viernes, abril 26, 2013

Amor, la Obra Maestra de Michael Haneke.

Hay quienes aseguran que Michael Haneke es el mejor director de cine del mundo. Si no lo es, merecería serlo, a juzgar por la consistencia de alta calidad de los filmes que conforman su carrera de cineasta, incluyendo dos ganadoras de la Palma de Oro en Cannes: La cinta blanca (2009) y Amor (2012), lo que le inscribe, por derecho propio, en un exclusivo club formado por: Francis Ford Coppola, Emir Kusturica, Shoei Imamura, Jean-Pierre y Luc Dardene, Alf Sjöberg y Bille August.

Pero desde hace mucho tiempo viene cosechando premios con cada película que hace. Funny Games (1997), le valió el premio al Mejor Director en el Festival de Cine de Chicago. El propio Haneke dirigió el remake gringo 10 años después.

La profesora de piano (2001) le consiguió el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes, así como los galardones para sus actores.

Con Caché (2005) ganó como Mejor Director en Cannes, el Premio de la FIFRESCI y el Premio del Jurado Ecuménico. El filme también ganó 5 Premios del Cine Europeo.

Entre los premios de La cinta blanca (2009), menciono: la Palma de Oro y el premio FIPRESCI en Cannes, el premio del Sistema de Educación de Francia, 3 Premios del Cine Europeo, 10 Premios Lola (el Oscar del cine alemán) y el Globo de Oro.

Pero el triunfo de Amor ha sido apoteósico: Palma de Oro en Cannes, 5 Premios Cesar, Oscar Mejor Película Extranjera, Globo de Oro, Bafta, 4 Premios del Cine Europeo, un largísimo etcétera y el National Board Review.

No me gusta usar el siguiente argumento, pero tanta gente no puede estar equivocada: Haneke consigue con su filme llevarnos de la mano en esta profunda historia de amor de la tercera edad sin sobresaltos, sin estridencias, con apenas unos pocos diálogos imprescindibles para sumergirnos en el drama de sus personajes, encarnados por dos auténticas estrellas del cine francés: la maravillosa Emmanuelle Riva y el inolvidable Jean-Louis Trintignant.

Haneke dice mucho con muy poco, acaso maestría de cineasta veterano. Usa justo las palabras que necesita y procura espacio para la extraordinaria capacidad histriónica de sus actores, sus gestos, sus miradas cómplices, sus elocuentes silencios.

Amor es un formidable ensayo fílmico sobre la ternura más allá del deseo consumado en la certeza de la carne trémula, más allá de los espejos mentirosos que nos llenan la cara de arrugas, el cuerpo de lamentos y el alma de cicatrices.

En efecto, la ternura es la respuesta para llenar de magia la cotidianidad de un desayuno de muchas décadas, entre pastillas de colores, con sonatas de Schubert de música de fondo.

El amor es para la parte más difícil: seguir atado a una mujer, aún después de conocer de primera mano todas sus miserias, de verla reducida a huesos y pellejo que no pueden valerse por si mismos, traicionados constantemente por las incontinencias, las nece(si)dades que vienen con los años.

Amor que trae de la mano a la tolerancia para resistir los repentinos cambios de humor, para sonreir siempre con humor de primavera sin alergias, para seguir conversando de lo mismo aún cuando la memoria veleidosa se evapora con el tiempo.

Pero Amor también celebra la libre voluntad, las decisiones que tomamos cada segundo y que tienen un efecto en nuestras vidas. Y para aceptar esa libre voluntad se necesita colectar todo sentimiento vivido, y anudar la lógica para tomarnos una licencia poética que nos salve del llanto inconsolable.

Amor (2012). Dirección y guión: Michael Haneke; Fotografía: Darius Khondji; Música: Franz Schubert interpretado por Alexandre Tharaud; Elenco: Emmanuelle Riva, Jean-Louis Trintignant.

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