No es fácil hacer un buen thriller en estos días. Más aún, cuando tienen elementos sobrenaturales como parte de su historia. La razón es simple: ha sido uno de los géneros más sobreexplotados en los últimos años al punto de que casi siempre tenemos un filme del género en cartelera.
Lo peor: la
mayoría de esos filmes se valen de los mismos trucos narrativos para contar lo
mismo: una edición efectista para crear sobresaltos en el público, una mezcla
de sonidos sobre modulados para sorprender, atractivas actrices que puedan
gritar a todo pulmón y un largo etcétera.
Longlegs, titulada Coleccionista de almas en
nuestro continente (prometo un artículo sobre las traducciones de títulos),
está escrita y dirigida por Oz Perkins y protagonizada por una excelente Maika
Monroe y un irreconocible Nicolas Cage. Perkins ya ha experimentado con el
género por filmes como Gretel y Hansel (2020) y La
enviada del mal (2015).
Longlegs le inscribe por derecho propio
entre la élite de los que cultivan el thriller. Punto. Su guion, para atrapar al espectador en la historia, nos sirve los
elementos por piezas, para que cada quien arme su rompecabezas en función de
sus niveles de atención y habilidades. Convoca la atención total del público y
eso, en la era del whatsapp en el
cine, es un requisito que se agradece: solo los que se portan bien conseguirán
todas las fichas del juego.
Longless es la historia de una novata agente
del FBI, Lee Harker, que persigue a un asesino en serie. Eso le emparenta con
otros filmes como: Seven (1995) y Zodiac (2007), ambas de David
Fincher y, sobretodo, El silencio de los inocentes (1991),
el maravilloso filme de Jonathan Demme. Con este últimos comparte la línea de
una vulnerable agente del FBI a la caza de un asesino en serie.
Maika
Monroe construye un personaje muy convincente que nunca se nos muestra del
todo, que sospechamos que algo nos oculta y que arrastra una carga muy pesada
sobre sus hombros. No tiene pareja, ni hijos y solo se comunica con su madre
por teléfono y con frases cortas, llenas de tensión. Nadie en el mundo está más
sola que ella y, para colmo de males, posee una desarrolladísima intuición
femenina: ella ve cosas que nadie ve en la escena de cada crimen, más allá de
la sangre y el terror de la víctima antes de morir.
Perkins
construye un poderoso drama y se vale de novedosos recursos narrativos: por
ejemplo, utiliza un encuadre 4x3 para los flashbacks
y pantalla completa para el presente de los años 90 (la foto de Bill Clinton es
la referencia), pasando de uno a otro con una naturalidad que nos deja
desprevenidos, aunque incómodos, frente a la investigación. Entonces nos
sorprende con autoridad y eficiencia, dejando bien claro que siempre tiene un
as bajo la manga.
Perkins se
vale de sus maravillosas locaciones en Vancouver (Canadá) para lograr en
grandes espacios abiertos una atmósfera opresiva y, por momentos, sentimos que
nos falta aire para respirar. Sus encuadres de primeros planos a sus personajes
nos revelan parte de sus inquietudes y sus desasosiegos, convirtiéndonos en
espectadores empáticos, sobre todo con la atolondrada agente Harker.
Perkins
demuestra por enésima vez que, en cine, “menos es más”: muestra solo lo
necesario, sin tantas detonaciones ni abalorios que distraigan, pero nos
siembra el miedo en los huesos.
Longlegs
(2024). Dirección y guion: Oz Perkins; Fotografía: Andres Arochi Tinajero;
Edición: Graham Fortin; Música: Elvis Perkins; Elenco: Maika Monroe, Nicolas
Cage, Alicia Witt.
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