Roland Emmerich me parece uno de los carajos más necios del mundo. Imaginen sus niveles de necedad que ha acabado con el mundo (o buena parte de él) en 4 ocasiones, a saber: Día de la Independencia (1996), Godzilla (1998), El día después de mañana (2004) y ahora con 2012.
Como 2012 (la nueva fecha de acabarse el mundo según la predicción Maya) recaudó $65 millones de dólares en su primer fin de semana en Estados Unidos y $165 millones de dólares en el resto del mundo, cabe hacernos la primera Pregunta Esencial del día: ¿nos estamos volviendo locos?.
2012 costó unos $200 millones y tiene la mayor cantidad de efectos especiales que se hayan visto en un filme. Que sean los más caros, no quiere decir que sean los más convincentes. Si me lo preguntan, el filme con los mejores efectos visuales sigue siendo Forrest Gump, pero ese es tema para otra ocasión.
Lo curioso es que se gasten tanto dinero para hacerme un cuento bíblico muy antiguo, ahora en su versión actualizada: las nuevas Arcas son de metal y han sido financiadas por los poderosos del planeta.
Hollywood ha sabido sacarle provecho al tema del fin del mundo. Todavía más: la ola de filmes creció al final de los noventa, en el proyectado Apocalipsis del año 2000. Segunda Pregunta Esencial del día: ¿nos estamos volviendo locos?
Breve repaso al expediente, exceptuando zombies, enemigos de James Bond y otras alimañas.
El antes y después del tema lo marca 12 Monkeys (1995, Terry Gilliam): a pesar de ser incomprensible, la gente descubrió a Brad Pitt como estrella emergente.
Con aires tecnológicos y pesimistas, Terminador (1984, James Cameron) consolidó a Arnold Schwarzenegger como estrella de muchos músculos y pocas palabras.
Antes del cambio de siglo (mal calculado para diciembre del 1999) llegaron Armaggedon (1998, Michael Bay) y Deep Impact (1998, Mimi Leder).
En 1999, los hermanos Wachowski fundaron una nueva religión con The Matrix, introdujeron el concepto de realidad virtual y, hasta el momento, permanecemos confudidos.
Y llegó el nuevo siglo. Y nada pasó. Y tuvimos que pagar todo lo que cogimos fiao. Y, para que deseáramos que todo se cumpliera, Tim Burton hizo El planeta de los simios, decepcionante nueva versión del clásico de 1968.
Danny Boyle, ahora adorado por muchos luego que ganara el Oscar, acabó con el mundo en 28 días después (2002).
El siguiente turno al bate le correspondería a Jon Amiel con El núcleo (2003). Se ponchó sin tirarle.
Luego, Steven Spielberg se enamoró de la idea de hacer una nueva versión de La guerra de los mundos (2005), decepcionante nueva versión del clásico de 1953.
El año pasado, el mundo casi se acabó dos veces: con The Happening (M. Night Shymalan) y una decepcionante nueva versión del clásico de 1951 El día que la tierra se detuvo (Scott Derrickson). Se anuncia una avalancha de filmes sobre el tema, incluyendo una ¿decepcionante? nueva versión de When Worlds Collide (1951) que va a dirigir Stephen Sommers.
No más preguntas, Magistrado. Estamos locos.
Como 2012 (la nueva fecha de acabarse el mundo según la predicción Maya) recaudó $65 millones de dólares en su primer fin de semana en Estados Unidos y $165 millones de dólares en el resto del mundo, cabe hacernos la primera Pregunta Esencial del día: ¿nos estamos volviendo locos?.
2012 costó unos $200 millones y tiene la mayor cantidad de efectos especiales que se hayan visto en un filme. Que sean los más caros, no quiere decir que sean los más convincentes. Si me lo preguntan, el filme con los mejores efectos visuales sigue siendo Forrest Gump, pero ese es tema para otra ocasión.
Lo curioso es que se gasten tanto dinero para hacerme un cuento bíblico muy antiguo, ahora en su versión actualizada: las nuevas Arcas son de metal y han sido financiadas por los poderosos del planeta.
Hollywood ha sabido sacarle provecho al tema del fin del mundo. Todavía más: la ola de filmes creció al final de los noventa, en el proyectado Apocalipsis del año 2000. Segunda Pregunta Esencial del día: ¿nos estamos volviendo locos?
Breve repaso al expediente, exceptuando zombies, enemigos de James Bond y otras alimañas.
El antes y después del tema lo marca 12 Monkeys (1995, Terry Gilliam): a pesar de ser incomprensible, la gente descubrió a Brad Pitt como estrella emergente.
Con aires tecnológicos y pesimistas, Terminador (1984, James Cameron) consolidó a Arnold Schwarzenegger como estrella de muchos músculos y pocas palabras.
Antes del cambio de siglo (mal calculado para diciembre del 1999) llegaron Armaggedon (1998, Michael Bay) y Deep Impact (1998, Mimi Leder).
En 1999, los hermanos Wachowski fundaron una nueva religión con The Matrix, introdujeron el concepto de realidad virtual y, hasta el momento, permanecemos confudidos.
Y llegó el nuevo siglo. Y nada pasó. Y tuvimos que pagar todo lo que cogimos fiao. Y, para que deseáramos que todo se cumpliera, Tim Burton hizo El planeta de los simios, decepcionante nueva versión del clásico de 1968.
Danny Boyle, ahora adorado por muchos luego que ganara el Oscar, acabó con el mundo en 28 días después (2002).
El siguiente turno al bate le correspondería a Jon Amiel con El núcleo (2003). Se ponchó sin tirarle.
Luego, Steven Spielberg se enamoró de la idea de hacer una nueva versión de La guerra de los mundos (2005), decepcionante nueva versión del clásico de 1953.
El año pasado, el mundo casi se acabó dos veces: con The Happening (M. Night Shymalan) y una decepcionante nueva versión del clásico de 1951 El día que la tierra se detuvo (Scott Derrickson). Se anuncia una avalancha de filmes sobre el tema, incluyendo una ¿decepcionante? nueva versión de When Worlds Collide (1951) que va a dirigir Stephen Sommers.
No más preguntas, Magistrado. Estamos locos.
1 comentario:
Hola Jose. Tienes razon, son muy acertados tus comentarios, de verdad, acaso nos estamos volviendo locos? Lo de la matrix hay que buscar su origen confusion en la mitologia y filosofia grecorromana, en la tecnologia tecnocrata, etc., Solo son inventos, que tratan de meternos por no se sabe donde, de consumo, asunto de cuartos.
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