(Por considerarlo de interés, reproducimos
las palabras del cineasta Martin Scorsese, al recibir el Premio Princesa de
Asturias de las Artes 2018.)
Majestades,
Distinguidos galardonados, Señoras y señores.
Gracias por este gran honor.
Siento en este instante humildad y sobrecogimiento. Sé
que es costumbre expresar tales emociones en estas circunstancias, pero
créanme, siento humildad y sobrecogimiento. Especialmente por estar en compañía
de los demás galardonados y, por supuesto, en compañía de los premiados
anteriores. Y por pisar la tierra que nos dio a Cervantes, Goya, Unamuno,
Picasso, Lorca y Luis Buñuel, uno de los más grandes artistas de la historia
del cine. ¿Cómo podría no sentirme así?
Este es un honor para el cine. Por tanto, acepto este
premio en nombre del cine y con gran agradecimiento y gratitud hacia todos los
artistas que me precedieron e hicieron posible el trabajo que yo he hecho.
Porque no hay ni una sola película ni un solo cineasta que existan de forma
aislada. Todos hemos estado inmersos en esta gran conversación continua,
interrogándonos, respondiendo unos a otros y provocándonos mutuamente con
nuestro trabajo a lo largo de distancias extraordinarias no solo en el espacio
sino también en el tiempo.
Lo notable del cine para mí es que siempre es el
presente. Siempre es el ahora. Para mí, las películas de Buñuel están más vivas
y son más actuales que el último mensaje de texto que recibes, si sabes cómo
utilizar un teléfono móvil. Peter Bogdanovich ha dicho que no existe una
película antigua: es simplemente una película que no has visto.
Pero para mí lo más emocionante de estos tiempos es
cuando veo una película de un cineasta joven o novel y me entusiasma o me veo
transportado por lo que se llamaría un “gesto cinematográfico” de su creación.
Podría ser una yuxtaposición de un plano a otro, podría ser una composición,
podría ser un movimiento de cámara. Sé que me entusiasma porque me doy cuenta
que el cineasta se sintió impulsado a hacerlo de ese modo. Tenían que contar esa
historia particular con esas imágenes particulares. Eso es lo más precioso e
inspirador para mí, porque así fue en mi caso: yo no podía descansar hasta que
hice aquella película, de aquella manera. De lo contrario, simplemente no tiene
sentido.
No tenía mucho que ver con el “negocio” del cine. Sí
queríamos entrar en el negocio, pero casi únicamente para obtener el dinero
para hacer las películas. De hecho, nunca me sentí un profesional, de veras.
Sigo sin sentirme como tal.
Pero ahora, a los jóvenes cineastas, ¡qué tiempos les
toca! ¡Cuántas oportunidades tienen! Pueden hacer una película con cualquier
cosa. Todas las herramientas están ahí y son asequibles. Puedes hacer una
película usando una de esas cámaras de teléfonos móviles. Cuando era más joven
era bastante diferente. Lo mismo pasa con la historia del cine. La mayor parte
de la historia cinematográfica de todo el mundo, de casi todas las décadas, es
accesible en estos tiempos increíbles. No fue así en la década de los 50 del
siglo pasado.
Pero, a pesar de estas oportunidades, estoy preocupado.
Preocupado por el pasado del cine, sí, y muy preocupado por su futuro.
Me doy cuenta de que, en los aspectos prácticos de la
sociedad, el arte es siempre tan frágil. Se critica, se margina y a menudo se
trata como si no fuera esencial para la vida. Claro, esto se podría decir de
todas las artes. Siempre hay alguien tratando de poner el arte y al artista en
su sitio. “Es un lujo. Es una diversión”. Pero el arte resiste. Y cuando todo
vuelve a su cauce, el arte sigue allí, todavía en pie, todavía presente, al
margen de las influencias y las modas populares. El arte con mayúsculas
funciona al margen de contexto. La obra se mantiene por sí misma, sigue siendo
el presente, y en última instancia, también la necesidad de crear obra nueva en
respuesta a eso.
Sin embargo, me preocupa el ambiente, el clima que
rodea al cine hoy en día. Por un lado, tenemos ahora lo que siempre hemos
tenido: el constante menosprecio y marginación del cine. O bien es solo
escapismo, o, si merece la pena, es solo porque expone un problema, un mensaje.
Por otro lado, dondequiera que mires hoy en día, las
veinticuatro horas del día, las imágenes en movimiento inundan nuestras vidas.
Sé que el cine en sí está compuesto de imágenes en movimiento, pero ahora el
cine se ha convertido en sólo una corriente dentro de un enorme torrente de
imágenes en movimiento: los anuncios, los episodios de una serie de TV, un
video de gatos o perros, videos didácticos, los reality shows, Lawrence
de Arabia, reportajes y así sucesivamente. Todo se ha convertido en lo que
llaman ahora “contenido”, una palabra que realmente no me gusta. Y el debate
serio sobre el cine, el juicio crítico – particularmente en mi país– se ha
cortado de raíz.
Ahora que el cine se está devaluando continuamente, y al
mismo tiempo la tecnología permite que cualquiera “haga una película”, ¿qué
supone eso para los jóvenes? Es posible que necesiten expresarse en una
película, pero ¿qué tipo de inspiración reciben? ¿Cuál será el resultado? ¿Se están
erosionando los valores de nuestro mundo de tal forma que no podemos estar
seguros de si están inspirados por el arte y por la verdad? ¿O simplemente por
lo comercial? ¿A dónde van para conseguir esa valiosa inspiración?
¿Quién apoya el arte y a los artistas y, lo que es más
importante, el impulso de crear arte que se vale por sí solo? ¿Cómo cambiamos
este clima venenoso que nos rodea por uno en el que un joven artista pueda
seguir la luz que lleva dentro, esa chispa, esa alma… su duende?
Es de vital importancia mantener el arte en un lugar de
honor y estima en nuestra cultura. Es aún más importante respetar la libertad
de elección, pensamiento y acción que conduce a la creación del arte. Y darles
a los jóvenes la confianza y la capacidad de trazar su propio camino en la vida
para que sean capaces de no dejarse llevar por todas las consignas y los
ganchos comerciales; para que puedan ver el camino que conduce a su propia luz
interior. Y puede que eso lleve a la creación de arte con mayúsculas.
Ahí es donde comienza la verdadera lucha; la lucha por el
espíritu. Como en el Don Quijote de Cervantes. Por supuesto, él luchó contra
los molinos de viento. Se ha dicho que los molinos de viento pueden haber
representado la tecnología de su época. Así que, para preservar el espíritu,
luchó contra esa tecnología. Y con esa imagen en mente, una de las grandes y
duraderas imágenes de nuestra civilización, podemos encontrar la manera de
conquistar nuestra propia tecnología para que los artistas puedan usar esa tecnología
en lugar de, por el contrario, donde la tecnología utiliza al artista.
Así que acepto este premio en nombre de la libertad y la
revelación: la libertad de encontrar la tranquilidad y el enfoque para no
dejarse llevar por todas esas categorías absurdas actuales, o por los juicios
triviales, los sistemas de calificación y los pronunciamientos de moda, para
poder llegar a ver todo el camino que conduce a la revelación de lo que no se
puede nombrar, sino solo sentir y –para aquellos de nosotros que encontramos la
gracia– expresar a través del arte.
Gracias.
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