Vitti
fue la musa en la conocida como “Trilogía de la incomunicación” de Antonioni- L’Avventura
(1960), su debut en Cannes, La notte (1961) y L’eclisse
(1962). También divirtió al público con cintas como La ragazza con la pistola
(1968), de Mario Monicelli.
Dramma della gelosa de Ettore Scola, y La cintura di castità (1967) o Amore
mio aiutami (1969), de Alberto Sordi, con quien fraguaría una amistad
eterna.
Maria Luisa Ceciarelli fue un referente imprescindible
para todas las actrices que la sucedieron y cubrió toda la gama de personajes
femeninos del cine italiano.
Como la burguesa, neurótica y
afligida por la incomunicabilidad para las películas de Antonioni, pero también
la “romana”.
Enamorada de la vida, de alegría contagiosa en
las cintas que la vieron de pareja cinematográfica con Alberto Sordi.
En los últimos años, debido a una enfermedad
degenerativa, preservó totalmente su privacidad, pero
conservó un fuerte vínculo con el mundo del cine que festejó el pasado
noviembre sus 90 años con exposiciones fotográficas y reseñas de sus más de
cincuenta películas.
En una carrera extraordinaria, Vitti logró todos los
premios importantes del cine italiano, así como un León de Oro a la carrera en
el Festival de Venecia, un Oso de Plata en el Festival de Berlín y
una Concha de Plata en San Sebastián.
Tras una
infancia pasada en Sicilia, por el trabajo de su padre, la actriz romana debutó
en el 1955 con un pequeño papel en Adriana Lecouvreur de Guido Salvini.
Cinco
años después se convirtió en la musa de Antonioni para la primera de cuatro
películas sobre la incomunicabilidad, L’Avventura.
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