martes, octubre 11, 2022

“Blonde”: Norma Jeane, la desdichada.

La mañana del 4 de agosto de 1962, el cadáver de Norma Jeane Mortenson fue encontrado por una de sus asistentes. Nada que hacer. Una sobredosis de somníferos y alcohol apagó los latidos de esta mujer doblada por la desdicha que, en su último minuto, tomó el teléfono para llamar al hombre que amaba. En ese mismo instante, renació Marilyn Monroe, el mayor mito erótico que ha creado el cine, un referente de sexo, sudor y lágrimas que se mantiene hasta nuestros días.

Desde entonces, los hombres (y algunas mujeres) de varias generaciones hemos mojado las sábanas por esa rubia de curvas de vértigo, que nos susurra “Papi” en nuestros sueños más húmedos y se entrega sin reservas a nuestras fantasías más salvajes.

El primer problema con Blonde es que es la biopic ficcionada de Norma Jeane Mortenson y no de Marilyn Monroe. Por supuesto, todos preferimos las alfombras rojas, los escotes generosos en vestidos de ensueño, los flashes de las cámaras que atrapan sonrisas de comerciales, las premieres con champaña, mucha champaña.

Pero Blonde nos presenta más a la mujer de carne y hueso, de madre esquizofrénica y padre desconocido, de niñez traumática, de amores imposibles (no con Charles Chaplin Jr, eso es ficción), de violaciones consumadas, no la de “Míster Z” (en obvia referencia a Darryl Zanuck, jefe de la 20th Century Fox, un acosador con muchas historias, ninguna asociada a Monroe). Blonde es el inventario de miserias de una mujer insegura, llena de sombras, de tristezas, de afectos no correspondidos, que se sabía a la deriva emocional, mientras los estudios la promovían en vallas gigantescas como referente de felicidad. Horrible mentira del mercadeo cinematográfico que nos impide ver a las “Estrellas” como personas con problemas, como seres humanos que consiguen fama y dinero y luego quieren comprar una vida real, íntima, alejada de los paparazzi.

(Hago un necesario paréntesis: el novelista, cuando concibe su obra, no tiene ningún compromiso con la verdad histórica. Es un creador de universos, no un historiador. Todo debe responder al propósito de su estructura dramática y tiene todo el derecho del mundo para tomarse las “licencias creativas” que considere necesarias. Fin de la discusión.).

Blonde está basada en la novela de Joyce Carol Oates y eso es muy importante para discernir sobre los excesos que comete Andrew Dominik al escribir y dirigir la versión fílmica sobre la base de un equilibrio muy precario: la propuesta dramática que pierde intensidad cuando se basa en artificios literarios y se hace efectiva cuando recrea las portadas más famosas, así como el rodaje de algunos de los clásicos de Monroe: desde Los caballeros las prefieren rubias (1953, Howard Hawks) hasta Con faldas y a los loco (1959, Billy Wilder), pasando por la icónica escena de La tentación vive arriba (1955, Billy Wilder), la gota que derramó la paciencia de su marido de entonces, Joe DiMaggio, y tuvo como consecuencia una golpiza tristemente célebre. La masculinidad del pelotero estrella no soportó que el mundo entero disfrute de verle los panties, inmaculadamente blancos, a su mujer.

En Adaptación (2002, Spike Jonze), el guionista Robert McKee hace un desafío a sus desconcertados alumnos: “No se atrevan a usar la voz en off”. Dominik no tomó nota y su propuesta languidece cuando introduce la voiceover del padre ausente y del bebé nonato (licencias literarias que hay que atribuir a la novelista): por supuesto, incomoda al espectador. Misión cumplida. El problema es que esos momentos atentan contra su propuesta dramática. Ese decisivo momento en que un bostezo tiene el poder de una bomba atómica.

Como cumple con todas las reglas de un solo vehicle, a Blonde la salva el trabajo de la actriz cubano-española Ana de Armas: excepcional. Por ratos, logra que la actriz se difumine con el backstage y aparezca el personaje, sea Norma Jeane, sea Marilyn. Claro que hay una colaboración extraordinaria de los departamentos de maquillaje y peluquería (esperen sus nominaciones), pero es indudable que es mucho lo que apuesta De Armas en la construcción de la ilusión de encontrarnos frente a la “Rubia Bomba”. Extraño paralelismo: al igual que a Norma Jeane, algunos detractores no están preparados para darle el crédito que merece sumergirse en semejante personaje y echan mano al expediente de “su acento”. Inútil intento de socavar los méritos de una actuación que exige una entrega total, abandonarse a las fragilidades personaje por parte de la actriz.  

Frente a esos rebuznos, una imagen: Norma Jeane frente al espejo, hundida en su total oscuridad, mientras poco a poco, a base de ansiolíticos, alcohol y capas de maquillaje, nace de nuevo Marilyn Monroe y su espléndida sonrisa, y su carisma arrebatador. Un personaje para conquistar a todo el mundo y varios premios.

Con esa imagen me quedo, con esa mujer deseada y esquiva que sabemos es una quimera inalcanzable y, de alguna manera, nos deja un amargo sabor de desencanto en la boca. Nada que unas cervecitas no puedan remediar.  

 

Blonde (2022). Dirección y guion: Andrew Dominik, basado en la novela de Joyce Carol Oates; Fotografía: Chayse Irvin; Edición: Adam Robinson; Música; Nick Cave y Warren Ellis; Elenco: Ana de Armas, Adrien Brody, Bobby Cannavale.  

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