viernes, octubre 15, 2021

“Candela”: formidable ópera prima de Andrés Farías.

Hace unos años, le escuché al salsero panameño Rubén Blades una frase de oro: “El Caribe es un continente emocional”. Candela es la formidable ópera prima de Andrés Farías, uno de los firmantes del manifiesto Caribe Pop, que traza una clara línea estética para las obras que se suscriben a sus preceptos.

Al mejor estilo del Dogma 95 (último movimiento estético conocido del Cine), Candela inicia con la presentación del certificado Caribe Pop y es el mejor indicador de que vamos a sumergirnos en otro mundo, tan distante y tan cercano como nuestra cotidiana ceguera e insensibilidad.

Farías y otros sospechosos habituales firman el manifiesto (Ray Andújar (autor de la novela homónima), Laura Conyedo (coguionista), etc) que reza en sus primeras líneas: “Caribe es ser y estar. Es la catástrofe y la calamidad, el insostenible azar, soportar la realidad y gozarla hasta su molécula última. La línea azul constante como promesa de querer salir del país que te toca porque es corrupto y corrompe.”

Ese ser y estar que define nuestra condición de caribeños es fundamental para adentrarnos en los (sub)mundos de Candela: el prostíbulo como centro neurálgico de todos nuestros universos, el sexo como desahogo existencial ante tanto azar y tanto olvido, todo lo que se oculta detrás de la máscara que la sociedad nos obliga a usar.

 

Sexo, mucho sexo.

Por definición propia, el prostíbulo es el principio y el fin, al alfa y omega de todas nuestras angustias, de todos nuestros pesares. Todo comienza y termina quitándose la ropa y liberando al animal. Todos los planes se urden y se fraguan al calor de un buen trago de ron y con una bachata de fondo.

En ese microcosmos coinciden (el ser y estar condicionante) un poeta, una chica de la alta sociedad, un teniente de la policía y un creador de imágenes. La muerte del poeta desencadena la trama. Y un peligroso huracán se acerca a República Dominicana, atisbando primero, como si no nos sobraran los problemas.

Algún performer desgarra una de esas canciones que nos conducen indefectiblemente al fondo de la botella, y con ella alguna hembra hambrienta que reclama lo que es suyo (o ha sido suyo que, para el caso, es lo mismo), si la naturaleza esquiva del varón lo permite.

La realidad es que, detrás de todo el neón y el ruido, escondemos la vergüenza de no poder saciar al cuerpo que se nos abre de piernas, de no llevar tranquilidad al alma atormentada por un futuro de fingida felicidad y sonrisa de cócteles, excesos de colágeno.

 

Fumando espero.

Ante tanta surrealidad no queda de otra: o explotamos de un infarto (para felicidad de los de siempre) o nos tomamos un cafecito y prendemos un cigarrillo: vamos a esperar por el huracán (acaso perfecto barredor de tristezas, como diría Silvio) que borre los titulares de primera plana si no son de nuestro agrado y que aporte su cuota a esta eterna tragedia de poco pan y mucho circo.

Pero la esperanza es lo último que se pierde y todos jugamos al cansancio y al olvido (de crímenes, de estafas, de amores): prendemos un cigarrillo y que los dioses hagan lo suyo.

Esa omnipresencia del huracán en Candela es permanente recordatorio de nuestra insignificancia: unos puntitos en la totalidad que, a veces, poco importan para el balance final. A propósito de presencias, debo destacar la actuación de Sarah Jorge León: ella se inscribe por talento propio en la élite de nuestras mejores, con un protagónico que no deja lugar a dudas de su talento.

Lo que que resta es señalar a Candela como uno de los mejores estrenos de 2021. Hágase el favor de verla en cines: merece todo el apoyo del público que puede apreciar su indiscutible calidad.

 

Candela (2021). Dirección: Andrés Farías; Guion: Andrés Farías y Laura Conyedo, basado en la novela de Ray Andújar; Fotografía: Saurabh Monga; Edición: Juanjo Cid; Música: Jorge Aragón, Ezel Feliz; Elenco: Sarah Jorge León, Félix Germán, Pepe Sierra.

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