lunes, noviembre 18, 2019

The Irishman: la nueva joya de Martin Scorsese.


The Irishman arranca con un plano-secuencia (marca de estilo de su director Martin Scorsese) en el pasillo de una residencia para envejecientes. De repente, la cámara se detiene, se gira y entra (entramos) en una habitación para encontrarnos con un decrépito Frank Sheeran, empotrado en su silla de ruedas, con el enorme peso de sus años de vida criminal, pero perfectamente lúcido. Tenemos suerte: el hombre quiere confesar (o sea, confesarnos) algunos de los detalles que le llenan el alma de fantasmas.
El formidable gancho está lanzado y caemos hechizados a la experiencia del filme de mayor duración en la carrera de Scorsese (3 horas y 30 minutos), que es también el filme de amplio estreno de mayor duración en los últimos 20 años.
Para mantenernos despiertos, Scorsese cuenta con la mano maestra del guionista Steven Zaillian, quien se basa en el libro “I Heard You Paint Houses” de Charles Brandt. Zaillian logra la maravilla de un guion lleno de puntos de giro en que se renueva la atención sobre ciertos personajes, teniendo siempre a Sheeran (el irlandés del título) como eje central. Incluso, se permiten fundir pasado, presente y futuro de los personajes al momento de presentarlos, con los detalles de la forma y la fecha de su muerte. Absolutamente brillante.
Zaillian es ganador del Oscar por su libreto para La lista de Schindler (1993, Steven Spielberg), pero tiene otras tres nominaciones: Awakenings (1990), Gangs of New York (2002, también dirigida por Scorsese) y Moneyball (2011).

El lado oscuro del alma americana.
Siempre he hablado de Scorsese como el cineasta americano contemporáneo que más sabe de cine. Así como de su fascinación por los anti-héroes vinculados a la historia de Estados Unidos. Realizador, además, de la película más honesta que he visto en mi vida: La última tentación de Cristo (1988).  
Scorsese se crió en el Little Italy de New York y habla de las cosas que conoce de primera mano, de las que vivió cuando niño y adolescente, de las que vio con sus propios ojos en esos vecindarios en que convergen las fuerzas más poderosas del universo: judíos, italianos e irlandeses, en un caos cósmico que ha estado presente en su cine desde Who’s that Knocking at my Door? (1967), su filme debut.
A estas alturas ya nadie pone en duda que Toro salvaje (1980) es la mejor película de esa década, además de que consagraba a su protagonista, Robert De Niro, como el mejor actor del cine, con su Oscar incluído. De Niro ya había estado en Main Streets (1973), Taxi Driver (1976) y New York, New York (1977). Con The Irishman completa su novena colaboración con Scorsese, la décima si contamos el cortometraje The Audition (2015).
En vez de hacer cine que parecen parques temáticos (el chisme del 2019), Scorsese se decanta por examinar el lado oscuro del alma americana y lo hace con la majestad de quien conoce su oficio de cineasta a la perfección. Sus fuentes de cine clásico (Hitchcock, por ejemplo) le enseñaron qué hacer para crear suspenso y eso no le falta en The Irishman.
El mundo de la mafia, algo tan cotidiano para quien creció en su barrio, lo retrata de manera magistral en varios de sus filmes: Goodfellas (1990), para muchos la mejor película sobre gángsters, Casino (1995) e Infiltrados (2006), por la que finalmente ganó el Oscar, aunque muchos consideramos ese un filme “menor”, dentro de su excepcional filmografía.
En ellas se hace una radiografía de los grupos económicos y sociales que se mueven en las sombras y que deciden, desde la elección de Kennedy hasta su muerte, pasando por financiar la invasión a Playa Girón, teniendo los negocios ilícitos, en cualquiera de sus formas, como único mandamiento y objetivo permanente.
Scorsese presenta hechos, no juzga, no se erige en moralista mojigato. Hace uso de su brillante discurso cinematográfico (mención especial para su editora Thelma Schoonmaker: 79 años y con velocidad de quinceañera) y nos mete en su mundo, sin resistencia, anulando momentáneamente nuestros complejos de culpas. No hay nada que perdonar, a pesar de la constante presencia de símbolos católicos en sus filmes.

De Niro versus Pacino.
Robert De Niro y Al Pacino son dos de los mejores actores del cine americano y, como emergieron en la misma etapa, el morbo popular se ha encargado de alimentar todo tipo de historias en su supuesta rivalidad.
De Niro se consagró (a las órdenes de Scorsese) con Taxi Driver (1976) y a lo largo de muchos años ha mantenido una carrera llena de formidables actuaciones y muchos desaciertos. Pero, sin duda es el mejor que vimos en la década de 1980-1990.
Pacino se consagró un poco antes, con El Padrino II (1974) y lo largo de muchos años ha mantenido una carrera envidiable. Por cierto, este filme marcó la primera vez que su nombre aparecía junto al de De Niro en el elenco, aunque no compartieron escena y fue este último quien consiguió su Oscar, como mejor actor de reparto. Pacino lo ganó mucho después, por Esencia de mujer (1992), 21 años después de su primera nominación.
La segunda vez que De Niro y Pacino (ahora sí) se vieron las caras fue en Heat (1995). Y hace 11 años en Righteous Kill.
Una de las razones para recomendar The Irishman es ser testigos del 4to round entre estos superdotados, estos dos monstruos frente a frente, dando cátedra de actuaciones fuera de este mundo, en un enfrentamiento de miradas que nos eriza la piel y nos hace aplaudir desde los asientos. Hacen que uno sienta sed de sangre.
Como les gusta las predicciones cinematográficas, aquí va una: de todas las nominaciones que el filme puede conseguir, a la que le veo mayores posibilidades es a Pacino como mejor actor de reparto. No imagino mayor justicia poética.
Como sería justicia poética que Scorsese, ese pineo asmático que sobrevivió a un barrio habitado por chicos rudos, ese espacio vital para una sociedad que predica piedad y ejercita violencia, ganara todos los premios del mundo por The Irishman, uno de los mejores filmes de 2019.

The Irishman (2019). Dirección: Martin Scorsese; Guion: Steven Zaillian, basado en el libro de Charles Brandt; Fotografía: Rodrigo Prieto; Edición: Thelma Schoonmaker; Música: Robbie Robertson; Elenco: Robert De Niro, Al Pacino, Joe Pesci, Harvey Keitel, Anna Paquin.

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