miércoles, septiembre 27, 2023

“El Conde”: exquisita sátira de Pablo Larraín.

Augusto Pinochet es un vampiro de 250 años que ha engañado a todo Chile fingiendo su propia muerte y vive retirado en una estancia muy al sur. Se siente orgulloso de haber asesinado algunos rojos en el nombre de la Patria, pero no soporta que le acusen de ladrón. En un rapto de conciencia, decide morirse de verdad y convoca a su familia para tales fines.

Esta es la traviesa premisa de Pablo Larraín en El Conde, una deliciosa sátira que le permite diseccionar, como si de una autopsia se tratara, e inventariar, como si de un juicio de fondo se tratara, las atrocidades y excesos de la dictadura de Pinochet, ahora que se cumplen 50 años del golpe militar contra Salvador Allende.

El tema Pinochet no es ajeno para Larraín: recordemos que le dedicó toda una trilogía a esa dictadura: Tony Manero (2008), Post Mortem (2008) y NO (2012), primer filme chileno nominado al Oscar. Lo que resulta novedoso es el enfoque: desde la sátira, tan efectiva como el drama en términos de denuncia social y que permite una libertad argumental que no conoce límites. Desde Aristófanes, la sátira ha servido y sirve para exponer las barbaridades que los hombres del poder han cometido a lo largo de la Historia, esa que se escribe con mayúsculas.

A ese respecto, el propio Larraín nos comenta: “La sátira es la mejor manera de enfrentarse a él. La sátira es un mecanismo para aproximarse a personajes de esta naturaleza, porque permite verlos y observarlos, pero al mismo tiempo tener la distancia correcta con ellos. Además, la sátira permite circular en el tiempo de una manera fascinante y hacerlo de forma divertida.”

Sigo con Larraín: “La impunidad provoca inmortalidad en el imaginario”. Un dictador que permanece en nuestras vidas por tanto tiempo es un vampiro. En Dominicana tenemos los propios. El dictador/vampiro es una ominosa presencia que invocamos de generación en generación, sin que los nuevos políticos tengan siquiera interés en exorcizar la sociedad de semejante demonio. Esa permanencia le conviene a sus intereses de ser eternos también. Esa permanencia les da luz verde en sus desmedidas ambiciones materiales.

Pinochet, como cualquier buen vampiro, alimentó el miedo a su figura con sangre del pueblo. Pinochet, como cualquier buen depredador, alimentó su ego con el corazón de lo mejor de la juventud de su época de oscuridad. También se vale consumirlos triturados en espesa batida. Otros, fueron lanzados al mar, atados a una barra de acero.

Esa titánica labor de instaurar el orden donde los socialistas han sembrado el caos, no tiene precio. Sin embargo, el erario siempre soporta transferencias bancarias millonarias a otros países. Algunas dejan huellas, para satisfacción de los sabuesos de la justicia nueva, otras simplemente duermen protegidas en Suiza y se convierten en el botín familiar para vivir como príncipes. Un vampiro, en este caso económico, va a chupar todo el flujo de efectivo y oro que le permiten sus privilegios imperiales y va a garantizar sus reservas de rey, por toda la eternidad.

Parecería una maldición bíblica. Y lo es. Ningún vampiro llega a controlar el reino sin la complicidad de los demás chupadores de sangre, a veces disfrazados de mansos corderos para engañar incautos y cobrar el diezmo, que controlan el despertar de las almas.

Otros vampiros explotan los sectores que aportan la mayor riqueza y, de alguna manera, contribuyen con su pinta de sangre (y algunas vírgenes) para hacer del vampiro un ser cada vez más poderoso, más indestructible, más intocable.

En términos de su realización, El Conde nos muestra a un Larraín con absoluto dominio de su oficio de narrador, un director capaz de mantener un ritmo trepidante en su cuento gótico con matices surrealistas. A eso contribuye mucho la fotografía de Edward Lachman (Dp de la trilogía Paraíso, de Ulrich Seidl) y la dirección de arte de Tatiana Maulen. En la parte actoral, Jaime Vadell y Alfredo Castro nos regalan un tour de force absolutamente maravilloso.

El Conde nos seduce como exquisita sátira y brillante ejercicio de creatividad cinematográfica. De los mejores estrenos del año.

 

El Conde (2023). Dirección: Pablo Larraín; Guion: Guillermo Calderón y Pablo Larraín; Fotografía: Edward Lachman; Edición: Sofía Subercaseaux; Elenco: Jaime Vadell, Alfredo Castro, Paula Luchsinger, Gloria Münchmeyer.

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