viernes, octubre 11, 2024

“La sustancia”: la mortal industria de la belleza.

La industria de la belleza es uno de los negocios más prósperos del mundo. La cosa es simple: debemos ser perfectas Afroditas o comprar productos para serlo. Y la propaganda es continua las 24 horas de todos los días: o somos muy gordos, o muy bajos, o nuestro pelo, o alguna parte de nuestro cuerpo nos impide reclamar el 10 de la perfección. Y terminamos convencidos de que no encajamos con los ideales de belleza del mundo.

Esa enorme presión social se multiplica por dos en el caso de las mujeres y se triplica en el caso de las damas de los medios de comunicación: siempre hay que andar bien puestas, controlar el peso y tratar de prorrogar el natural envejecimiento del cuerpo hasta donde se pueda.

Actrices y comunicadoras son productos a los que la industria de Hollywood les tiene una fecha de vencimiento inexpugnable: 50 años. Es el caso de Elisabeth Sparkle, el personaje protagonista de La sustancia, filme de Coralie Fargeat que, desde su estreno en Cannes, ha provocado todo tipo de reacciones y se ha convertido en uno de los filmes más comentados del año. Sparkle, encarnada por la bellísima actriz Demi Moore (de 62 años, protagonista de muchas de nuestras fantasías, en los tiempos de Ghost), es una actriz a la deriva que se mantiene en el showbizz gracias a un programa de aeróbicos y, al cumplir los 50 años, sabe que sus días están contados.

Sparkle (me sonrío cuando caigo en cuenta que, en inglés, significa “brillar”) recurre a una última esperanza: una sustancia milagrosa con un eslogan poderoso: (“¿Alguna vez has soñado con una mejor versión de ti misma? Más joven. Más bonita. Más perfecta”) y que la convierte en Sue, encarnada por la talentosa actriz Margaret Qualley, la nueva sensación televisiva en Hollywood, capaz de desbordar las pasiones de todos los caballeros que se encuentra a su paso.

Esta nueva forma de aproximarnos a un mal de siglos, que han llamado “body horror film”, tiene antecedentes en filmes como Titane, de Julia Ducornau (Palma de Oro 2021) y Revenge (2017), la ópera prima de Fargeat; y obvias referencias a The Shining (de Kubrick), Carrie (de De Palma), The Fly (de Cronenberg), para mencionar tres. Y, por supuesto, le confiere a su realizadora luz verde para los excesos: mucha sangre, muchas tripas, muchas imágenes pensadas para provocar al espectador, para no dejarlo indiferente ante la experiencia: yo me reí con el atrevimiento, otros se sienten incómodos.

La sustancia se convierte para Fargeat en el mecanismo ideal para estrujarnos en la cara toda la hipocresía de un mundo que cosifica a las mujeres y las mide por su talla, por sus libras, por sus arrugas, por sus errores de vestuario en la alfombra roja. Son muchos años de desmedidas exigencias de corrección para las cineastas también.

Para Fargeat no hay límites y se permite explorar (o explotar) la sensualidad de sus personajes con la típica agresividad masculina. En efecto, hay muchos acercamientos indebidos, mucha carne expuesta, pero en el contexto de un discurso estético, como expresión radical de lo que la propia industria del entretenimiento hace con las mujeres: convertirlas en objetos.

En ese sentido, Fargeat no hace concesiones: siempre traspasa la frontera de los espejos y nos incomoda con su reclamo de justicia: no es posible crear, digerir como fastfood y desechar a cualquier mujer cincuentona, en medio de una sociedad despersonalizadora y que actúa como tribunal disciplinario ante cualquier pedido de clemencia.

La sustancia se proyecta, aún sin proponérselo, como nueva forma del feminismo (al margen de ideologías) en el contexto de la más brutal de las dictaduras: la industria de la belleza ideal y se burla de todos los actores del circo.

Al final, todos queremos ser recordados con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Una estrella que también se deteriora y es depositaria del aplauso, del silencio, del estiércol y del olvido. Ni modo: es el mundo que nos ha tocado vivir.

La sustancia (2024). Dirección y guion: Coralie Fargeat; Fotografía: Benjamin Kracun; Edición: Jerome Eltabet, Coralie Fargeat y Valentin Féron; Música: Raffertie; Elenco: Demi Moore, Margaret Qualley, Dennis Quaid.   

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