jueves, marzo 09, 2023

“Tumba y quema” en el país de los indolentes.

Dominicana tiene “áreas protegidas” que cuentan con muy poca o ninguna protección. Nuestros parques nacionales, ayer y hoy, son explotados con fines agrícolas y ganaderos por los mismos de siempre, gatos para los cuales, parece, no se ha fabricado ningún cascabel.

Tumba y quema es el valioso documental de José María Cabral que pone al descubierto la triste realidad de nuestras áreas protegidas, que pone el dedo sobre la llaga: estamos siendo muy irresponsables con el cuidado a nuestro medioambiente y eso siempre sale muy caro.

Por comisión u omisión, todos somos responsables de lo que sigue pasando. Somos un país de indolentes frente a la madre naturaleza y, de alguna manera, todos pagaremos una factura que no hemos consumido, que ha enriquecido a unos cuantos caciques, de esos que aportan sumas millonarias a las campañas de todos los candidatos.

Tumba y quema es preciso en señalar que mantener por décadas la siembra de aguacates en la Sierra de Bahoruco o sembrar de limoneros todo lo que era el Parque Manolo Tavárez Justo (nombre emblemático, donde los haya) no es obra de pobres campesinos. Detrás de ellos, se ocultan apellidos muy poderosos que poco les importa el daño, casi irreparable, que le hacemos a nuestros parques nacionales con esa insostenible transacción: unos cuantos frutos por toda el agua.

Cabral y su equipo visitan distintos parques nacionales, para ver la práctica del “tumba y quema” que se utiliza para aclarar los bosques y luego usarlos para agricultura y ganadería, haciendo que la deforestación sea un peligro que amenaza con hacer desaparecer nuestras áreas protegidas.

Los nombres pueden variar: Los Haitises, Valle Nuevo (¡ay, cómo duelen tus 41.78 kms² de quemaduras!), Sierra de Bahoruco, José del Carmen Ramírez, Lago Enriquillo. El problema es el mismo: somos indolentes ante la voraz y salvaje ambición de unos cuantos en perjuicio de todos. Y los que buscan llegar cada cuatro años hacen (im)posibles promesas de espejitos que nunca están dispuestos a cumplir. Y, al final del cuento, nos quedamos sin agua, ni espejitos.

Pero, como ya se ha dicho anteriormente, no hay tiempo para ser pesimistas. Por suerte, varios quijotes caribeños mantienen en alto las banderas, vivas las consignas, encendidas las ganas de seguir vivos en esta maravillosa cuna de biodiversidad que, contra todo pronóstico, sigue siendo Dominicana.

Y que conste en acta: esto no se trata se unos contra otros. Se trata de agua. Y sin agua, no estaremos para contarlo ni los unos, ni los otros, todos seremos derrotados por la avaricia, borrados del mapa, como los textos de futuros distópicos. Así de simple, así de complicado: sin agua no hay vida. Punto.

En este punto, Tumba y quema, al igual que Isla de plástico, brinda una que otra alternativa para detener esta actitud de suicidas. Anotación puntual: para todas las soluciones hay que tomar en cuenta a la gente, desde aquellos que venden por limosnas su mano de obra en las lomas, hasta los ostentan nuestra representación en los estamentos de poder. Como siempre, la educación, unida al sentido de lo correcto, es fundamental para lograr buenos resultados. Pero es posible una armoniosa convivencia con nuestros bosques sin ser tan invasivos, sin ser tan destructores. Es posible variar algunos de nuestros hábitos de consumo y consumir solo aquello que aporta, desde siembra hasta que se sirve sobre la mesa.

Para el final dejo lo mejor: José María Cabral ha decidido colgar Tumba y quema en YouTube, de manera gratuita, para que pueda ser apreciado y discutido por todos. En YouTube sólo tienes qus buscar “Tumba y quema documental”. Es otra forma de hacer Patria.

 

Tumba y quema (2023). Dirección y guion: José María Cabral; Fotografía: Hernán Herrera; Edición: Nacho Ruiz; Música: Jorge Magaz; Sonido: Franklin Hernández; Investigación: Alberto Cubillas. 

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