martes, agosto 25, 2009

Sugar: el lado amargo del béisbol


El béisbol forma parte de la identidad dominicana. Más que un deporte, es una pasión nacional que se vive y se sufre con la misma intensidad del primer amor.

Desde del invento de la agencia libre en el béisbol de Estados Unidos, los peloteros bailaron una danza millonaria que los reinvidicó socialmente. Para los jugadores dominicanos, se convirtió en su única posibilidad de ascender socialmente. Tenemos una nueva Meca: Major League.

Eso explica el fenómeno de que cientos de familias fundamentan sus esperanzas de mejoría económica si uno de sus muchachos llega a las grandes ligas y, eventualmente, consigue un contrato que compense su talento para el juego.

Estamos tan hipnotizados por la ilusión que nunca percibimos que, por cada Sammy Sosa (a quien muchos atribuyen el renacimiento del béisbol) cientos de jóvenes ven frustradas sus esperanzas y aportan su propio ladrillo al muro de los sueños rotos.

Sugar, escrito y dirigido por Ryan Fleck y Anna Boden, aborda la travesía de llegar a las grandes ligas desde la perspectiva de quien no tuvo la calidad necesaria para establecerse en grandes ligas. Y, como perspectiva, se agradece porque siempre olvidamos el lado amargo de la historia.

Sugar, si dejamos de lado las deficientes actuaciones, posee el gancho dramático necesario para atraparnos en su drama. Y aporta: las escenas rodadas en Dominicana contienen más de nuestros elementos culturales que muchas películas “dominicanas”.

Fleck y Boden trabajan muy bien su aproximación al complejo universo de un prospecto dominicano y, a pesar de su evidente indulgencia para los personajes gringos, es indudable su honestidad a la hora de concebir los protagonistas.

Sugar es una película de bajo presupuesto que se acerca más al lado humano de la historia (siempre el más interesante) con más contenido que cualquier gran superproducción de Hollywood que nos deja con las ganas de menos efectos, de menos defectos.

miércoles, agosto 19, 2009

Cine y literatura: el fenómeno Harry Potter


Hace poco más de dos años, la novela de J. K. Rowling, Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, vendió 11 millones de ejemplares en 48 horas, sólo en Estados Unidos e Inglaterra.

Eso no sólo convierte a Harry Potter en un fenómeno editorial, sino también social por el gran impacto cultural que produce en sus lectores. En palabras del Primer Ministro Británico Gordon Brown, “J.K. Rowling ha hecho más por la literatura que ningún otro ser humano.”

La afirmación es discutible, pero los 400 millones de ejemplares vendidos de las 7 novelas del aprendiz de mago son un hecho irrebatible.

Por supuesto, Warner Brothers lo sabía hace 10 años. Y, desde el lanzamiento de la primera en 1997, amarró en contrato las primeras cuatro entregas. Como la inversión dio resultados tan positivos, se redondeó el negocio para las 8 películas (la última novela de la saga será rodada en dos partes que se estrenarán en noviembre de 2010 y julio de 2011, respectivamente).

Independientemente de su éxito editorial, sorprende también la fidelidad de sus fanáticos hacia todo lo que representa la marca Harry Potter, incluyendo sus películas. Creo que esta saga abre un nuevo capítulo en la difícil relación cine y novela, caracterizado por la total aceptación de sus seguidores al concepto desarrollado para la pantalla grande.

Ahora que se estrena Harry Potter y el misterio del Príncipe, bien vale la pena repasar la estela triunfal de las anteriores:

Chris Columbus, creador de éxitos de taquilla como Home alone, fue impuesto por Warner Brothers como director de la primera cinta de la saga, Harry Potter y la piedra filosofal (2001), por encima de nombres como Steven Spielberg y Terry Gilliam. El chisme con este último dura hasta nuestros días.

Como recaudó unos $317 millones de dólares (en todos los casos, números de taquilla en USA), a sólo 3 días de su estreno se puso en marcha el rodaje de Harry Potter y la cámara secreta, que engrosó otros $262 millones a las arcas de sus productores.

El mexicano Alfonso Cuarón dirigió Harry Potter y el prisionero de Azkaban que consiguió la nada despreciable suma de $249 millones. Le siguió el inglés Mike Newell con Harry Potter y el Cáliz de fuego, que alcanzó $290 millones en recaudación.

