miércoles, noviembre 08, 2023

“Priscilla”: la perspectiva de la compañera del Rey.

Cuando Priscilla Beaulieu conoció a Elvis Presley era una adolescente de 15 años y, como era de esperarse, quedó prendada de esta estrella a quien todo el mundo llamaba “El Rey”. Muchas mujeres del mundo daban lo que fuera por estar con Elvis, pero él quedó atolondrado por esta quinceañera de increíble belleza y natural inocencia. Así comenzó una de las parejas más insólitas del showbizz.

En 1985, Beaulieu, junto a la escritora Sandra Harmon, publicó sus memorias Elvis and me, donde dejó bien establecido que Elvis abusó física y mentalmente de ella, convirtiéndola en la hazmerreír de América, en una muñeca de trapo atrapada en Graceland. Tanto el libro de memorias como Priscilla, la película que ha dirigido Sofía Coppola, pueden (y deben) verse como la otra cara de la moneda de una figura de la que creemos conocerlo todo y que apenas el pasado año tuvo su filme propio: Elvis, dirigido por Baz Luhrmann.

Priscilla es la necesaria réplica y se enfoca en la perspectiva de la compañera de Elvis, un astro amado por todos, pero quebrado por el insoportable peso de la fama sobre sus espaldas. Según Priscilla, el Rey era un tipo muy inseguro (pero mimado por quienes estaban a su servicio), muy egocéntrico para comprometerse en una relación normal y, para colmo, dependiente de las pastillas de colores para conciliar el sueño.

Priscilla Presley vivía en el centro de una tormenta de aceptación y rechazo simultáneo: nada le estaba permitido en Graceland, ni siquiera usar su hombre con fines eróticos, ni reproductivos. Elvis, un macho narcisista y egocéntrico, gustaba de controlar cada aspecto de la vida de Cilla, con quien compartía solo porque podía manejarla a su antojo. Elvis lo decidía absolutamente todo, incluyendo los colores que podía vestir su esposa.

Para encarnar semejante personaje, Coppola lo apuesta todo a Cailee Spaeny y la Copa Volpi a la mejor actriz en Venecia es la mejor prueba de que no se equivocó. Spaeny se transforma en un personaje indolente ante su propia tragedia de mujer cosificada que, para colmo, nunca gana toda la simpatía del público: sabemos que vive un infierno por elección propia, pero ignoramos las razones por las que sigue amando su jaula de oro. Spaeny nos seduce con su gracia, pero su personaje nos mantiene al borde de estallar ante su sumisión.

Sofía Coppola tiene el cine en su adn: recordemos que es hija de Francis, el maestro que ha hecho posible tantos clásicos contemporáneos, y que tuvo su debut frente a las cámaras a los pocos meses de nacida: ella es el bebé que bautiza Michael Corleone en la escena final de El Padrino.

Aunque muchos todavía no le perdonan que casi arruina El Padrino III con su pobre actuación, lo cierto es que, como realizadora, se ha ganado su propio espacio en el mundo del cine. Debutó con Las vírgenes suicidas (1999), a la que siguió Lost in Traslation (2003), filme por el que ganó el Oscar al mejor guion original (en realidad, todos lo recordamos porque Scarlett Johansson desplegó sus formidables alas). Con Somewhere (2010), consiguió el León de Oro en Venecia y con The Beguiled (2017) el premio a la mejor dirección en Cannes.

Sofia Coppola siempre pone el acento en sus personajes femeninos, que exhiben un arco dramático mucho mejor desarrollado y, por ende, resultan mucho más complejos e interesantes que los masculinos. Dicho esto, dejo una pregunta para meditar: ¿es Coppola la más feminista de las directoras contemporáneas? La respuesta sería mucho más certera luego de ver Priscilla.

 

Priscilla (2023). Dirección: Sofia Coppola; Guion: Sofia Coppola, basado en el libro de Priscilla Presley y Sandra Harmon; Fotografía: Philippe Le Sourd; Edición: Sarah Flack; Música: Phoenix; Elenco: Cailee Spaeny, Jacob Elordi, Lynne Griffin.

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