lunes, marzo 16, 2020

Malpaso: inventario de miserias en la frontera.


La frontera es la tierra olvidada por Dios: una franja solo fértil para la discriminación mutua, la intolerancia, la hostilidad. La frontera domínico-haitiana es tierra de desencuentros de culturas y pobrezas, de miserias acumuladas en siglos de salvaje explotación y desgobiernos.
Pero es también territorio en donde sembrar historias llenas de poesía.
Malpaso, nuevo largometraje de Héctor M. Valdez, se alimenta de esas posibilidades de soñar, tomando como partida los elementos surrealistas de la pobreza más brutal, hasta elevarse por encima del lodazal y regalarnos la fantasía: Cándido y Braulio son hijos de un hombre que se enamoró de la mar, que le regaló dos hijos: uno blanco como la luna (Cándido es albino, una maravillosa descripción para su condición) y otro negro como la noche (y los abismos que habrá de conocer): Braulio es la cara dura de la moneda.
Nuestra frontera es el marco del mercado binacional, un frenético desfile de almas que compran y venden de todo, con lo que tiene de terrible esas palabras: de todo.
En el territorio del clerén, un buen trago mañanero es apenas el combustible necesario para perder la inocencia en manos (es un decir) de la más dulce prostituta del sitio (es también un decir). El burdel es el centro de todas las actividades, lícitas o no, desde la prostitución hasta el cobro de impuestos directos a los infelices, impuestos (nunca mejor dicho) a golpe de machete y amenazas.
En Malpaso, todos aspiran a una cuota de poder que les permita un trago, una bachata y una hembra con la cual pasar un buen momento a oscuras.  
Para Cándido (su nombre lo define de cuerpo entero), Malpaso es un buen paso, un escalón más en la búsqueda de su padre (una ausencia presente hasta en sueños) o de una mejor forma de vida, lo que la suerte depare primero.
Por supuesto, en Malpaso los brebajes de bruja son fundamentales en la búsqueda de respuestas a nuestros problemas existenciales. Beber creyendo es alimentar esa ilusión de conocer a su padre, el hombre que se enamoró de la mar.  
Es esa mínima posibilidad de ser y estar mejor lo que permite a Cándido y Braulio sobrevivir en medio de tanta desolación, de tanta hostilidad. Malpaso es una isla dentro de una isla: un monstruo que engendra y engulle a sus hijos, que teje una telaraña de la que pocos pueden escapar.
Y para rematar, ciertas noches “El Arenero” (uno de los primeros títulos del filme) se pasea para llevarse los niños que no se adaptan a este infierno creado por los hombres en la tierra.
Es indudable que la historia que cuenta Malpaso capta toda nuestra atención desde el primer momento. A eso contribuye mucho la magistral fotografía (en blanco y negro) de Juan Carlos Gómez, en uno de los mejores trabajos de la cinematografía dominicana.
Malpaso evidencia el crecimiento como realizador de Héctor M. Valdez, la maduración con una sensibilidad social de quien tiene mucho que contar.
Malpaso es un extraordinario inventario de miserias en la frontera y uno de los mejores filmes dominicanos de 2020.

Malpaso. Dirección: Héctor M. Valdez; Guion: Héctor M. Valdez, David Maler, José R. Alamá, Ángel de la Cruz y José Pastor; Director de Fotografía: Juan Carlos Gómez; Música: Pascal Gaigne; Edición: Rocío Gattinoni, Gilberto Amado; Elenco: Ariel Díaz, Luis Bryan Mesa, Vicente Santos, Pepe Sierra.

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