lunes, febrero 10, 2025

“El Brutalista”: el enigma de la belleza.

El Brutalista es la historia del arquitecto judío László Tóth, quien huye de la Europa de posguerra en 1947 y de su natal Hungría ocupada por los nazis. Tóth, llega a América, dejando atrás a su esposa Erzsébet y su sobrina, para convertirse en alma exiliada de todo cuanto le define. Es un arquitecto de renombre que ahora hace cola en la fila de la sopa con pan para mitigar el hambre.

Este filme de ficción de Brady Corbet tuvo su estreno en el Festival de Venecia, en donde se alzó con el León de Plata al mejor director. Desde entonces ha estado presente en la Temporada de Premios y ha cosechado algunos muy importantes: 3 Globos de Oro (mejor película drama, mejor director y mejor actor, para Adrien Brody), Top 10 del Instituto Americano del Cine y Mejor Película para los Críticos de New York y Chicago, entre otras asociaciones.

Corbet escribió, junto a Mona Fastvold, un poderoso guion que le permite explorar a lo largo de 3 horas y 34 minutos muchas de las vicisitudes de cualquier emigrante en cualquier parte del mundo y sobre todo para aquellos que no tienen la opción de regresar a su patria. Como dato curioso hay que consignar que el filme se exhibe con un intermedio de 15 minutos entre sus dos partes, algo que no recordaba en décadas recientes.

El Brutalista toma su nombre de la arquitectura que se caracteriza por la utilización de materiales como el hormigón armado. Sus edificios suelen tener formas simples de grandes bloques, lo que les dota de un aspecto robusto y masivo. El Brutalismo destaca por la falta de ornamentación y por no tratar de ocultar ningún aspecto de la estructura o de los materiales utilizados.

Bien. Vuelvo al filme.

 

El enigma de la llegada.

Quemar las naves y marcharse para siempre nunca será una fácil decisión, pero es la única alternativa frente a los nazis y sus campos de concentración.

Por razones obvias, estos emigrantes se aferran a las memorias que no les han sido arrebatadas y enferman de nostalgia por todo lo que dejan detrás: esposa, familia, identidad y el legado que tanto ha costado construir. Recogen las pocas esperanzas que encuentran tiradas por el suelo y se embarcan en una aventura de sobrevivencia. La Estatua de la Libertad les recibe patas arriba, acaso como premonición del caos que les espera.

Tóth arriba a New York, donde millones han comenzado su nueva vida, como punto de enlace con Filadelfia, donde un primo le espera para ayudarlo a establecerse.

En su turno de vivir el Sueño Americano, Tóth se enfrenta a todos los enigmas del nuevo mundo: desde la total incomprensión de sus propuestas de diseño, hasta la insoportable tensión sexual con la esposa de su primo, quien le persigue hasta en sueños. De alguna manera, este hombre debe sortear obstáculos en esta tierra de oportunidades y fundirse con el paisaje para ser testigo de la construcción de los modernos Estados Unidos.

Esas preguntas sin respuestas precisas, Corbet las retrata con cámara en mano, en un estilo que coquetea con el documental puro, pero que también representan una aspiración de plena libertad y autonomía con relación a los elementos cinematográficos de los que dispone. En algún momento, un encuadre nos recuerda la "Danza de la Muerte", de Bergman. Debo mencionar, sin que sea spoiler, una escena en Carrara, Italia, donde el mármol nos brinda un paisaje que no parece de este mundo.

Por decirlo de alguna manera, un estilo brutalista de hacer cine. Y mucha perseverancia y estima personal la que se necesita para vencer las desalentadoras predicciones de todos los productores consultados y su frase lapidaria: “nadie va a distribuir un filme de 214 minutos”.

 

El intenso núcleo de la belleza.

Ahí radica también la belleza de un filme como El Brutalista: contra todo pronóstico Corbet ha logrado terminarlo, ser seleccionado y ganar en el festival de cine más antiguo del mundo y estrenar en varias salas de cine para que el cinéfilo de buen gusto pueda apreciarla.

El peso dramático de la película descansa en tres actores formidables: Adrien Brody (ganador del Oscar por El pianista (2002), sobre otro judío sobreviviente), Guy Pierce (inolvidable en Memento (2000) y Felicity Jones (una de las mejores actrices de su generación). Ellos se entregan a sus personajes hasta desaparecer en sus diálogos, en sus estallidos de ira, en sus calculados silencios. Están muy bien perfilados en sus arcos dramáticos y no le temen a mostrarse vulnerables, algo muy importante cuando se trata de personajes en un contexto épico tan grandioso como los Estados Unidos en pleno proceso de convertirse en potencia industrial.

Nuestro arquitecto solo quiere que le respeten su extraordinario talento expresado en sus diseños, mientras su mecenas visionario quiere honrar la memoria de su madre fallecida. Erzsébet solo quiere mantener vivo ese amor que le ha permitido superar todos los horrores imaginables y llegar a América para darle sentido a todo lo vivido, para redimirse de todo lo sufrido.

Personajes magistralmente trazados por Corbet que buscan redefinir sus mundos y con ellos, sembrar esperanzas de futuros promisorios en que, con suerte, seremos valorados por nuestro talento y nuestros aportes, más allá de las razas y los misteriosos caminos de la Historia.

 

El Brutalista (2024). Dirección: Brady Corbet; Guion: Brady Corbet y Mona Fastvold; Fotografía: Lol Crawler; Edición: Dávid Jancsó; Música: Daniel Blumberg; Elenco: Adrien Brody, Guy Pierce, Raffey Cassidy. 

No hay comentarios.: