Pues se equivocan, otra vez.
El nuevo filme de Darren Aronofsky, ¡madre! (así, con minúsculas), ha dividido ferozmente a la crítica cinematográfica local e internacional.
Por un lado, están quienes elogian su impecable factura y posibles significados y, por el otro, quienes aducen que una petulante demostración del director de Réquiem por un sueño y El cisne negro.
Quiero aclarar, de entrada, que estoy en el grupo de quienes consideran que el filme es excelente. Primero, por lo bien estructurado de su guion circular, es decir, la historia que se repite a sí misma, hasta el final de los tiempos.
Segundo, por la fuerte carga simbólica de sus imágenes (y sus posibles interpretaciones); y
Tercero, por la maestría (con sus habituales excesos) con la que Aronofsky maneja los elementos del lenguaje cinematográfico.
El propio director ha salido a “explicar” el filme, en base a sus obvias referencias bíblicas: Dios y la naturaleza, Adán y Eva (el primer hombre y la ¿primera? mujer), Caín y Abel (un hermano que asesina al otro).
Yo prefiero ese esquema de análisis, pero referido al universo del artista creador, es decir, el Dios de su propio universo, el Amo que crea y destruye, a su entera voluntad. Un ser absolutamente egocéntrico que limita y asfixia a quien tiene la suerte de acompañarle: quien es pareja de un actor, es pareja también de sus personajes; quien es pareja de un escritor, comparte su vida con una multitud.
El mito del Eterno Retorno.
Pero ese Artista Creador (¿seremos realmente el capricho de Dios?) es un ser que muta con las estaciones. Me permito citar a mi novelista favorito, el Maestro Milan Kundera, cuando explica la teoría de Nietzsche: “La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht). Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad.”
Para esa
maravillosa máquina de ideas que es el (artista) Creador no existen las medias tintas:
todo es radical, extremo, romántico. Y la entrega a ese ideal jamás se
cuestiona sin importar que, a veces, crea una rutina tóxica y lacera los corazones.
El Creador lo sabe, pero en su infinito ego, lo asume como sino de su víctima.
Promete miles de veces que va a cambiar. Nunca lo hará: se debe a la adicción
del aplauso, al público expectante que le idolatra, al elogio a su locura
apenas contenida.
Pero
siempre le atrae el abismo: ha perdido el miedo a caer y la adrenalina en su
sangre lo lleva a un estadio en que no importa el qué dirán (si es que acaso
entienden algo), solo la magia expresiva de quien se convierte en su propia
obra y se sopla a sí mismo aliento de vida. Por eso, de vez en cuando, debe
responder las preguntas de la prensa.
En el otro
lado del deseo, apenas una esperanza disimulada de que ocurra el milagro de
despertar, para comenzar a vivir el sueño de pertenecer.
Hombre y la Madre Naturaleza.
Todos
somos monos con algo de imaginación. Con algún nivel de privilegio en la cadena
alimenticia, pero nada más. Hace muchos años, un programa de una televisora
española iniciaba con la frase “El hombre es el único animal que tropieza dos
veces con la misma piedra”. Puede parecer pesimista, pero lo que evidencia en
nuestra enfermiza estupidez de irrespetar a la Madre Naturaleza. Hay ilustrados
que postulan que el cambio climático es mentira. Es como asistir a un ruidoso
concierto que termina en caos total.
Es
importante entendernos. Para comenzar: no podemos hablar todos al mismo tiempo,
so pena de estallar en otro Big Bang que traiga la anhelada paz al cosmos.
Perdemos
de vista que lo que se procura es que se mantengan las condiciones para que los
seres humanos puedan seguir viviendo en el planeta. En realidad, el planeta
puede prescindir de nosotros y seguir existiendo.
¡madre! tiene su lectura ecológica, pero nadie le ve
esa arista. De cualquier manera, queda inscrita como una de las mejores
películas de 2017.
¡madre!
(2017). Dirección y guion: Darren Aronofsky; Fotografía: Matthew Libatique; Edición:
Andrew Weisblum; Elenco: Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Michelle Pfeiffer,
Ed Harris.
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