Hace dos años, los miembros de esta nueva religión renovaron sus votos de fidelidad con Harry Potter y la Orden del Fénix, que dirigió David Yates y consiguió $292 millones. Razones de más para que Yates repitiera como director en la sexta entrega de la saga Harry Potter y el misterio del Príncipe. Al momento de escribir estas líneas, tenía acumulados unos $274 millones de dólares.

¿Cómo valoramos este filme? A la salida de la Premiere, mis encuestados abarcaban todos los matices: desde “la mejor película de la serie” hasta “una película insoportable”. Como común denominador: todos estábamos anonadados en el mundo del Colegio Howgarts de Magia y Hechicería.



jueves, agosto 06, 2009

Mis peores películas (y algunas confesiones)


Desde hace mucho tiempo, cuando me preguntan la mejor película que he visto, contesto automáticamente: El Padrino (1972, Francis Coppola).

Primera confesión: me resulta mucho más difícil seleccionar la peor película que he visto. En verdad no podría decidirme por alguna en específico y he optado por hacer una pequeña lista. Pequeña porque resulta imposible contabilizar la cantidad de malas películas que hemos visto en los últimos años. Pequeña porque siempre alguien protestará porque no incluye algún clavo sufrido en carne propia.

¿Cómo calificamos una mala película? Quiero proponer una discusión franca: al margen de la buena conjugación de los elementos del lenguaje cinematográfico (aspectos técnicos, guión), las actuaciones, el tema del filme y un largo etcétera, creo que uno de los factores más importantes a la hora de juzgar un filme es nuestra expectativa.

Es decir, nuestras expectativas no son las mismas cuando vemos un filme escrito, producido, actuado y dirigido por los Wayans a cuando vemos uno dirigido por un realizador de mucho prestigio como Tim Burton.

Nuestras expectativas no son las mismas cuando vemos un éxito taquillero que cuando asistimos a ver un filme ganador en festivales de cine.

Nuestras expectativas no son las mismas cuando vemos una ganadora del Razzie Award a lo peor del año, a cuando vemos una ganadora del Academy Award (Ambos casos, admiten más de una excepción).

Es por eso que prefiero dejar fuera del listado filmes como: Little Man, Epic Movie, Meet The Spartans y Disaster Movie. El argumento es el siguiente: ¿qué se podía esperar de ellas? Además, debo confesar mi animadversión hacia el humor escatológico que ha tenido un repunte en los últimos años.

Otra confesión: cuando he visto algunos clavos, incluso ganadores del Razzie, ha sido tanta la mala fama ganada, han despotricado tanto en su contra, he ido con las expectativas tan bajas que, al final,… no me han parecido tan desastrosos. En ese listado inlcluyo filmes como: Gigli (2003, Martin Brest) o Catwoman (2004, Pitof). Quiero poner a salvo mi dignidad con una aclaración pertinente: no estoy afirmando que sean buenas películas, digo que no me parecieron tan malas como su fama.

Dicho esto, repaso algunos de los clavos que dejaron cicatrices en mi anatomía cinematográfica:

El cartero (1997, Kevin Costner). A Costner lo odio porque con Danza con lobos (1990), impidió que Francis Coppola ganara su tercer Oscar a la Mejor Película con El Padrino 3. Ahora bien, independientemente de eso, Costner ha estado involucrado en más de un clavo sofocante. Consulte Waterworld (1995).

Gus Van Sant ganó adeptos como el nuevo enfant terrible del cine americano. Hasta que alguien lo convenció de hacer un remake del clásico de Hitchcock, Psicosis (1998).

A Tim Burton le admiro profundamente. Pero dicen las malas lenguas que, después de rodar la biografía Ed Wood (el peor director de cine de la historia), Burton se convirtió en el personaje para hacer El planeta de los simios (2001).

Guy Richie es uno de los mejores directores ingleses. Sólo hizo casarse con Madonna para caer en el desastre con Swept Away (2002).

Y, ¿qué me dicen de Steven Spielberg y su remake de La guerra de los mundos (2005)? Más allá de lo increíble…insoportable.

Luego de ganar el Oscar (Braveheart, 1995), luego de batir récords de taquilla (La pasión de Cristo, 2004), Mel Gibson dirigió Apocalypto (2006). Algunos hablan de castigo divino.

Los hermanos Wachowski (Larry y Andy) fundaron una nueva religión con la saga de Matrix. Pero luego dirigieron Speed Racer (2008).

Como sé que todos tenemos nuestra particular versión de la historia, espero sus listados.

Una última confesión: por razones de seguridad personal no menciono ningún filme dominicano.