En 1922, el director alemán Friedrich Murnau estrenó Nosferatu, un filme esencial del Expresionismo Alemán que, de inmediato, se convirtió en “filme de culto”. El filme era una adaptación no autorizada de la novela Drácula y la viuda de Bram Stoker logró una sentencia condenatoria por plagio. Pero la joya de Murnau trascendió prohibiciones y, desde entonces, tiene un sitial muy especial en el género de terror.
En 1979,
otro director alemán, Werner Herzog, hizo su propia versión de Nosferatu
y dejó muy complacidos tanto a los fanáticos del clásico de Murnau, como a las
nuevas audiencias que quedaron maravilladas por los resultados. El vampiro
cobró vida eterna en la memoria colectiva de miles de cinéfilos.
Ahora,
Robert Eggers nos presenta Nosferatu y sus logros estéticos
están a la vista de todos. Para Eggers no es más que la confirmación de su
extraordinario talento para el género de terror, ya mostrados en títulos como: La
bruja (2015) y El faro (2019), ganadora del Premio
Fipresci en Cannes.
Buen
estudiante de los clásicos de terror, Eggers fundamenta su propuesta con un
diseño de producción que evoca los mejores momentos del Expresionismo Alemán.
En efecto, escenografía y vestuario, maquillaje y peinados, forman parte de
elementos del lenguaje cinematográfico que se combinan para crear una atmósfera
gótica extraordinaria que, literalmente, asfixia a nuestros personajes… y al
público que empatiza con ellos.
A eso se
une la magnífica dirección de fotografía e iluminación de Jarin Blaschke,
fotógrafo de todas las películas de Eggers, que hace de Nosferatu una de las
experiencias cinéfilas más terroríficas de los últimos años, o sea, cumplir con
el cometido de estremecer de pánico a las audiencias. Blaschke usa los ángulos
y compone los encuadres que amerita la historia. La música de Robin Carolan
también juega un papel de primer orden para sembrarnos el miedo en los huesos.
Nosferatu también resulta siempre atractiva
porque, recordemos, es una historia de amor entre Orlok y Ellen (o Drácula y
Mina, en el original de Stoker), quienes se aman a través de los tiempos, con
una fuerza que desafía al destino y todas las convenciones, como es de
esperarse de una novela publicada en 1897. Un amor abrumador que, sin embargo,
es imposible de materializar por parte de los amantes involucrados y su
sufrimiento de siglos. El público, como siempre, adora los imposibles.
Por
momentos, Nosferatu sirve de perfecto ejemplo de lo que es una relación
de atracción-rechazo, de amor-repulsión, a sabiendas de que el futuro de la
novia puede ser un martirio, una eternidad destinada a las sombras del alma y
del cuerpo. Pero ellos no serán los primeros, ni los últimos dispuestos a
inmolarse en el nombre del amor, para satisfacer las expectativas (o el morbo)
de un público romántico que siempre se aferra a la esperanza de un mejor amanecer,
en que la luz del Rey Sol disipa las tinieblas.
Nosferatu
(2024). Dirección: Robert Eggers; Guion: Robert Eggers, basado en el guion de
Henrik Galeen y la novela de Bram Stoker; Fotografía: Jarin Blaschke; Edición:
Louise Ford; Música: Robin Carolan; Elenco: Lily-Rose Depp, Nicholas Hoult,
Bill Skarsgard.
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