Zumaya Cordero, la dinámica directora del FICFA, me ha convocado a formar parte del Jurado de la edición 2012. Es un llamado imposible de resistir, aún para los que practicamos el fundamentalismo santiaguero.
Esta nueva aventura (así la vivo) la comparto con Desiree Reyes (una amiga entrañable que conspira para trocarme capitaleño), José Rafael Sosa (el mejor abogado defensor del cine nacional) y Orlando Santos. Sumo nuevos nombres a mi lista de amigos cinéfilos: Jacqueline Bello (en lo adelante todo el mundo le dice “profesora”), Pachico Tejada y Agustín Cortés. Gano por partida doble: sigo aprendiendo y sumo más.
Noche Inaugural:
7 días en La Habana.
Cuando uno se entera de que siete samuráis de la talla de: Benicio del Toro, Pablo Trapero, Julio Médem, Elia Suliman, Gaspar Noé, Juan Carlos Tabío y Laurent Cantet, unieron sus talentos con la intención de contar 7 historias en La Habana sabemos, de antemano, que la experiencia estará aderezada por la nostalgia de aquella ciudad-poema.
Directo desde San Sebastián llegó Pablo Trapero y su esposa, Martina Gusmán, para estar presentes en la gala. Desde hace un par de días, Mirta Ibarra anda por estos lares repartiendo su natural encanto, su simpatía.
La noche también me ha servido para renovar mi licencia de cariño para los santiagueros en la capital que más quiero: Franklin Hernández, Desiree Reyes y Martín Díaz Bello, quienes asumen total responsabilidad de mi persona y de mi alma, en esta ciudad de la furia y los tapones. Anexo la foto y cierro cenando en la Barra Payamos, como debía ser.
Día 1: A primera hora, el filme argentino Abrir puertas y ventanas (Milagros Mumenthaler) habla de tres jóvenes hermanas que se pierden en su propia desorientación cuando muere su abuela. Abulia entre tres no se reparte, se multiplica. Entre las ganas de no hacer nada y de que pase algo, todas caen abatidas por su desvinculación con el mundo. Cine minimalista, lenta narratividad que roza lo soporífero. En la segunda función, Infancia clandestina, también argentina dirigida por benjamín Avila, aborda desde la memoria de un niño el terror de la dictadura militar, ese desarraigo por la permanente urgencia de correr y esconderse, de dejar atrás la memoria del amor materno, del primer beso chocomaní.
La noche ha culminado con la invitación a cenar en casa de Descree y Martín, mi chef personal cuando estoy en Santo Domingo, quien ha cocinado el pollo más bueno de la bolita del mundo.
Día 2: El signo de los festivales es la casualidad: la posibilidad de concretizar los hechos. Aunque se había anunciado un pase para la prensa del filme Elefante blanco, el mismo tuvo que posponerse porque Pablo Trapero, su director, se vió atrapado y sin salida en el Aeropuerto de San Juan. Le acompañaban Martina Gusmán, protagonista del filme, y la actriz cubana Mirta Ibarra.
En vez de ver filmes, he prestado mi colaboración como moderador en el encuentro de Trapero con los estudiantes de la Escuela de Cine de la UASD. En sus caritas, veo dibujados sueños de celuloide, lo que hace falta es encausar esos sueños.
En la noche he visitado la sala de cine sólo para documentar en fotos la formidable acogida que el público ha brindado a 7 días en La Habana, presentada por Mirta Ibarra, protagonista del segmento dirigido por Juan Carlos Tabío.
Día 3: la primera meta cumplida del sábado fue almorzar y degustar el helado de Dolce Italia.
Luego, en la sala, Aquí y allá, servía de marco referencial de toda la pobreza, de toda la desesperanza del mexicano y su afán por cruzar al otro lado de la frontera y conseguir la lana para sobrevivir. Antonio Méndez Esparza dibuja un ambiente que no permite desarrollar el talento musical de su protagonista, que lo empuja a volver al Norte como única forma de superar sus dificultades materiales.
