lunes, septiembre 25, 2023

“Carlos”: la magia de Santana.

El 16 de agosto de 1969, Carlos Santana debutó en el Festival Woodstock y sacudió de tal manera a los asistentes con su mezcla de rock, blues y música africana, que todos lo sintieron como una experiencia religiosa. Y lo fue.

El sonido de la guitarra de Santana es capaz de elevarnos hasta alturas impensadas y calmarnos los demonios en nuestro interior. Era indudable: ese sonido nos unía en un solo ser de luz y paz, y también nos hacía alcanzar el éxtasis del frenesí de los cuerpos sudorosos: lo espiritual y lo pasional en una sola nota.

Carlos, de Rudy Valdez, es un formidable documental que repasa la vida de un guitarrista que puede ufanarse de unir varias generaciones con su música. La clave radica en que el propio Carlos Santana le garantizó total acceso a todos los aspectos de su vida y su carrera, la mayoría muy conocidos por sus fanáticos. Esa es la gran virtud de este filme: Santana pone a disposición del director todos los archivos audiovisuales que posee (incluyendo algunos videos caseros) y, lo más importante, se brinda a una conversación franca entre amigos, al calor de una fogata en el desierto: nada oculta y nada tiene que ocultar.

Carlos Santana es el perfecto ejemplo del “Sí, se puede”: hijo de un músico de mariachi, desde su infancia soñó con alcanzar fama y dinero, pero también con estremecer almas y encaminarlas, como un shamán que nos guía a nuevos mundos, hacia un estadio de equilibrio emocional a través de su música.

Carlos nos muestra aquellos duros inicios en que ser latino en Estados Unidos era un lastre a veces muy pesado (todavía hoy puede ser problema) y este mejicano, orgulloso de sus raíces, lo incluyó como parte de sus raíces musicales. Santana reconoce las influencias que tiene de John Coltrane, Miles Davis y B.B. King, pero también de Javier Bátiz, Mongo Santamaría y Tito Puente, este último el compositor de Oye como va, uno de sus mayores éxitos.

Cuando se viene de la extrema pobreza y se conoce el éxito desbordado de Santana es obvio que se pierde el equilibrio (a veces el juicio). Esa vida de sexo, drogas y rock and roll (todo mezclado y en exceso) solo conduce al nacimiento del mártir. Por suerte, Santana encontró a Sri Chinmoy, maestro de la meditación, quien le orientó por más de una década y le condujo al estadio mental que le permitió producir discos como Caravanserai (1972), una vaina demasiado espiritual para sus sorprendidos fanáticos.

Pero Carlos Santana es el perfecto ejemplo del “Reinventarse sin renunciar a su identidad”: con Supernatural, su premiado álbum de 1999, no solo consiguió el Grammy, como reconocimiento de la industria de la música, sino también la admiración de una nueva generación de oyentes, la gente del nuevo siglo, que no pudieron resistirse al llamado salvaje de su música.

“Magia es cuando tú controlas los elementos para captar el corazón de la gente”, ha dicho el músico. Carlos recoge, de manera muy significativa, lo ocurrido el 22 de agosto de 1982, en Altos de Chavón: apenas arrancó el concierto, Changó abrió de par en par las compuertas del cielo. Pero nadie se inmutó con el aguacero bíblico: todos bailaban hechizados por la música de Santana: eso es magia. Quien suscribe, no podía ni soñar con estar ahí. Tuve que esperar 27 años, hasta el 7 de marzo de 2009 para corear, en ese mismo escenario, su Black Magic Woman.

Y sí: fue una experiencia religiosa.

 

Carlos (2023). Dirección y guion: Rudy Valdez; Fotografía: Rudy Valdez; Edición: Viridiana Lieberman y Sierra Neal; Música: Carlos Santana; Elenco: Carlos Santana, José Santana, Deborah King, Cindy Blackman.

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