El mundo de la animación en el cine reconoce a Disney y Pixar como dos de los estudios que mayores contribuciones han hecho al género. También al Estudio Ghibli de Japón. Pixar es una de las marcas mejor posicionadas para las audiencias de todo el mundo y solo bastaría recordar que Intensa Mente 2 es la película más taquillera de 2024. Ghibli ha recibido el Oscar en dos ocasiones: El viaje de Chihiro (2001) y El niño y la garza (2023), esta última también recibió el Globo de Oro.
Además de
las propuestas de estos estudios, de cuando en vez recibimos alguna nueva joya
que nos deslumbra con nuevos elementos (y hasta nueva gramática) en el mundo de
la animación. Como ejemplo de lo que digo: La tortuga roja (2016, Michael Dudok
de Wit), Loving Vincent (2017, Dorota Kobiela y Hugh Welchman) y Flee
(2021, Jonas Poher Rasmussen), ganadora del Premio del Cine Europeo al mejor
documental.
En la
sección “Una Cierta Mirada”, de Cannes 2024, se estrenó Flow, dirigida por Gints
Zilbalodis, e inmediatamente llamó la atención por su novedosa animación. A
partir de su estreno ha recibido el Premio del Cine Europeo al mejor filme
animado, el National Board of Review, los premios de la crítica de New York y
Los Ángeles, entre otros.
Flow prescinde de los diálogos para
narrarnos la historia. Eso la aleja de las convencionales películas de
animación que hacen uso del recurso de prosopopeya, es decir, que los animales
hablen como humanos. En Flow el gato protagonista maúlla
(como corresponde) y, lo importante, logra conectar con los espectadores que siguen
su extraordinaria aventura.
Flow es la historia de una poderosa
inundación que amenaza con sepultar todo bajo agua (¿se derritieron los polos
por el cambio climático?) y cómo un grupo de animales logran salvarse a bordo
de un velero. No quedan rastros de presencia humana, solo vestigios de lo que
fue civilización. Además del gato negro protagonista, nos encontramos con un
perro labrador, un capibara (el roedor más grande que se conoce), un secretario
blanco (ave única de su especie) y un lémur (primate único de Madagascar).
Como no hay
palabras, Flow reinvidica el poder de las imágenes y lo hace de una
manera absolutamente magistral. Cualquiera puede “leer” los gestos de los
animales de la historia, entender cuál es el obstáculo que deben vencer en su travesía
y la maravillosa banda sonora nos involucra emocionalmente en la historia.
La
necesidad de sobrevivir a la inundación, crea el sentido de comunidad en el
grupo que comparte velero. Eso implica que cada uno debe entender cuál es su
rol en el grupo. En un momento de la acción, el gato entiende que debe lanzarse
al agua, pescar pececillos de colores y compartirlos con sus compañeros.
También implica que deben cultivar la tolerancia hacia sus marcadas diferencias
para poder superar la catástrofe de la inundación. (Una actitud que debería ser
primer punto de la agenda mundial, pero esto es un comentario político.)
Como colectivo,
este grupo de animales debe desarrollar el mayor sentido de la solidaridad y
“comprenderse” en sus necesidades básicas: al lémur que no le toquen sus
cachivaches. Pero también es ser parte de la ecuación esencial: el todos para
uno o no llegaremos a buen puerto…cuando bajen las aguas.
Como
colectivo, también se establece el ritual de despedir con respecto y admiración
a los compañeros que se marchan al cielo, maravillosa escena que nos deja con
el alma triste y jubilosa, de manera simultánea. Al fin y al cabo, la vida es
un proceso de cambios indetenibles y muchos colores.
Y la
enseñanza más importante de Flow: por encima de todo,
reconocernos como somos en el estanque que no solo refleja nuestro perfil del
presente, sino que también nos proyecta como seres del futuro.
Flow
(2024). Dirección: Gints Zilbalodis; Guion: Gints Zilbalodis y Matiss Kaza;
Fotografía y edición: Gints Zilbalodis; Música: Rihards Zalupe y Gints
Zilbalodis.
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