miércoles, abril 25, 2012

Shame: el oscuro veneficio del sexo sin amor

Hace cuatro años, el británico Steve McQueen (no lo confundan con el actor americano protagonista de Papillón (1973), dejó boquiabierto a medio mundo con Hunger, su filme debut.

Tanto, que fue ganador del Premio Carl Foreman (*) de los Bafta como el más prometedor debutante y de la Cámara de Oro en el Festival de Cannes a la Mejor Opera Prima.

En ese filme sobre un prisionero del IRA (Ejército Republicano de Irlanda) quedaba evidenciado que nacía un director de cine al que le gusta mirar de frente lo que otros evitan, un realizador que no se anda con rodeos cuando se trata de acercarse a la realidad de las cosas. Como nota adicional, habría que señalar el impacto que causaba la actuación de Michael Fassbender.

Este tándem se ha reunido de nuevo para ofrecernos Shame, valiente película sobre un yuppie infeliz y adicto al sexo, analfabeto sentimental, cuya soledad se ve alterada por la intempestiva llegada de su hermana, una desorientada mujer cuyo pasado triste ha dejado marcas en sus muñecas y, aún así, es capaz de interpretar la versión más dulce que he escuchado de New York, New York. Una esplédida Carey Mulligan, quien viene demostrando su potencial desde An Education (2009, Lone Scherfig).

Nueva vez, Michael Fassbender logra una actuación sobresaliente, esta vez premiada con la Copa Volpi del Festival de Venecia. Sin duda, un papel que exige mucho compromiso por parte del actor, mucho coraje para encarnar un personaje tan a la deriva.

McQueen ofrece en Shame una amplia mirada al mundo del personaje protagonista (el filme es una sucesión de planos secuencias), atrevida porque ve más allá de lo que el cine habitualmente muestra, cruzando la frontera del corte de la cámara y desafiando la censura victoriana que todavía nos rige, en pleno siglo XXI, provocando alguna incomodidad en los más mojigatos.

Sexo en el apartamento y esa masturbada humedad que se queda entre las sábanas, no hace sino abonar más la soledad que oxida los resortes de su alma.

Cyber sexo ¿existirá alguna expresión de soledad más triste que el sexo online? Además del latente peligro de que la computadora se infecte con un virus, está la evidencia incapacidad de comunicar la necesidad de un beso, de un abrazo, de un aliento.

Sexo por dinero. Primero es pagar en efectivo para no dejar huellas (sólo los políticos y pastores estúpidos sucumben a la trampa). Como en cualquier performance, el tiempo es oro. Un trueque insensible de sudor y semen por monedas que es pura acrobacia física.

Sexo en la oficina. Para quienes evitan ligar trabajo y placer no hay problemas. El problema aparece ante la total negación a la posibilidad de soñar en pareja, de creer en el mito del amor eterno, o del amor sin apellidos que nos regala la ilusión del complemento. Ese veneno psíquico, por supuesto, tiene consecuencias físicas: impotencia que no curan las pastillas de la vergüenza y que lo hunde más en su oscuro veneficio.

Shame es la respuesta a quienes dudan de lo inútil del sexo sin amor, pero además un formidable ejercicio fílmico de Steve McQueen, uno de los más brillantes nuevos realizadores.

(*) Carl Foreman fue un notable guionista americano perseguido por el infame Joseph McCarthy, que se vió obligado a emigrar a Inglaterra.

Shame (2011). Dirección: Steve McQueen; Guión: Steve McQueen y Abi Morgan; Fotografía: Sean Bobbitt; Música: Harry Scott; Elenco: Michael Fassbender, Carey Mulligan.

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