La desaparición de Brigitte Bardot ha suscitado una oleada de emoción en Francia, donde se ha recordado su condición de paradójico icono cultural por haber sido, a la vez, símbolo de la emancipación sexual y crítica con el movimiento feminista.
La
muerte de la que llegó a ser considerada un mito sexual a la altura de Marilyn
Monroe sucedió en su refugio en la exclusiva ciudad balneario de Saint-Tropez,
de la que se había enamorado durante el rodaje de Y Dios creó a la mujer
(1956).
Alrededor
de su mansión, algunos admiradores pegaron fotografías y dejaron flores junto a
las vallas colocadas por la gendarmería para acordonar La Madrague. Asimismo,
algunos vecinos también colocaron ramos de flores en la estatua erigida a la actriz
en Saint-Tropez.
El
rostro de Bardot sirvió, durante los años 60 del siglo pasado, de modelo para
el busto de la Marianne, que simboliza a la República francesa y sus valores de
‘Libertad, Igualdad y Fraternidad’. Hoy en día, numerosos ayuntamientos conservan
esa efigie «a lo Bardot».
La
intérprete de La verdad (1960) y El desprecio (1963) fue
especialmente controvertida en sus posiciones respecto al resurgimiento del
movimiento feminista tras el fenómeno «#MeToo» a partir de 2018. Bardot estimó
entonces que ciertas de las acusaciones contra hombres eran «hipócritas», con
el argumento de que muchas artistas «calientan a los productores para conseguir
un papel».
La
irrupción de Bardot en los años 50 y 60 del siglo pasado supuso una especie de
revolución en aquella Francia conservadora que empezaba a despuntar tras la
Segunda Guerra Mundial.
No solo
por sus papeles en la gran pantalla, en los que destilaba una irrefrenable
sexualidad con un deslumbrante pelo rubio, sino por aparecer como una figura que
podría hoy considerarse ‘antisistema’.
Cineastas
de la talla de Jean-Luc Gordard y François Truffaut, dos cineastas de primer
plano de la ‘Nouvelle Vague’, figuraron entre los que salieron en defensa de
Bardot, siempre atacada por parte de la prensa tradicional francesa.
Tras el
cine, la célebre actriz inició una segunda vida en su activismo en favor de la
protección de los animales. Sus fotos en Canadá denunciando la caza de focas en
los años 70 son todavía célebres. Su combate duró hasta sus últimos meses de
vida.








