de terror, ladridos de perros enfurecidos, disparos
aislados y podemos ver humo, mucho humo como prueba irrefutable de la soberbia
al servicio de la sinrazón, del maquiavélico propósito de extinguir una raza.
Con
Glazer, la banda sonora adquiere un nuevo significante, por cuanto al margen de
lo que vemos, crea un universo alterno en nuestras mentes, a partir de las
conexiones que podemos hilvanar en nuestro íntimo imaginario. Mención aparte
para la música maravillosa (y angustiante) de Mica Levi.
Zona de interés nos presenta el mal encarnizado en unas personas que se creen elegidos
por Dios y que, con la absurda justificación de la superioridad de la raza aria,
se comportan como parte de una estructura que no concede escapatoria: cuando
una de las domésticas la hace enojar, Hedwig la recrimina: “Podría hacer que mi
marido esparza tus cenizas por el campo”. No es una amenaza seria, solo
normaliza una actitud formada al calor de la construcción social creada con su
extraordinaria maquinaria propagandística por el Tercer Reich, una nación
hipnotizada por el discurso incendiario de un demente.
En el
día a día, parecería que la locura se ha apoderado del mundo: el comandante Höss
dicta un comunicado para prohibir a sus subalternos que se recojan las lilas de
manera indiscriminada y luego, ordena la construcción de nuevos crematorios en
serie para optimizar su eficiencia.
Cuando
una ideología cualquiera nos hace perder la perspectiva de las cosas en el
mundo, una buena tarde de nado y pesca en el río puede verse interrumpida por
unas cenizas desagradables que pueden traer alguna infección de piel si no se
lavan a tiempo. Ironía de locos: pueden limpiar el exterior de sus cuerpos, el
problema son las manchas delatoras que se quedan en el interior de sus almas.
La
alienación llega a un extremo tal que se formulan nuevas relecturas hasta de
los cuentos infantiles: Gretel logra engañar a la bruja (mala, por supuesto) y
encerrarla en su propio horno. Hansel observa desde su jaula y, obviamente, se
regocija y aprueba la valiente acción de su hermana para convertir a la bruja
en muñeca de jengibre. Es decir, un horno emerge desde la infancia como
solución a cualquier problema con quienes representan peligro.
La vida
laboral de Höss se sacude ante la posibilidad de que sea trasladado a otra
comandancia y, mientras comparte con la superioridad militar, imagina la
posibilidad de gasearlos a todos.
Glazer
formula su drama desde una distancia prudente, no sea que la locura sea
contagiosa, y logra impactarnos con la sobriedad que expone su propuesta. Si
funde a blanco en la primera parte del filme será solo para no agotar nuestra
capacidad de asombro ante tanta sinrazón, tanta mezquindad y tanta complicidad
de un mundo que, hasta nuestros días, ejerce la indiferencia selectiva de
manera vergonzosa.
Zona de interés debutó en el Festival de Cannes, donde obtuvo el Gran Premio del Jurado
y el Premio Fipresci. Desde entonces se ha convertido en una favorita de la
crítica especializada y no es para menos: define perfectamente la definición de
“clásico instantáneo” que se otorga a aquellos filmes que nos provocan una
honda impresión. Absolutamente recomendada.
Zona de
interés (2023). Dirección: Jonathan Glazer; Guion: Jonathan Glazer, basado en
la novela de Martin Amis; Fotografía: Lukasz Zal; Edición: Paul Watts; Música:
Mica Levi; Elenco: Sandra Huller, Christian Friedel.
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