lunes, abril 18, 2022

Jacques Tati: reír(nos) de todo y de todos.

(Un axioma: el asueto de Pascua hay que invertirlo en cosas que nos hagan crecer. No se me ocurre mejor manera que estudiar a los Maestros de Cine, ese arte tan esencial para comprender la vida. Uno de sus Maestros del humor es Jacques Tati, brillante cineasta francés que nos entregó un universo absolutamente inimitable.          –José D’Laura.)   

El alemán Frederick Nietzsche, considerado uno de los filósofos esenciales del siglo XIX, sentenció: “El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”. Esta afirmación existencial establece que el humor es, en el fondo, un tipo de catarsis o contraveneno espiritual que hace más soportable la existencia.

El Diccionario Filosófico (1965), de P.F. Rosenthal, define “lo cómico”: categoría de la estética que expresa la disconformidad (total o parcial), históricamente condicionada, de un fenómeno social dado, de la actividad y conducta de las personas, de su mentalidad y costumbres, respecto al curso objetivo de las cosas y al ideal estético de las fuerzas sociales progresivas. La comicidad puede manifestarse de distintas maneras: en la falta de correspondencia entre lo nuevo y lo viejo, entre el contenido y la forma, entre el fin y los medios, entre la acción y las circunstancias, entre la esencia real de una persona y la opinión que ella tenga de sí misma. Los sucesos y figuras cómicos provocan risa, sentimiento de reprobación, etc. La comicidad, por su origen, por su esencia y por su función estética, posee carácter social.

La larga introducción me sirve para presentarles a Jacques Tati, uno de los grandes cineastas del humor mundial, injustamente menospreciado por muchos y desconocido por quienes se decantan por las opciones más fáciles, por las menos exigentes, por la vulgaridad simplona.

Monsieur Hulot es un personaje nacido a partir de su extraordinaria capacidad de observación del mundo y sus “avances” y con un perfil muy particular: impermeable, pipa, paraguas y sombrero, además de su despistada forma de caminar. En esencia, es un mimo que se instaló en el cine sonoro como en casa. 

A partir de su éxito, el señor Hulot se inscribe por derecho propio en la pequeña familia de los grandes personajes del cine mudo: el Charlot de Chaplin, el Pamplinas de Keaton, el Chico de las gafas de Lloyd. Es importante acotar que, a pesar de que Hulot casi no habla, Tati hace uno del sonido como recurso humorístico. Así, el sonido de un tocadiscos que interrumpe la tranquilidad de un hotel (y su consecuente desconexión), los “tiros” de su automóvil o el sonido de una bola de tennis cuando es puesta en juego, son servidos como efectivos elementos de una narrativa que nos conduce al estado de la risa a flor de labios.

Tres filmes fundamentales nos permiten conocer a Monsieur Hulot:

Las vacaciones de Monsieur Hulot (1953), Premio de la Crítica en Cannes.

Los altoparlantes de la estación de abordaje anuncian con un parloteo incomprensible la llegada del tren (obvio antecedente al idioma Minion) y Tati juega al equívoco de las direcciones del tren: cuando los pasajeros hacen fila para abordar en una orilla, el tren aparece por la otra, en una gimnasia que podría repetirse hasta el infinito.

Las vacaciones del título son en un hotel costero y sobresale en Tati la observación de los pequeños detalles y su acentuación para lograr carcajadas: por ejemplo, un perro gran danés que duerme la siesta en medio de la calle e impide transitar a los automóviles. Otro ejemplo, a la entrada del restaurant, el chef parte un trozo de carne acorde con la contextura física de cada comensal que desfila por la puerta.

Mi tío (1958), Premio Especial del Jurado en Cannes y Oscar a la Mejor Película Extranjera, es una necesaria reflexión sobre los procesos de automatización de hogares y fábricas, así como de sus habitantes cotidianos: las familias, los obreros y los empresarios.

Es notable el ingenio de Tati para imaginar cocinas del futuro donde todo se reduce a tocar los interruptores que encienden o apagan complicados equipos, como estufas dignas de módulos lunares (hoy en día forman parte de cualquier cocina modular). En el hogar, puertas y ventanas se accionan a voluntad de sus ocupantes. Lo humorístico se hace visible cuando “pierden el control”, a costa de los ricos que pueden darse semejantes lujos.

En la fábrica, todo es juego, situación a la que se presta perfectamente cualquier cadena de producción: varios obreros transportan una manguera que parece interminable, el operador de turno se distrae y las maquinarias desatendidas se “rebelan” y producen artículos muy distintos para las que fueron diseñadas, echando por tierra la eficiencia de esos centros de trabajo.

Tati fue un auténtico maestro del “caos controlado”, una coreografía grupal en clave de humor que obliga al espectador a bailar con sus personajes favoritos entre la multitud. La clave es que todos tienen su propia narrativa y coreografía, unido a la aventura de compartir un mismo espacio (por ejemplo, una sala de fiestas), que multiplica las posibilidades de equívocos y extravíos, fuente esencial de su humor.

En Play Time (1967), Premio de Plata en el Festival de Moscú, arriesga todo su dinero…y quiebra. Rodada en 70 mm, a un costo de 17 millones de francos, hizo un edificio de cristal donde construyó todos los ambientes que necesitaba, y parte del entorno del edificio también.

En esta comedia, Tati se permite el uso de la cámara estática con un gran plano general y prácticamente ningún primer plano, para permitirle al espectador escoger la historia con la que quiere divertirse.

Y, por supuesto, sus constantes: la burla a los sistemas automatizados cada día menos comprensibles, el sonido inextricable de los parlantes de aeropuertos, escobas eléctricas que presagian aspiradoras, ascensores que nos encierran como trampas, etc.

Con el plano general de una empresa, por ejemplo, nos permite ver todos los cubículos en que trabajan sus burócratas. Perfectamente alineados, estos cubículos a asemejan a archivos verticales (y sirven para tales fines) en los que el elemento humano se reduce a gritos inextricables.

En definitiva, Jacques Tati creó a Monsieur Hulot, un personaje fundamental para el Cine y sentó las bases prácticas para, desde su humor, reflexionar profundamente sobre la condición humana de nuestros días.  


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