jueves, diciembre 29, 2022

“Aftersun”: extraordinaria ópera prima de Charlotte Wells.

Si me lo permiten, quiero comenzar esta nota citando a García Márquez: “Recordar es fácil para el que tiene memoria. Olvidar es difícil para el que tiene corazón”.

En Aftersun, íntima pero maravillosa película de Charlotte Wells, Sophie es nuestra protagonista en su afán de tratar de reconstruir, como un rompecabezas, las vacaciones que tuvo con su padre en Turquía, veinte años atrás. Cada frame de los videos que grabaron juntos rebosa de felicidad y armonía entre ellos, cada recuerdo que se abre paso en su memoria, trae consigo un agridulce misterio de sensaciones que llena los espacios en blanco del alma.

Aftersun es el título perfecto para ilustrar eso que llamamos cine sensorial, una película pequeña en la que intuimos, como la niña protagonista, mucho más cosas que las que se muestran en pantalla. O sea, el Arte del Cine es su máxima expresión: el espectador reinterpreta los elementos de la propuesta dramática acorde a sus habilidades y hasta su historia personal.

Para cualquier niña de 11 años, su tierno padre es un superhéroe, un hombre de 130 años que tiene las respuestas a todas sus preguntas. La realidad la sabemos todos: en realidad, no existe un manual para ser buen padre y, de alguna manera, todos improvisamos nuevas fórmulas de felicidad, tratando de no morir en el intento. De alguna manera, tratamos de no heredarles nuestros miedos, nuestros temores, nuestras eternas dudas sobre nuestro desempeño, pero nada detiene la rueda del tiempo. Y como nunca nos vamos del todo, después de haber estado, ellos crecen y, con suerte, repiten la misma experiencia por ellos mismos. Retratar esos fantasmas, esas lágrimas de desconcierto es el auténtico milagro de Aftersun.

Wells ha contado con colaboradores de lujo para inventariar ese desasosiego: la radiante debutante Frankie Corio y el magnífico Paul Mescal, en un maravilloso concierto de actuación orgánica, con un timing de ternura que raya en lo perfecto.

Y si el guion de Welles funciona como inventario, la clave de esa efectividad descansa en cómo sirve cada imagen, cada recuerdo para que acompañemos a Sophie en la organización de las piezas, teniendo en cuenta que las texturas de esas imágenes van asociadas a un estado de ánimo, a una leve sensación de libertad o un dulce bloqueo del dolor.

La frase de García Márquez con la que inicio esta nota viene a cuento porque esa reconstrucción de las historias se hace a partir de los recuerdos, muchas veces enturbiados ya sea por los virus con los que el olvido ataca esa frágil frontera, ya sea porque todo puede pertenecer a un universo paralelo, producto de la carga energética (positiva o negativa) de la memoria.

Pero que nadie se llene de pánico, Aftersun es una película pletórica de sonrisas y complicidades, de una extraña luminosidad, pero también triste y conmovedora cuando tiene que serlo. Una compleja mezcla de sensaciones que llevan al espectador por cada estadio de una relación padre-hija en cualquier parte del mundo, de ahí su validez universal.

Desde su estreno en la Semana de la Crítica en Cannes, donde obtuvo el Premio French Touch, Aftersun ha recibido un alud de distinciones: 8 Premios Bifa (incluyendo mejor película), Premio Gotham a la mejor dirección, #1 de Sight & Sound, #1 de IndieWire, #2 de TIME, #3 de Film Comment, Premio NBR a la mejor dirección novel, mejor ópera prima para NYFCC, 5 nominaciones a los Premios Spirit y un larguísimo etcétera.

Odio utilizar este argumento (hasta cuando me es útil, como ahora): tanta gente no puede estar equivocada, Aftersun es uno de los mejores estrenos de 2022. Punto.

 

Aftersun (2022). Dirección y guion: Charlotte Wells; Fotografía: Gregory Oke; Edición: Blair McClendon; Música: Oliver Coates; Elenco: Frankie Corio, Paul Mescal.

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