Irán es una república cuyo sistema político es una teocracia, es decir, que la autoridad política se considera emanada de Dios y es ejercida directamente por un poder religioso. En este tipo de gobierno, siempre se ejerce una férrea disciplina sobre la población y todos deben obedecer ciegamente. Estos gobiernos son particularmente inflexibles con los artistas, a quienes siempre quieren imponer las censuras más severas.
Mohammad
Rasoulof, el director de La semilla del fruto sagrado, es una
víctima del régimen iraní y ha huido de su país tras ser condenado a ocho años
de prisión y flagelación a causa de su cine político. La semilla del fruto sagrado,
Premio Especial del Jurado y Premio FIPRESCI en el Festival de Cannes, fue
rodada en la clandestinidad, inspirada en el movimiento femenino “Mujer, vida y
libertad”, que surgió a raíz de la muerte de Mahsa Amini, en custodia de la
policía.
Es
decir, en occidente un director-productor arriesga una cierta cantidad de
dinero cuando hace una película, Rasoulof puso en riesgo su vida y la de
algunos de sus colaboradores para hacer este filme. Eso naturalmente crea
simpatías hacia el filme y el coraje de los involucrados, pero realmente La semilla
del fruto sagrado es un estupendo thriller social que sirve, además,
como una valiente denuncia de las injusticias que viven los iraníes que
protestan contra el régimen.
Es
importante acotar que Rasoulof ha recibido numerosos premios en los principales
festivales de cine del mundo: en la sección “Una cierta mirada” de Cannes por The
White Meadows (2009), Manuscripts Don’t Burn (2013) y Man
of Integrity (2017). En 2020 se alzó con el Oso de Oro y el premio del
jurado ecuménico en el Festival de Berlín gracias a La vida de los demás, que
también consiguió una mención especial del Jurado en Valladolid.
La
historia de un hombre íntegro, padre de familia y funcionario del régimen
iraní, que es ascendido a juez en momentos en lo que estallan las
manifestaciones de jóvenes y mujeres y la ley se aplica según los mandatos de
los de arriba, es el marco en que Rasoulof siembra sus personajes para
cuestionarlo todo.
Como en
todo régimen represivo, todos deben brindar algún tipo de servicio a la cúpula
en el poder, a cambio de algunas migajas del pastel, de algunos beneficios que
les permitan distanciarse socialmente de la mayoría empobrecida.
Iman,
nuestro personaje central, sabe que es importante estar del lado correcto de la
Historia, pero su certidumbre es devastada cuando en su propio hogar, sus hijas
jóvenes lo cuestionan sobre lo que pasa en las calles y comienza a perder la
confianza en su esposa. Para colmo de males, extravía su pistola asignada y
sabe que eso puede traerle consecuencias funestas con sus superiores.
Para
enterarse de lo que pasa en las calles, hay que consultar fuentes noticiosas
que no estén contraladas por el régimen y sus hijas están conectadas a las
redes sociales. Rasoulof utiliza un genial recurso dramático e integra las
terribles imágenes reales que han dado la vuelta al mundo, convirtiéndonos en
testigos presenciales de primer orden de los radicales niveles de represión que
se sufre en Irán.
Iman y
su familia se convierten entonces en una representación de la sociedad iraní
que se debate entre la tradición que permite todo tipo de violaciones a
derechos fundamentales y los cambios que son necesarios para que no se rompa el
pacto social que permite una frágil paz. Ante el más mínimo atisbo de
emancipación femenina, digamos, dejar de usar el velo, las reacciones son
contundentes. Dejarse ver sin el velo puede conllevar detención, pena de
prisión, multa económica y hasta latigazos.
Rasoulof
hace una radiografía de la sociedad iraní y sus insufribles injusticias a través
de esta familia que, inexpugnablemente, se ve precisada a propiciar cambios.
Esto me lleva a reflexionar sobre su título. La higuera tiene un curiosísimo
proceso de polinización que implica en, todos los casos, la muerte de las
avispas machos. A buen entendedor…
La
semilla del fruto sagrado (2024). Dirección y guion: Mohammad Rasoulof;
Fotografía: Pooyan Aghababaei; Edición: Andrew Bird; Música: Karsan Mahmood;
Elenco: Missagh Zareh, Soheila Golestani, Mahsa Rostami, Setareh Maleki.
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