lunes, enero 09, 2023

“Drive my car”, excelente filme de Ryusuke Hamaguchi.

La vida es Teatro, arte total.

Un teatrista es quien hace Teatro por pasión. Un actor, actriz o director que abraza con devoción su oficio es un artista que vive con sus personajes 24 horas al día, todos los días del año, por los siglos de los siglos.

No se permiten olvidarlos ni en sus momentos de intimidad sexual en los que la construcción de nuevos personajes les atormenta tanto como la preocupación de la censura para los dramas de televisión. Hacen el amor para concebir nuevos dramas, conducen sus autos repasando los puntos de giro de sus libretos, analizando los motivos de sus personajes. Y se pasan todo el día recitando los diálogos de Antón Chéjov para Tío Vania, un texto tan poderoso que puede representarse con los actores hablando en diferentes idiomas de manera orgánica.

Es tanta esa sinergia del Teatro con la vida que terminan sirviéndose de las palabras de sus personajes para definir su propia existencia, amenazada por un libretista travieso que siempre añade sorpresas que complican la trama y añade drama, o sea, sufrimiento.

A pesar de que creen conocerse, cada día se parecen más a sus personajes (reales o imaginarios) y terminan siendo parte de una composición que cruza la frontera de los espejos a su antojo y conveniencia, alimentados por la risa y los aplausos del soberano que llena el auditorio.

En ese punto, vida y teatro se funden en una realidad alterna en que los personajes se aferran a las personas como lampreas, esos pescados sin mandíbula que succionan la sangre de sus presas.

Yusuke Kafuku, personaje central en Drive My Car, descubre a cada paso que el sentido de su vida probablemente lo definió algún dramaturgo décadas atrás, en una obra que todos conocen y que lo reduce a una idea con destino inexpugnable. Si nuestras vidas son un libreto ya ensayado por otros, ¿qué nos queda de libre voluntad?

De alguna manera, Yusuke ha sido estafado por la vida y sus promesas redentoras, la casualidad le ha jugado una mala pasada con los retornos sorpresa al hogar, misterioso hogar.

  

El Teatro es vida, arte esencial.

Cientos de volúmenes han tratado el tema del poder terapéutico de las artes para quienes las consumen, en la medida en que estimulan nuestros mejores pensamientos. Lo novedoso de Drive My Car es que la perspectiva cambia al artista que hace Teatro y que lo usa como trampolín para salir del hoyo en que la vida, ese libreto ya establecido, le condena, luego de una lección que le deja el alma hecha trizas.

En ese sentido, ¿qué mejor lugar que Hiroshima para recomenzar? La ciudad donde la estupidez humana dejó una imborrable huella radioactiva es también el mejor escenario para cultivar la esperanza.

Yusuke utiliza su energía creativa para canalizar sus pesares y dar un paso hasta el frente, al borde del proscenio, para poder recibir el aplauso. Para lograrlo, debe renunciar a la inviolabilidad de sus espacios y a algunas de sus rutinas.

Antes, debe abrazar la actitud de perdonar y perdonarse por los errores de los “pudo haber sido” que carga sobre su espalda. Antes, debe esperar el tiempo perfecto para rendirse ante la causalidad de su vida como obra de teatro en la que poco puede cambiar y en la que siempre estará presente el drama.

Antes, deberá vencer el miedo que le produce representar de Chéjov, porque es consciente de que esa maravillosa lírica despierta la bestia que llevamos dentro. Por supuesto, el destino va a hacer de las suyas y colocará las piezas en el lugar que corresponde o, si preferimos verlo de otra manera, los planetas se van a alinear para que sea posible el eclipse y la vuelta a la luz.

El destino tiene un as bajo la manga: Misaki. Ella es una discreta y habilidosa conductora que, dramáticamente, será determinante para catalizar un cambio de actitud en Yusuke. De alguna manera, todos arrastramos un complejo de culpa no resuelto y necesitamos de un copiloto que elija las mejores canciones para exorcizarlo.  

Drive My Car se basa en una de las historias de Hombres sin mujeres, de Haruki Murakami, quien, como Godot, sigue esperando su Premio Nobel. Uno de los grandes logros de su adaptación al cine es el establecimiento de espacios contrastantes (apartamento, sala de teatro y el auto en movimiento) como locaciones que se complementan a la perfección como escenarios de las diferentes etapas del drama. Como cualquiera puede sospechar, los mejores puntos de giro se reservan para el espacio del automóvil mientras se desplaza por las calles de Hiroshima, dispuestos de forma absolutamente admirable, en el marco de un guion que raya en lo perfecto.

Drive My Car debutó en el pasado Festival de Cannes donde se llevó tres premios: Mejor Guion (primera vez para japoneses), Premio Fipresci y Premio del Jurado Ecuménico. Es el primer filme hablado en un idioma distinto al inglés en ganar como mejor película en tres de los cuatro más reputados gremios de críticos (LAFCA, NYFCC, NSFC), el Globo de Oro, el Bafta, el Spirit y el Oscar a la Mejor Película Internacional.

 

Drive My Car (2021). Dirección: Ryusuke Hamaguchi; Guion: Ryusuke Hamaguchi y Takamasa Oe, basado en un cuento de Haruki Murakami; Fotografía: Hidetoshi Shinomiya; Edición: Azusa Yamazaki; Música: Eiko Ishibashi; Elenco: Hidetoshi Nishijima, Toko Miura, Masaki Okada.  

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