“Tras sobrevivir a la Guerra Civil juré que mi vida la dedicaría al cine”. Y Juan Mariné cumplió su palabra. Para el mítico y prolífico director de fotografía, restaurador e investigador el cine es su vida.
Centenario,
hablar del hombre que filmó el entierro del revolucionario anarquista
Buenaventura Durruti en 1936 y fotografió la primera película española en
color, La gata, es recorrer la historia del cine español. La
Junta Directiva de la Academia de Cine ha decidido otorgarle el Goya de Honor
2024 “por su entera dedicación al cine durante más de ochenta años de
trayectoria que transitan por la historia del cine español, por sus esfuerzos
en el trabajo de la conservación y la restauración fílmica, y por representar
vivamente, a través de su oficio, la importancia de la luz en la historia de
nuestro cine”, destaca.
Reconocido con el Premio Nacional de Cinematografía, la
Medalla de Oro de las Bellas Artes, el Premio Nacional de Fotografía, el Premio
Segundo de Chomón, la Espiga de Honor de la Seminci de Valladolid, el Premio de
Investigación Juan de la Cierva y la Medalla de Oro de la Academia, entre otros
galardones, Juan Mariné empezó a trabajar en el séptimo arte con tan solo 14
años y, cuando cumplió un siglo de vida continuaba trabajando en su laboratorio
en la ECAM.
”Incondicional
de las actividades que hace la Academia de Cine –fue el primer director de
fotografía que ingresó en la institución–, este explorador de la imagen
colaboró con cineastas como Edgar Neville, José Luis Sáenz de
Heredia, Antonio del Amo, José María Forqué, Pedro
Lazaga y Pedro Masó en las más de 150 películas que fotografió
–la última fue La grieta, de Juan Piquer Simón–. Y es que
hablar de este veterano profesional que durante años trabajó en restauración en
la Filmoteca Española y que ha investigado e inventado técnicas con las que
mejorar la calidad de la imagen es recorrer la historia de nuestro cine.
Nacido el último día del año 1920 en Barcelona, tenía 13
años cuando llegó a los estudios Orphea de la Ciudad Condal, donde se
filmaba El octavo mandamiento, para entregar unas cámaras nuevas que
venían de Francia. Las cámaras no funcionaban y él, gracias a sus conocimientos
de francés, las enchufó correctamente y empezó a encargarse de ellas.
Afiliado al sindicato CNT, Mariné grabó el entierro de
Buenaventura Durruti, asesinado en noviembre de 1936, sepelio que rodó a mano
porque se agotaron las baterías de la cámara; fue fotógrafo de guerra de
Enrique Líster; estuvo internado en los campos de concentración franceses de
Saint-Ciprien y Argelès-sur-Mer; viajó como preso de San Sebastián a Cádiz;
ingresó en el campo de prisioneros de La Rinconada (Sevilla), de donde salió
gracias a los contactos de su padre; y fue fotógrafo del Estado Mayor de
Cataluña, puesto que compaginó con trabajos como ayudante de fotografía en
producciones rodadas en Barcelona.
Ya en libertad y finalizada la guerra, volvió a ir al cine a
ver la película estadounidense El gran Ziegfeld, proyección que le
impactó y por la que se prometió a sí mismo que dedicaría su vida al cine, un
pacto que cumplió.
El que es uno de los directores de fotografía más
importantes, innovadores y longevos de la historia de España debutó como
director de fotografía en Cuatro mujeres, de Antonio del
Amo; trabajó a las órdenes de numerosos cineastas; e intervino en
coproducciones, pero nunca se sintió atraído por Hollywood –Orson
Welles le invitó a ir y quedarse en su casa cuando fue a dar clases en la
Universidad de California en Los Ángeles–.
Década a década, fue sumando títulos, entre los que figura
la primera película en color de la historia de España, La
gata. Inventor de
nuevas técnicas fotográficas y de restauración de películas, como una copiadora
óptica o una máquina de lavar negativos diseñadas por él mismo, que puso en
práctica en Filmoteca Española, que en 2020 le homenajeó con la proyección de
películas tanto fotografiadas como restauradas por él (Orgullo, La
gata, La gran familia, Supersonic Man, Currito de la Cruz y La
aldea maldita, entre otras), y dónde rescató producciones españolas que
se daban por irrecuperables.
Cuando dejó la dirección de fotografía en 1990, fue director
de restauración cinematográfica en la ECAM (Escuela de Cine de la Comunidad de
Madrid), donde acudió diariamente hasta 2020, año en que llegó la pandemia. En
el sótano de la escuela tenía su despacho –varias salas llenas de máquinas y
material fílmico–, el ‘sub-Mariné’, en palabras de los alumnos del centro,
donde investigaba, limpiaba y restauraba el celuloide.
Objeto de varios documentales, esta figura imprescindible de
nuestro patrimonio audiovisual tiene pendiente el estreno de Juan
Mariné. Un siglo de cine, película documental escrita y dirigida
por María Luisa Pujol avalada por la Fundación Aula de Cine Colección Josep M.
Queraltó, de la que Mariné es uno de sus Patronos de Honor.
La Academia de Cine ha homenajeado en varias ocasiones a
Juan Mariné, referencia e inagotable fuente de inspiración para los directores
de fotografía de nuestro país. La última fue el pasado julio, mes en que se
proyectó Juan Mariné: entre luz y sombra, documental de Rafael
Toba en la que Mariné se despide con una declaración de amor al cine:
“Siempre he pensado que estamos para algo en el mundo. Yo no puedo dejar de
rodar películas”.
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