Un
teatrista es quien hace Teatro por pasión. Un actor, actriz o director que
abraza con devoción su oficio es un artista que vive con sus personajes 24
horas al día, todos los días del año, por los siglos de los siglos.
No se
permiten olvidarlos ni en sus momentos de intimidad sexual en los que la
construcción de nuevos personajes les atormenta tanto como la preocupación de
la censura para los dramas de televisión. Hacen el amor para concebir nuevos
dramas, conducen sus autos repasando los puntos de giro de sus libretos,
analizando los motivos de sus personajes. Y se pasan todo el día recitando los
diálogos de Antón Chéjov para Tío Vania, un texto tan poderoso que
puede representarse con los actores hablando en diferentes idiomas de manera
orgánica.
Es tanta
esa sinergia del Teatro con la vida que terminan sirviéndose de las palabras de
sus personajes para definir su propia existencia, amenazada por un libretista
travieso que siempre añade sorpresas que complican la trama y añade drama, o
sea, sufrimiento.
A pesar de
que creen conocerse, cada día se parecen más a sus personajes (reales o
imaginarios) y terminan siendo parte de una composición que cruza la frontera
de los espejos a su antojo y conveniencia, alimentados por la risa y los
aplausos del soberano que llena el auditorio.
En ese
punto, vida y teatro se funden en una realidad alterna en que los personajes se
aferran a las personas como lampreas, esos pescados sin mandíbula que succionan
la sangre de sus presas.
Yusuke
Kafuku, personaje central en Drive My Car, descubre a cada paso
que el sentido de su vida probablemente lo definió algún dramaturgo décadas
atrás, en una obra que todos conocen y que lo reduce a una idea con destino inexpugnable.
Si nuestras vidas son un libreto ya ensayado por otros, ¿qué nos queda de libre
voluntad?
De alguna
manera, Yusuke ha sido estafado por la vida y sus promesas redentoras, la
casualidad le ha jugado una mala pasada con los retornos sorpresa al hogar,
misterioso hogar.
El Teatro
es vida, arte esencial.
Cientos de
volúmenes han tratado el tema del poder terapéutico de las artes para quienes
las consumen, en la medida en que estimulan nuestros mejores pensamientos. Lo
novedoso de Drive My Car es que la perspectiva cambia al artista que hace
Teatro y que lo usa como trampolín para salir del hoyo en que la vida, ese
libreto ya establecido, le condena, luego de una lección que le deja el alma
hecha trizas.
En ese
sentido, ¿qué mejor lugar que Hiroshima para recomenzar? La ciudad donde la
estupidez humana dejó una imborrable huella radioactiva es también el mejor
escenario para cultivar la esperanza.
Yusuke
utiliza su energía creativa para canalizar sus pesares y dar un paso hasta el
frente, al borde del proscenio, para poder recibir el aplauso. Para lograrlo,
debe renunciar a la inviolabilidad de sus espacios y a algunas de sus rutinas.
Antes, debe
abrazar la actitud de perdonar y perdonarse por los errores de los “pudo haber
sido” que carga sobre su espalda. Antes, debe esperar el tiempo perfecto para
rendirse ante la causalidad de su vida como obra de teatro en la que poco puede
cambiar y en la que siempre estará presente el drama.
Antes,
deberá vencer el miedo que le produce representar de Chéjov, porque es
consciente de que esa maravillosa lírica despierta la bestia que llevamos
dentro. Por supuesto, el destino va a hacer de las suyas y colocará las piezas
en el lugar que corresponde o, si preferimos verlo de otra manera, los planetas
se van a alinear para que sea posible el eclipse y la vuelta a la luz.
El destino
tiene un as bajo la manga: Misaki. Ella es una discreta y habilidosa conductora
que, dramáticamente, será determinante para catalizar un cambio de actitud en
Yusuke. De alguna manera, todos arrastramos un complejo de culpa no resuelto y
necesitamos de un copiloto que elija las mejores canciones para exorcizarlo.
Drive My Car se basa en una de las historias de Hombres
sin mujeres, de Haruki Murakami, quien, como Godot, sigue esperando su
Premio Nobel. Uno de los grandes logros de su adaptación al cine es el
establecimiento de espacios contrastantes (apartamento, sala de teatro y el auto
en movimiento) como locaciones que se complementan a la perfección como escenarios
de las diferentes etapas del drama. Como cualquiera puede sospechar, los
mejores puntos de giro se reservan para el espacio del automóvil mientras se
desplaza por las calles de Hiroshima, dispuestos de forma absolutamente
admirable, en el marco de un guion que raya en lo perfecto.
Drive My Car debutó en el pasado Festival de
Cannes donde se llevó tres premios: Mejor Guion (primera vez para japoneses),
Premio Fipresci y Premio del Jurado Ecuménico. Es el primer filme hablado en un
idioma distinto al inglés en ganar como mejor película en tres de los cuatro
más reputados gremios de críticos (LAFCA, NYFCC, NSFC), el Globo de Oro, el
Bafta, el Spirit y el Oscar a la Mejor Película Internacional.
Drive My
Car (2021). Dirección: Ryusuke Hamaguchi; Guion: Ryusuke Hamaguchi y Takamasa
Oe, basado en un cuento de Haruki Murakami; Fotografía: Hidetoshi Shinomiya;
Edición: Azusa Yamazaki; Música: Eiko Ishibashi; Elenco: Hidetoshi Nishijima,
Toko Miura, Masaki Okada.
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