A segunda hora, Payaso (Selton Mello) ha llenado la sala de una esperanza amarga para este artista de circo que se pasea de pueblo en pueblo promoviendo la alegría, mientras le invade la tristeza. La redención le llega por la vía de definir, poco a poco, su vocación sin que quede ninguna duda. Y de poder comprar un abanico y un brassiere copa D para una compañera de circo.
La noche coronada con cena entre amigos: Ana y Félix Manuel Lora me han convidado junto a Reyna Mendoza, quien ha venido desde Santiago a brindar apoyo emocional.
Día 4: En domingo no he faltado a la costumbre de leer Listín Diario, hoy más necesario que nunca para enterarnos de las noticias y no perdernos por completo en estos días de cine.
En la sala, Bonsái, de Cristián Jiménez casi nos cautiva con su interesante propuesta narrativa en que los personajes se van construyendo en la medida en que somos capaces de no limitarles, como las macetas a un bonsái. Lamentablemente, hay ramificaciones que no son saludables para el resto del árbol y que tampoco resultan estéticamente agradables.
A segunda hora, con Skylab, la francesa Julie Delpy ha llenado la pantalla de nostalgia por la época la música disco y los bailes de adolescentes, por la comilonas familiares en las que se discutía a muerte y también reíamos de los lunáticos de la familia, entre chubascos.
Día 5: Finalmente, he coincidido con la cubana Mirta Ibarra a la hora del desayuno. Siempre resulta extraño estar alojado en el mismo hotel y nunca encontrarte con esa persona. La avenida Máximo Gómez, dominicano que forjó la independencia cubana, se nos antojó escenario ideal para una amena charla sobre Tomás Gutiérrez-Alea, nuestro querido “Titón”.
En la sala, Elefante blanco, de Pablo Trapero, llenaba la pantalla de denuncia social, de marginalidad, de estallido social producto de estas sociedades voraces que cada día dejan menos opciones a los de abajo. Con singular maestría, Trapero maneja los planos secuencia y las escenas de masas y se convierte en fuerte candidato al premio al Mejor Director.
Como contrapeso, a segunda hora, Sueño y silencio, de Jaime Rosales, nos ha sumergido en el sueño, como consecuencia de tanto plano secuencia, de tanta composición rompedora de reglas, de tanta extrañeza estilística.
Hemos compensado con la bien llevada Pescador, de Sebastián Cordero y protagonizada por Andrés Crespo, absolutamente natural y convincente, quien se perfila como uno de los posibles en su categoría.
Día 6: Uno de los puntos obligatorios en la agenda es mi visita anual a la Plaza de la Cultura y, muy específicamente, al Museo de Arte Moderno, una estructura que me resulta particularmente acogedora. En esta ocasión, se presenta la exposición Photoimagen 2012.
En la sala, martes de comedias en competencia.
Primero, la agradable Superclásico (Ole Christian Madsen) sobre las tribulacionens de un danés que visita Buenos Aires para firmar el divorcio de su mujer. Entre vino, fútbol, asado y otras locuras, reivindicado el papel de la familia como célula de la sociedad y de los valores que la hacen sólida.
A segunda hora, la sorpresa ha sido muy gratificante: Almansa, con su ópera prima, la alemana Yasemin Sanderelle también hace hincapié en la importancia de los valores culturales turcos transmitidos de generación en generación de esta familia que emigra a la Alemania tierradesueños y su gran aporte al desarrollo: querían trabajadores y consiguieron seres humanos.
Día 7: En la mañana he pagado una vieja deuda de visitar en sus oficinas a Zumaya Cordero, Directora del FICFA, y conocer de primera mano el desarrollo del festival y del que se celebra, de manera simultánea, en Puerto Rico. También se ha hecho efectiva la convocatoria a deliberar para los miembros de Jurado.
