No se entiende el cine español de hoy sin la figura de Carlos Saura, uno de los directores clave de nuestra cinematografía que ha experimentado con todos los géneros y las disciplinas artísticas. Junto a Buñuel, Almodóvar y Berlanga, la obra del autor aragonés define la historia del cine moderno. Saura ha fallecido a los 91 años.
Con más de 50 producciones a sus espaldas, donde ha
innovado como nadie y por las que ha tenido grandes reconocimientos en los
festivales internacionales. "En China gusta mucho mucho Carmen. Y en Moscú
me encontraba mis películas sobre flamenco en el top manta. Cuando los
directores más jóvenes o de otros países me dicen que les gusta mi cine a mí
eso me gusta mucho, claro, me pone contento", explicaba hace unos meses,
en una de sus últimas entrevistas.
La Academia de Cine ha emitido un comunicado donde ha
lamentado "profundamente" la muerte del cineasta. "Su última
película, Las paredes hablan, se estrenó el pasado viernes, muestra de su
incansable actividad y de su amor por el oficio hasta el último momento.
Mañana, en el Auditorio Andalucía de Sevilla, la 37 edición de los Goya
conmemorará la memoria de un creador irrepetible", ha publicado en su
cuenta de Twitter.
A Carlos Saura no le gustaba que le llamen maestro.
"Soy maestro, pero sin discípulos". Algo que no es cierto, puesto que
muchos directores y directoras mencionan el cine de Saura como referente. Sin
ir más lejos Bong Joon-ho, ganador del Oscar y la Palma de Oro
con Parásitos, J.A. Bayona, Julia Ducournau o Carlos Vermut han mostrado
su admiración. También Carla Simón, que le homenajea de alguna manera
en Alcarràs. "Fíjate que yo vi algo de Cría cuervos con esa
niña en Alcarràs", decía Carlos Saura en el pasado Festival de
Málaga.
En esos cincuenta trabajos cinematográficos, Saura ha
confeccionado una radiografía de la sociedad española. Su cine tiene algo de
psicoanálisis. En películas como La prima Angélica, Elisa vida mía, Ana y
los lobos, ha psicoanalizado a la España del tardofranquismo y de la Transición.
Los primeros cortometrajes del realizador aragonés se rodaron a finales de la
década del cincuenta, mientras que sus primeros largos se estrenaron ya en los
sesenta, fueron Los golfos (1960) o Llanto por un
bandido (1964), en los que contó con la colaboración de Mario Camus para
el guion. La primera etapa de su cine estaba pegada a la realidad, a esas
barriadas de gente obrera abandonada, muchas
llegadas del mundo rural, con influencias del
neorrealismo italiano. Deprisa Deprisa es un ejemplo de ese cine, con
la que ganó el Oso de Oro en Berlín.
Repitió premio con otra película completamente diferente,
pero con la que seguía ahondando en su retrato de España, La
Caza, Oso de Plata en la Berlinale. Con ella se consagró como el gran
experto en sortear la censura franquista, con metáforas visuales que son
historia de nuestro cine. La caza es una monumental película sobre la violencia
y la persecución a través de un grupo de amigos que van a cazar al monte,
actividad favorita del dictador, por cierto.
Firmó títulos como Stress, es tres, tres, El jardín
de las delicias, La madriguera o Los ojos venerados. En todas ellas,
aparece el fantasma de la guerra, con una crítica feroz a la burguesía,
siguiendo la línea de su admirado Buñuel, al que homenajea explícitamente
en Peppermint Frappé, película con la que inició su colaboración con
la actriz Geraldine Chaplin y con José Luis López Vázaquez, actor del destape a
quien Saura le dio otro tipo de papeles. La película se presentó en 1968 en
Cannes, pero el mayo francés y las protestas de algunos cineastas, liderados
por Godard, hicieron que se suspendiera el certamen. Boicot al que el propio
director y su actriz contribuyeron.
