Para que un documental musical como Yo soy la salsa enganche al público,
debe contar con un narrador en primera persona que sea carismático: eso le
sobra a Johnny Pacheco, un santiaguero con talento y gracia contagiosa que fue el
artífice del movimiento musical salsa y del sello disquero que fue estandarte
del movimiento: Fania.
Para que un documental musical como Yo soy la salsa funcione, debe
contar con una edición de sonido de primer orden. Simple: su materia prima son
los éxitos de la Fania que han bailado generaciones hasta nuestros días. El
trabajo de Allan Leschhorn y David Vásquez llena las expectativas del más
exigente: llevar al mismo plano sonoro el sonido de las salsas grabadas hace 40
años, ejecutadas en vivo, con los temas grabados en marzo de este mismo año, es
un logro técnico que se disfruta en el dolby de nuestras salas de cine.
Para que un documental musical como Yo soy la salsa encante al público
contemporáneo, es decir, los menores de 35 años, debe contar con un libreto
que, con pinzas, sepa colocar las piezas de un rompecabezas gigante como lo fue
la salsa y todas las grandes estrellas que tuvo bajo la sombrilla de la Fania.
Debe procurar no romper el eje narrativo en función de una única figura y debe
ser asumido como una clase de historia disfrazada de pachanga con fondo de
salsa. Creo que este es el punto más débil del filme: cuando se torna
didáctico, el público aprovecha para consultar su whatsapp.
Pero hay que agradecer esta iniciativa del inquieto
Andrés Van der Horst para realizar, primero un concierto homenaje a Pacheco con
los grandes de la salsa actual dominicana (recogido en un disco que es una
joya), y luego armar todo el entramado para hacer posible que los dominicanos
conozcan y aprecien la trascendencia de Johnny Pacheco, figura esencial para
que la salsa tuviera un éxito que dura hasta nuestros días y que, en su
momento, sirvió como soporte de identidad para los miles de latinos y
afro-americanos que vivían en New York, ciudad desde la cual se expandió a todo
el mundo.
El público dominicano tiene la oportunidad de disfrutar Yo soy la salsa, emotivamente
conducido por un conversador lúcido y excepcional como Johnny Pacheco, al que
sólo basta escucharlo para que nos dibuje una sonrisa en los labios.
Por supuesto, la carga emocional de ver y recordar a
muchos de nuestros ídolos musicales es, para ponerlo en palabras, dulcemente
devastadora. Es donde radica la fuerza de este documental que merece el apoyo
de todos.
Yo soy la salsa
recibió el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine Fine
Arts y es justo decirlo: ese sonido de tambores todavía funciona como un
seductor de multitudes, como definición de nuestra herencia africana, como
llamado al que no podemos (ni queremos) resistirnos.
Yo soy la salsa (2014). Idea original y producción
ejecutiva: Andrés Van der Horst; Dirección: Manuel Villalona; Guión: Enrique
Soldevilla y Manuel Villalona; Edición sonido: Allan Leschhorn y David Vásquez;
Elenco: Danilo Reynoso, Luz Dacier, Vicente Suriel.
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