Temprano en la tarde, asistimos al screening de In Your Hands que explora el lado oscuro de la extraña relación entre un joven secuestrador y su víctima.
A primera hora, Ruby Sparks, filme independiente de Jonathan Dayton y Valerie Faris, explota otra relación de amor. Para el caso, de un joven escritor y la Ruby del título quien es su propia creación. Realizada con soltura es una comedia romántica que fluye, que nos hace sacar a pasear una sonrisa de simpatía por los involucrados.
Finalmente, ¿Y ahora adónde vamos?, de la libanesa Nadine Labaki, muestra con gracia singular la vida de un pequeño pueblo en el que conviven musulmanes y cristianos, y la necesidad de sembrar amor y tolerancia por las diferencias.
A la salida, el Jurado del 3er. Festival Internacional de Cine Fine Arts ha deliberado: Habemus Veredictus, pero no puedo divulgarlo por ningún medio, ni siquiera esta bitácora, antes de la ceremonia de premiación, el próximo domingo.
Día 8: Una vez que se emite el veredicto, baja la adrenalina y aparece el cansancio de las horas de sueño perdidas, de los tragos rechazados, de estos días de cine en una ciudad que no me deja dormir con sus vocinazos en las madrugadas. La decisión está tomada: adelanto un día mi regreso a la Ciudad Corazón. La meta es clara: recuperar el confort que se siente estar entre los tuyos.
Ana y Félix Manuel me han invitado a almorzar en casita y, como siempre, se han excedido en atenciones. Del flan del postre, prefiero no decir nada, para no despertar los celos de Jorge Cámara.
Una vez concluídas nuestras obligaciones hacemos “turismo cinematográfico” con licencia para cometer algunos excesos: 3 filmes, uno detrás del otro.
En el primero, Habemus Papam, Nanni Moretti se mete en el cónclave del Vaticano para elegir un nuevo Papa y brinda su mirada ligera, humorística, a la espera de la “fumata blanca”.
A segunda hora, el falso documental Carmina o revienta ha hecho las delicias del público que ha colmado la sala y que tuvo la sorpresa de ver la presentación a cargo de Paco León, su director, quien a su vez se llevó la sorpresa de que se le cantó “Cumpleaños feliz”, bizcocho incluído.
Al final de la noche, Jacquelne Bello y Ayerím Villanueva me arrastraron a ver la cubana Larga distancia, de Esteban Insausti: una propuesta cinematográfica a la altura de cualquiera de las vistas anteriormente que presenta el eterno conflicto de los cubanos: quedarse a que se le caiga el techo o salir a buscar el cielo.
Día 9:
A primera hora, asisto a ver una que el colega José Rafael Sosa ha recomendado hasta el cansancio: El oro o la vida, de Alvaro Revenga, documental que denuncia las atrocidades contra el medio ambiente de las mineras transnacionales en Centro América y las luchas reinvidicativas de las comunidades afectadas.
Luego, la proyección a casa llena de La cara oculta, presentada en vivo por su director Andrés Baiz quien encandiló a los presentes con una promesa: “se van a comer las uñas”. Cumplió con creces, con su formidable thriller.
La noche no pudo ser se coronada de mejor manera: una invitación de Desiree y Martín para conocer “un bar chulísmo en la zona colonial”, Lucía, en el que se presentaba un concierto con un santiaguero grande, Víctor Víctor, y un invitado de lujo: Francis Santana. ¿Para qué despertarles la envidia describiendo la zona “en son de felicidad”?
Día 11: Veredicto del Jurado:
Mejor Película: Elefante blanco, del argentino Pablo Trapero.
Mejor Director: Pablo Trapero, por Elefante blanco.
Mejor Actor: Andrés Crespo, por Pescador.
Mejor Actriz: Natalia Orebro, por Infancia clandestina.
Premio Orange del Público: La cara oculta, de Andrés Baiz.
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