miércoles, noviembre 19, 2014

Dólares de arena: Samaná es un paraíso de corazones mustios.

“Hay un país en el mundo, ubicado en el mismo trayecto del sol”, escribió Don Pedro Mir hace muchos años. Le añado que con un pedazo del Paraíso que llamamos Samaná.
Es en Samaná donde se ambienta Dólares de arena, la nueva película de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas, pareja en la vida y en la vocación de hacer Buen Cine.
Samaná, ese paraíso nuestro, es un Shagri-La tropical de corazones mustios que buscan sanación en la permanente orgía de café, tabaco, ron y sexo disfrazado de ternura que sus euros pueden comprar. Con sus euros pueden incluso comprar la ilusión de ser amados a la orilla del mar.
Samaná, ese paraíso nuestro, es también un estado mental en la permanente esperanza de que un turista de cualquier parte nos ayude a llegar a cualquier parte, con tal de largarnos de esta tierra que brinda tan pocas oportunidades. En el interín, entregar el cuerpo es lo de menos, mientras se pueda saciar el hambre de pan y la sed de cerveza. Lo de más, es conciliar con el alma gemela del destino en una situación de tanta indignidad.
Samaná, ese paraíso nuestro, es el mejor auditorio para que suenen las bachatas auténticas de Ramón Cordero, bálsamos para las penas infinitas. La partida dramática que logran sacarle Guzmán y Cárdenas es un buen ejemplo de extraordinario uso de canciones compuestas hace años, pero que mantienen toda su vigencia en describir las penas del corazón.
En la mejor tradición neorrealista, los directores han reclutado talentos sin ninguna experiencia actoral a los que sacan excelente provecho. Es el caso de Yanet Mojica y Ricardo Ariel Toribio, quienes acompañan a la exquisita Geraldine Chaplin, con todo el peso y significado que tiene su nombre. Chaplin logra, con su audaz y brillante personaje, ganarse la simpatía del público que llora con ella y con ella baila una bachata en la más poética de las soledades. Ella ha sido merecidamente reconocida en el Festival de Cine de Chicago.
Hace unas horas, se anunció el Premio Fipresci en el Festival de El Cairo. Y, de seguro, sus realizadores recogerán unos cuantos más.
Hay que destacar la capacidad narrativa visual que los directores han logrado con algunos de sus planos. Así, en una pasola (vocablo que se ha convertido en marca genérica de motocicleta), quien la maneja lleva también el control en la relación amorosa y más les vale andar acompañados porque el tigueraje acecha, como el lobo malo de los cuentos, para robar de forma cruel y despiadada a quienes recorren las noches a su propio riesgo.
Dólares de arena, basada libremente en la novela homónima de Jean-Noél Pancrazi, es un filme que consolida la carrera de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas. Una carrera llena de aciertos: Cochochi (2007, premiada en Toulouse, Valdivia, Gramado y Miami), Jean Gentil (2010, premiada en Venecia, Miami, Guadalajara, Lima y Viña del Mar) y Carmita (2013, Premio del Jurado del Festival Fine Arts.).
Dólares de arena es, sin duda, el mejor filme dominicano de 2014: una mirada sincera, desprejuiciada, a una realidad que maquillamos con el sol, las sonrisas, la complicidad.


Dólares de arena (2014). Dirección y guión: Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas, basado en la novela “Les Dollars des Sables”, de Jean-Noél Pancrazi; Fotografía: Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas; Edición: Andrea Kleinman; Canciones: Ramón Cordero y Edilio Paredes; Elenco: Geraldine Chaplin, Yanet Mojica, Ricardo Ariel Toribio.    

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