martes, noviembre 02, 2021

Liborio: muy buen debut de Nino Martínez Sosa.

Existen muy pocos personajes tan cinematográficos en nuestra historia como Olivorio Mateo Ledesma, conocido por todos como Papá Liborio. Sus cualidades como líder mesiánico, amén de brujo capaz de hacer milagros, profeta y guerrillero antiimperialista (aun cuando ese vocablo no se conocía en esos primeros años del siglo XX en San Juan de la Maguana) hacen de su vida tema ideal para un largometraje.

Existen muy pocos dominicanos para abordar la historia de Papá Liborio como Nino Martínez Sosa. Egresado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión, su destacada labor como editor de películas tan celebradas como: Papi (2020), Falling (2016), Barrio Cuba (2005) y Las horas del día (2003), nos dan una idea de su calidad como buen narrador de historias, condición imprescindible para ser buen editor.

Es por eso que el anuncio del estreno de su ópera prima, Liborio, levantó tantas expectativas. Lo digo de entrada: cumple con muchas de ellas, como lo demuestra el alud de premios que ha recibido en festivales internacionales, pero salimos de la sala con la sensación de que le falta algo para satisfacernos plenamente.   

Entre sus aspectos sobresalientes cabe destacar la magnífica ambientación lograda por la dirección de arte y departamentos cómplices (vestuario, maquillaje, fotografía) y el magnífico desempeño de Vicente Santos, uno de nuestros mejores actores. De hecho, Liborio es lo que los americanos llaman un solo vehicle, es decir, un vehículo para el lucimiento de su protagonista, en este caso Santos como Papá Liborio, una presencia absolutamente abrumadora en pantalla.

Apreciada de esta manera, aflora el primer problema que presenta su guion: cuando Liborio desaparece, por momentos, para permitirnos conocer otros personajes (con otras problemáticas, con otras capas de interés), disminuye la intensidad de los primeros minutos del filme y eso permite escaparnos de la historia un rato, distraernos con eventos que no son esenciales o explicaciones que son innecesarias (por ejemplo, la admiración que la gente le profesaba desde el primer momento).  

Eso permite, por decirlo de alguna manera, presenciar un Liborio más terrenal de lo deseado y menos misterioso de lo que la cultura popular y sus leyendas urbanas han tejido a lo largo de muchas décadas. Esa condición mesiánica (el hombre que volvió de las aguas de la inundación y le arrebata gente a la muerte) es la que debió explotarse con mayor énfasis, porque el cine es un vehículo ideal para eso, a través del montaje de las imágenes, oficio que su director conoce como pocos.  

En el momento en que nos sentimos listos para disfrutar de toda la magia de lo desconocido, la rigurosidad histórica nos presenta a un hombre del monte abatido por las balas del soldado invasor, ante una comunidad perpleja que no acepta una muerte tan tercermundista e implacable para el ídolo que no come pendejá, como dicen los versos de Luis Días.

Hay momentos en los que el filme es tan veraz que parecería que estamos frente a un documental. Esa intensidad de las ceremonias, de los rezos, de los cultos, del crear un altar sagrado en las montañas hacen de Liborio una experiencia pocas veces vista en el cine dominicano: retratar de forma tan convincente cómo nuestro pueblo se entrega a sus creencias roza la excelencia antropológica.

Liborio es un muy buen debut de Nino Martínez Sosa, una nueva voz del cine dominicano que apuesta por historias imprescindibles.

 

Liborio (2021). Dirección: Nino Martínez Sosa; Guion: Pablo Arellano y Nino Martínez Sosa; Fotografía: Óscar Durán; Edición: Ángel Hernández y Nino Martínez Sosa; Elenco: Vicente Santos, Karina Valdez, Ramón Candelario.

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