viernes, marzo 22, 2013

Melancolía: el fin del mundo según Lars von Trier.

A Lars von Trier hay que reconocerlo como uno de los realizadores más estimulantes del cine contemporáneo. El problema con Von Trier es que siempre resulta controversial: desde hace unos años cuando encabezó el manifiesto del Dogma 95 (considerado un disparate por realizadores como Eliseo Subiela), hasta la infame rueda de prensa en Cannes en la que bromeó con ser Nazi y se ganó su expulsión como “Persona no grata”.

Al margen de estas discusiones, se hace necesario reconocerlo, junto a Woody Allen y Pedro Almodóvar, como uno de los mejores directores de actrices.
Bastaría señalar las tres que han ganado en Cannes como las mejores: Bjork (por Bailando en la oscuridad), Charlotte Gainsbourg (por Anticristo) y Kirsten Dunst (por Melancolía); y añadir otras notables actuaciones: Emily Watson (en Breaking The Waves), Nicole Kidman (en Dogville) y Bryce Dallas Howard (en Manderlay).

Para comprender su cine, es necesario dejarnos llevar de la mano sin resistencia, como el inocente a quien le contamos un cuento. Es importante que siempre Von Trier deja establecido el tono de sus historias con las primeras imágenes.

En el prólogo de Melancolía, aparece el cuadro Cazadores en la nieve (1565, Pieter Breughel), lo que, inmediatamente, crea una conexión directa con Solaris, la Obra Maestra de Andrei Tarkovsky, uno de los admirados de Von Trier, a quien dedicó su anterior filme.

Si ese es el prólogo, sabemos que hay que almacenar mucho aire en los pulmones para lo que viene, que habrá de sumergirnos en profundidades existenciales y que nuestras opciones se reducen a dos: salir corriendo de la sala o dejarnos seducir por la intensidad poética de sus imágenes. A estas alturas, deben sospechar que opté por lo último.

Melancolía es la historia del fin del mundo según Lars von Trier y creo ha sido la forma más bella (en términos dramáticos) de imaginar el último apagón: embestidos por ese planeta azul que estaba supuesto a deleitarnos con uno de los paisajes celestes más increíbles de la historia de la humanidad. Curiosamente, días antes de que escribo estas líneas, cerebritos de la NASA han dado un brillante consejo si se presenta el caso: “Recen.”

Pero Lars von Trier disecciona la sociedad contemporánea con Melancolía, segunda parte de su “Trilogía de la depresión” que comenzó con Anticristo (2011) y cierra este año con Ninfomaníaca.

En efecto, quienes conforman esta disfuncional familia (como la sociedad) están más empeñados en la banalidad de celebrar una boda que todos saben no va a funcionar (como la sociedad) que en afrontar el verdadero problema: el mundo se acaba en 5 días.

Habrá quien se refugie en las (in)exactitudes de la ciencia y su pronóstico, sólo para terminar suicidándose en el más completo abandono, entre bestias. Habrá quien se sienta en sintonía con el cosmos y se entregue desnuda a lo inexpugnable, con su certeza redimida. Habrá quien se refugie en los restos de la madre naturaleza, protegido por si inocencia. El Jefe sólo quiere un slogan.

(Quienes somos de este continente emocional que llamamos Caribe, tenemos soluciones muy precisas para estos casos, todas alejadas de ese existencialismo europeo y pasado de moda, pero eso es material para otra crónica.)

Melancolía se disfruta hasta el paroxismo como espectáculo sensorial postmoderno (la banda sonora es una joya) y nos sumerge en el cuestionamiento del poco sentido de las cosas que nuestra sociedad se plantea como necesarias. ¿Qué más se puede pedir al Cine del siglo XXI?

Melancolía (2011). Dirección y guión: Lars von Trier; Fotografía: Manuel Alberto Claro; Música: Richard Wagner (Tristán e Isolda) ; Elenco: Kirsten Dunst, Charlotte Gainsbourg, Charlotte Rampling, John Hurt.

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