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A propósito, el final (con todo y sus moralejas incluídas) es débil y eso lo sabe Alfonso Rodríguez: debió terminar con una suerte de acento concluyente para esta historia de nuestros días. Humilde sugerencia: se puede sustituir por completo el audio del reporte de noticias por los sub-títulos correspondientes a las fotos actuales de cada personaje. Así se evitaría el inútil esfuerzo de que sus protagonistas aparenten ser mayores.
Yuniol crea un nuevo registro en el cine dominicano: apuesta por la denuncia de los males que padecen los pobres de los barrios del país desde la visión de la gente joven con ganas de triunfar que debe salvar toda clase de obstáculos. Una perspectiva urbana y juvenil: un nuevo registro.
Rodríguez demuestra que es un director valiente y apuesta al talento joven (Frank Perozo, Shalim Ortíz, Hemky Madera y Sharlene Taulé) para que sobre ellos recaiga todo el peso dramático y eso siempre será un riesgo de cara a las probabilidades comerciales del filme y al respaldo que el público puede ofrecer. Explico: cuando no se tiene a un cómico como gancho para atraer más gente, cuando se ha renunciado a la típica comedia que llena las salas de cine, es porque se está claro acerca de las posibilidades de nuestro cine.
Sin renunciar a su carga de entrenimiento (no todo puede ser comedias), Yuniol es un paso de avance para que el público dominicano se acostumbre a la idea de que también se puede denunciar.
También Yuniol nos hace ver que el cine dominicano vive una etapa de madurez en los términos de su realización. Siempre habrá algún aspecto técnico que mejorar (cuestión de recursos) porque estamos muy mal acostumbrados a comparar las criollas a las superproducciones de Hollywood.
Ya hacemos cine con una correción más que apropiada en función de su inversión monetaria. Y sólo ese logro merece el respaldo de todos y todas.