Con Ana y los lobos (1973) y Mamá cumple
cien años (1979), ambas con una continuidad argumental, siguió en esa
línea crítica a la sociedad española, al poder y a la Iglesia, que reflejan
como detrás de la aparente normalidad de una familia bien, estalla la violencia
más visceral y egoísta, el machismo y la falta de libertad. Es curioso lo que
hizo Saura con ambas películas, pues en la primera cuestionaba el franquismo,
en la segunda, firmaba una metáfora de la España de la transición, ya que Ana
vuelve a aparecer sana y salva y puede reconciliarse con la familia, que no ha
cambiado en absoluto.
Con La prima Angélica (1975) firma una de sus
películas más originales. José Luis López Vázquez es un adulto que regresa a
Segovia, donde pasó los veranos de su infancia y se reencuentra con su prima
Angélica con la que convivió durante la Guerra Civil. En ella está uno de los
mejores usos del flashback y la memoria del cine en el que el actor
acaba siendo niño y adulto a la vez. Una crítica a los falangistas, al mirar
para otro lado y al franquismo.
La memoria es un tema presente en sus películas. La familia
como primer lugar de corrupción. Lo dejó claro en Cría Cuervos (1976)
con la canción Por qué te vas usada como leitmotiv, y
en Elisa, vida mía (1977), título tomado de Garcilaso de la Vega. La
familia, las relaciones de pareja, la represión sexual, los celos, el trauma de
la infancia son temas que se repiten en su filmografía. Temas que además han
marcado también parte de su biografía. Tiene hijos de seis mujeres distintas,
como bien explica el documental autorizado, que dirigió Félix Viscarret, titulado Saura(s).
Su carrera se la debe a los festivales. Los festivales
apoyaron sus películas cuando en España eran denostadas. Si no hubiera sido por
Francia sobre todo, no hubiera seguido haciendo películas. Si hubiera sido por
España, hubiera hecho solo una película", nos decía. También al apoyo en
los inicios del productor Elías Querejeta, ambos emblemas de ese nuevo cine
español que se forjaba al final de la dictadura, salido de la Escuela de Cine
de Madrid y con una mirada total al cine y la cultura. Saura ha dedicado
también tiempo a la fotografía. Era fácil verle por festivales con su cámara
colgada al cuello. En casa, con su hermano Antonio, entendió la pintura. Ha
realizado montajes teatrales y ópera. Amante de la música, tararea tantos,
jotas en las esperas de las entrevistas.
Saura era un hombre sin nostalgia. Para él el presente
era perfecto y se preocupaba por el futuro. Decía que no volvía a ver sus
películas y que no quería hablar de ellas. "Yo tengo mis favoritas, pero
no son las que la gente se cree, no es La caza, por ejemplo. Mi
favorita es Don Giovanni (2007), porque ahí está todo lo que me
interesa, todo lo que me gusta del cine". Reconoce que no vuelve a ver
ninguna de ellas. Ni La prima Angélica, ni Peppermint Frappé. Ninguna.
"No, yo me alegro que te gusten y espero que sigan siendo actuales, pero
para mí eso es el pasado. Yo me centro en el presente y en lo que venga del
futuro, pero no se puede vivir del pasado”.
Eso hizo que su cine fuera adaptándose a los tiempos en
los que le tocó rodar. Cuando la democracia se instaló en España, ya no volvió
a retratar a la sociedad de la misma manera. Se volcó en la música y el baile,
otras de sus pasiones. Los ochenta los inauguró con una trilogía protagonizada
por el bailarín eldense Antonio Gades, Bodas de sangre, Carmen y El amor
brujo. Pocos supieron retratar con la cámara los movimientos del flamenco.
Siguió con películas que reflejaban otras músicas de tradición
española: Sevillanas, Salomé, Iberia, Flamenco, flamenco. Y después,
músicas de otros países, como Tango o Io, Don Giovanni.
"Creo que no son documentales, aunque también lo son. Hay un deseo de
contar una historia, de otra manera, partiendo a veces de la luz, de la
geometría, del paso del tiempo a través de las diferentes actuaciones".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario