El dominicano Nelson Carlo de los Santos logró en 2024 lo que ningún otro realizador latinoamericano en la historia: conquistar el Oso de Plata al mejor director en el Festival de Berlín.
Lo hizo con
un filme que el propio director del festival definió como “inclasificable”: PEPE,
una fábula moderna sobre un episodio surreal de la historia reciente de Colombia.
El
narcotraficante Pablo Escobar, dentro de sus muchas excentricidades, hizo importar
hipopótamos desde Sudáfrica a su Hacienda
Nápoles. Nadie previó que estos mamíferos se multiplicarían como conejos y,
por libres y territoriales, alterarían el equilibrio natural en el río
Magdalena, cuando se alimentaron con todo lo que encontraron a su paso por
tierra o agua y cambiaron las reglas de pesca y tránsito por el cauce del
Magdalena.
Como
solución, las ineficientes autoridades organizaron brigadas de cacería para
eliminarlos. Pepe es la figura visible de esta cruel historia de abuso de poder
por parte de los “dos patas”.
Lo novedoso
es que De los Santos aborda la historia desde la perspectiva del Pepe asesinado
y sus dudas existenciales, incluidas su voz y su cuerpo, y su conciencia de que
tiene voz y cuerpo.
Pepe tiene
solo dos certezas: viene del África y está muerto. De los Santos tiene varias y
las esconde bajo la manga como buen prestidigitador, esperando el momento
preciso para ponerlas en contexto.
Las cosas
como son: PEPE es un formidable ejercicio de gramática cinematográfica de
parte de Nelson Carlo de los Santos, que puede resultar insufrible
para ese público colonizado por Hollywood que acostumbra a revisar su whatsapp en la sala de cine. PEPE
es el tipo de cine que demanda toda nuestra atención hacia los textos, los
subtextos y los detalles de la historia. Por supuesto, se nota influencia de la
Nueva Ola, de Godard y hasta del minimalismo de Bresson, fuentes que De los
Santos explora, estudia, aprende y adapta a sus necesidades caribeñas.
En sus
maravillosas certezas, De los Santos no transige con PEPE: o te entregas a su
historia o te entregas a Morfeo. Para los que se quedan a soñar a 24 cuadros
por segundo, la apuesta es montarse en una narrativa que no da respiro: en
efecto, PEPE contiene innegables elementos del thriller, pero sin sus
convencionalismos rancios y limitantes. Por razones obvias, en algún momento,
puede parecer Jurassic Park o Tiburón. La novedad es que no se
muestra casi nada y eso nos obliga a completar el escenario en nuestra
imaginación.
De los
Santos se va a blanco (o a negro, que no es una cuestión racial) cuando quiere,
sin la típica preocupación de si el público se pierde en el camino: lo
importante es contar la historia sacando el mayor provecho a las posibilidades
narrativas del Séptimo Arte, algo poco frecuente en nuestros días. De los
Santos se va a negro y una poderosa voz nos conduce a través del túnel. Al
final se advierten luces intermitentes… ¿o son disparos? “Una maldición que
huele a muerte, a gringo y a arepa.”
PEPE se apoya en una excepcional
dirección de fotografía que es preciosista cuando la historia lo amerita y se
vuelve cómplice de la intriga cuando es necesario. Solo vemos lo que se debe y
nada más. De cuando en vez, los efectos especiales contribuyen para crear
atmósferas de ensueño que siempre ocultan innumerables pesadillas, desde la
impotencia del pescador cuando ni su mujer, ni las autoridades le creen que ha
visto un monstruo en el río, hasta la presencia centenaria de los sicarios
extranjeros que siempre tiran a matar.
Al igual
que lo hizo en Cocote (2017), De los Santos inserta en PEPE algún segmento de
reportes de televisión que, como bien sabemos, merecerían ganar cualquier
premio surrealista del mundo a las cosas más insólitas. Claro, en el mundo de
las redes sociales, un concurso de belleza con comentarios sociales también
califica como espectáculo.
Como sucede
con los grandes mitos, PEPE cae abatido en medio de su
espanto y su soledad, convertido en el objeto de la propaganda oficial de la
excelencia. Medallas del congreso para los involucrados.
PEPE (2024). Dirección y guion: Nelson Carlo de los Santos; Fotografía: Roman Lechapelier, Camilo Soratti, Nelson Carlo de los Santos; Edición: Tom Swash; Voces: Jhon Narváez, Harmony Ahalwa, Fareed Matjila.
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