viernes, junio 03, 2016

Nana: excelente debut de Tatiana Fernández Geara.

Insisto con la idea: uno de los mejores referentes para medir la salud de una cinematografía es la cantidad de talentos que debutan como realizadores. Y la calidad que exhiben en sus óperas primas.
En ese sentido, Nana, ópera prima de Tatiana Fernández Geara, es una de las mejores noticias de los últimos meses para el cine dominicano.

Madre sólo hay una.
Pues la verdad es que no. Al igual que cualquier madre, las “nanas” son también manantiales de ternura que desacatan la primera regla de su contrato social: esto es sólo un empleo. Y terminan creando un vínculo afectivo más allá de lo conveniente, de lo sugerido, de lo saludable.
La inversión de cariño es inmensa y apenas retribuida por un salario que escasamente cumple con las expectativas de quien ama sin remedio, de quien cuida por vocación y de quien no conoce otra forma de conquistar el mundo.
Lo primero es señalar la extraordinaria sensibilidad que destila cada fotograma de Nana: se nota que Fernández Geara domina el tema. Lo segundo es celebrar la estupenda selección de “nanas”, un universo que se asume tan variado, aunque con condiciones sociales parecidas: madres solteras de escasos recursos, escasa preparación académica y quienes enfrentan cada amanecer su mayor reto: abandonar sus propios hijos para buscar el sustento de sus familias.
Las escogidas dan rostro y voz a otras tantas que vemos en hogares propios y ajenos, trocando enanos en hombres y mujeres de bien.
Esta buena escogencia, permite hilvanar un lazo dramático con el espectador, que sólo la magia del documental testimonial es capaz de crear. El impacto emocional está garantizado.

No hay nada como el amor de una madre.
Una de las primeras consecuencias que se evidencia en Nana con la separación de las madres que deben trabajar como “nanas” es el hecho de que deben confiar el cuidado de sus propios hijos a las cariñosas tías y abuelas (otras “nanas” con vinculación de sangre) disponibles para llevar a cabo semejante tarea.

Y las “nanas” de contrato y las “nanas” de la familia también aman sin límites de ningún tipo, más allá de cualquier regla. Cuando falta la madre biológica, las “nanas” se convierte naturalmente en madres con igual intensidad en su amor hacia quienes están ayudando a crecer.
Un nuevo “amor de madre” que surge como consecuencia de las diferencias sociales que han marcado el destino de tantas mujeres, de tantas exclusiones sociales injustas, de una sociedad abiertamente discriminatoria.
En el aspecto formal, Nana, exhibe una prístina mirada a todas esas nanas y sus críos, desde la precisión del lente de Fernández Geara, una profesional del Fotoperiodismo que no deja fuera de la receta lo más importante: el elemento del sentimiento.
Nana es uno de los mejores estrenos del año.


Nana (2015). Dirección y fotografía: Tatiana Fernández Gerara; Guión: Tatiana Fernández Geara y Juanjo Cid; Edición: Juanjo Cid; Sonido: Franklin Hernández; Canción: “Madre” de Eladio Romero Santos.   

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