Una frase hermosa y terrible de Simone Weil sirve de epígrafe a la novela de Sigrid Nunez en que se basa la nueva película de Pedro Almodóvar: “La plenitud del amor al prójimo estriba simplemente en ser capaz de preguntar: «¿Cuál es tu tormento?».
Creo que
esa pregunta Almodóvar se la ha hecho a cada uno de los personajes que ha
escrito a lo largo de su extensa y fructífera carrera, que ahora nos presenta La
habitación de al lado, flamante ganadora del León de Oro en el Festival
de Venecia.
En
efecto, Almodóvar nos brinda otra formidable lección de buen cine, con su
particular estilo para los detalles de la producción, sin dejar de poner el
acento en lo esencial: el arco dramático de sus personajes centrales: Ingrid y
Martha.
La
premisa es como sigue: Ingrid y Martha se conocen desde su juventud cuando
trabajaban para la misma revista. Ingrid termina convertida en novelista de
autoficción, mientras Martha se hace corresponsal de guerra. La vida las junta
de nuevo muchos años después en New York, justo en el momento en que Martha
recibe tratamiento para su cáncer terminal.
Almodóvar
es uno de los mejores directores de actrices del cine. Lo deja en evidencia por
enésima vez con Tilda Swinton y Julianne Moore. Swinton, uno de los rostros más
almodovianos en toda la galaxia, ya colaboró con el director en La
voz humana, cortometraje de 2020 basado en el texto de Jean Cocteau. Y
es obvio que es una de las mejores actrices del mundo: Copa Volpi en Venecia
por Eduardo
II (1991), Oscar a la mejor actriz de reparto por Michael Clayton (2007),
Premio del Cine Europeo a la mejor actriz por Necesitamos hablar de Kevin
(2011) y León de Oro honorífico en 2020. No me gustan los spoilers pero en La habitación de al lado hace dos
papeles.
Moore es
una de las pocas actrices que ha ganado los cuatro grandes premios de
actuación: por Still Alice (2014) ganó el Globo de Oro, el SAG, el Bafta y el
Oscar, además de la Cámara de oro en Berlín. Ha ganado como mejor actriz en
Cannes por Mapa a las estrellas (2014) y la Copa Volpi por Lejos
del cielo (2002).
Almodóvar
se vale de sus rostros para construir un diálogo con sus miradas que trasciende
el texto que recitan, se vale de su lenguaje corporal para expresar todo lo que
ocultan las palabras y sus dos formidables actrices se entregan al juego. En
esa brecha, la mayor sororidad que hemos visto entre dos personajes en mucho
tiempo. Por demás, muchos primeros planos de sus rostros lo dejan bien claro:
sus talentos están en su mejor momento.
En el
contexto de sus palabras, hay una especialmente problemática: “eutanasia”.
Almodóvar aprovecha y se monta su discurso contra la ultraderecha y la prensa
que le sirve a sus preceptos, los mismos que son capaces de negar el cambio
climático y han satanizado la palabra.
La habitación de al lado habla de la libertad de elegir, de la voluntad
de quienes renuncian a la compasión como sobras de afectos de una sociedad cada
vez más indolente, cada vez más despersonalizada.
Vamos a
las simetrías: el personaje de Ingrid escribe autoficción, es decir, ficciona
su propia vida, tal y como lo hizo Almodóvar en Dolor y gloria. Martha,
por el contrario, se debe por completo a los hechos comprobables, lo que la
hermana con el personaje Janis, de Madres paralelas, Copa Volpi para
Penélope Cruz.
Almodóvar
es cine en estado puro y nos acerca un poco más a la realidad. En su brillante
dirección de arte, se integran elementos que crean una simetría perfecta: ya
sea una foto de María Cristina García, ya sea Naturaleza viva de Maruja
Mallo, la portada del libro sobre Dora Carrington, ya sea un cuadro de Sandro
Kopp, el marido de Tilda y con ella como tema…o sea, es una forma de mostrarnos
que Almodóvar apapacha a sus personajes como si fueran familiares cercanos.
A los
personajes de Almodóvar les atormenta dejar asuntos pendientes en este mundo,
justo lo que pensaba Sole de Irene en Volver, premio al elenco de actrices
en Cannes. Por eso, Martha reinvidica su verdad como la única que puede creer
para descansar en paz, sin temor del qué dirán.
Si la
vida es un eterno retorno, como postulaba Nietzsche, todos volvemos al punto de
partida tan desprovistos como al principio de los tiempos, con nuestra razón
como único argumento y nuestra pasión como combustible. Esa creencia conforta a
Martha frente a lo ineludible.
La
guerra, glorificada por la ultraderecha y sus voceros, le ha dado un oficio a
Martha, pero le ha arrebatado todo lo demás: primero a su amor de juventud
convertido en bagazo y luego, ella misma se le pierde a su hija, fruto de sus
viajes a donde hay guerra, creando un insalvable abismo de incomprensiones
entre ellas.
Los
mismos de siempre, que se jactan de poseer suficientes ojivas nucleares para
destruirlo todo, se abrogan el control sobre los derechos individuales de los
que habitamos el planeta. Tienen a una estructura de promoción y propaganda a
su servicio, pero Almodóvar hace tiempo que perdió el miedo y los enfrenta con La
habitación de al lado, su filme más político, sin estridencias, ni
sobresaltos. Con la calma tibetana de quien macera sus pensamientos con la
experiencia que solo brindan los años.
El
Almodóvar de siempre trae alguna referencia cinéfila: ya sea Buster Keaton con
uno de sus clásicos, ya sea Jean Fontaine con Cartas de una desconocida
(1948), ya sea John Huston con su adaptación de Los muertos (1987), relato
de James Joyce que está presente a lo largo del filme. Tan presente que logra
una milagrosa fusión cuando empieza a nevar en New York y “Cae la nieve. En la
solitaria piscina que nunca usamos. En el bosque, donde paseamos y tú te
tumbaste, exhausta, en el suelo. Cae sobre tu hija y sobre mí, sobre todos los
vivos y los muertos”.
La
habitación de al lado (2024). Dirección: Pedro Almodóvar; Guion Pedro
Almodóvar, basado en la novela de Sigrid Nunez; Fotografía: Eduard Grau;
Edición: Teresa Font; Música: Alberto Iglesias; Elenco: Tilda Swinton, Julianne
Moore, John Turturro.
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