Pero cuando filma sus cartas de amor no se olvida de sus personajes, y Medianoche en París está repleta de personajes fabulosos por la sencilla razón de que París, hasta finales de la década 60, fue el centro mundial de las artes.
Sueño de intelectual: encontrarse, como por casualidad, en un café parisino con Salvador Dalí, con Pablo Picasso, con Henri Matisse, con Paul Gaugin y sugerirle, como por casualidad, a Luis Buñuel la idea para El ángel exterminador. Como por casualidad (Ay, Kundera), Cole Porter interpreta Let’s Do It.
Allen ha logrado construir ese sueño a través de Gil (Owen Wilson) y su pericia técnica para visitar su paraíso creativo resulta impresionante: nunca notamos la soldadura que empalma la realidad y la imaginación desatada.
Las campanadas de medianoche, contrario a la historia de la Cenicienta, abren de par en par las puertas de la fantasía para Gil, y también para nosotros, espectadores agradecidos por este viaje sublime a una época dorada para las artes, muy especialmente la literatura, la pintura y el cine.
Como traté de describir en Twitter (tiranía de 140 caracteres): En Medianoche en París, Woody Allen atrapa toda la magia, la poesía, la energía creativa de sus artistas, la Belleza, las canciones, las húmedas sensaciones de la lluviosa París de los 20. Y eso es más de lo que el más exigente de los cinéfilos puede pedir en una sola película.
MEDIANOCHE EN PARÍS (2011). Dirección y guión: Woody Allen; Fotografía: Darius Khondji; Elenco: Owen Wilson (Gil), Rachel McAdams (Inez), Kathy Bates (Gertrude Stein), Marion Cotillard (Adriana), Adrien Brody (Salvador Dalí).
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