Alfonso
Cuarón es un chilango que tomó por
asalto el mundo del cine desde que filmó Y tu mamá también (2001), su cuarto
largometraje. Todos sabemos que forma parte de una generación de brillantes
cineastas quienes, por variadas razones, han debido abandonar el México de sus
amores para brillar en el firmamento internacional.
De hecho, el
propio Cuarón se convirtió en el primer director mexicano en ganar el Oscar con
Gravity
(2013), algo que luego han logrado Alejandro G. Iñárritu, por Birdman
(2014) y El renacido (2015); y Guillermo del Toro por La forma del agua (2017).
ROMA es la vuelta a su México querido, a
los olores, a los sabores, a los colores de su infancia en la Colonia Roma.
“Colonia” es una acepción más apropiada para lo que en Dominicana llamamos
“barrio”: un sector de la ciudad que tiene su propio tiempo y su caos propio.
Ese viaje de
vuelta es una montaña rusa emotiva porque supone el reencuentro con las cosas
vitales que han marcado su carácter, que han definido su vida, como nos debe
suceder a todos cuando regresamos al barrio que nos vio crecer, o al campito en
que soñábamos con ser alguien en la vida.
La ventaja
de volver de Cuarón es que lo hace en pleno dominio de su oficio de guionista y
director y con las ganas de contarlo todo y de contarlo bien.
La impronta Neorrealista.
El
Neorrealismo Italiano ha marcado una profunda huella en el cine
latinoamericano. Desde aquellos primeros cineastas que bebieron de la fuente de
Cinecittá: García Márquez, Guitérrez-Alea y Glauber Rocha, por mencionar
algunos, hasta Alfonso Cuarón.
Esa poética
perspectiva del barrio de su infancia, ROMA, ese retratar sus paredes con sus
texturas, con sus matices, con sus contrastes y con tanta mierda de perro, tiene
su origen en el neorrealismo.
Esa
permanente lucha de clases en que la servidumbre habla en mixteco (idioma que
no entienden los patrones, ni nosotros tampoco) acaso como manera de rebeldía
frente a la opresión que sufren todos los días, desde hace siglos, en cualquier
circunstancia.
Y la
elección protagónica de Yalitza Aparicio, quien por no saber, no sabía ni
siquiera quién era Alfonso Cuarón. Pura técnica neorrealista: ella no tiene que
“actuar”, ella, en esencia, “es” su personaje y deja físicamente demostrado que
está en perfecto equilibrio.
El método Malick.
Uno de los
tres mejores realizadores del cine contemporáneo es el norteamericano Terrence
Malick. Malick ha construido una obra formidable a partir de ciertos conceptos
que aplica con precisión de relojero suizo. Uno de ellos, por ejemplo, es
(des)orientar a sus actores por las indicaciones que da de sus personajes, eso
cuando proporciona alguna información que les permita a sus colaboradores
enterarse de qué va la escena o cuáles son sus diálogos.
Lo que se
quiere lograr es que las actuaciones resulten lo más “orgánicas” que sea
posible y que los actores (profesionales o no) abandonen su zona de confort
para adentrarse en las dulces corrientes de las sensaciones a flor de piel.
Nadie leyó el
guion completo de ROMA. Y nadie sabía cómo iba a interactuar su personaje con los
demás. De hecho, muchos de los diálogos de una misma escena cambiaban de toma
en toma, tornando aquello en una aventura sensorial para actrices con mucha
formación (como Marina de Tavira, a quien se le pidió olvidar toda su
domesticación académica), hasta Yalitza Aparicio, quien, en su magnífica
caracterización de Cleo, ha logrado una de las actuaciones más extraordinarias
del 2018 y no me sorprendería que sea nominada al Oscar de Hollywood. Otro caso
latinoamericano en esa línea es el de la peruana Magaly Solier, ese gran
descubrimiento de la película Madeinusa (2005, Claudia Llosa).
Composición de contrastes.
Se sabe que
Emmnauel Lubezki, ganador del Oscar por Gravedad (2013), Birdman
(2014) y El renacido (2015) iba a ser el DP de ROMA. Otros compromisos
lo apartaron del proyecto y el propio Cuarón tomó las riendas de ese
departamento.
El
resultado es casi perfecto: Cuarón logra estar siempre prístinamente iluminado
para unas composiciones de contrastes extraordinarios: por un lado, una familia
comienza a lidiar con el trauma del divorcio mientras en el fondo una pareja
contrae matrimonio, con mariachi incluido; Por un lado, se celebra la vida con
la compra de una cuna, mientras en el fondo los estudiantes se juegan la vida,
literalmente, contra los bandidos de siempre, pistoleros a sueldo incluídos; En
un nivel, los patrones celebran la Navidad, escuchando a Yvonne Elliman (¿con Jesucristo
Superstar?) y disfrazándose de cualquier cosa, usando la máscara que
mejor le convenga para ocultar sus oscuras intenciones, mientras, dos pisos más
abajo, la servidumbre bebe para ahogar sus penas, pero en una atmósfera de
indudable autenticidad.
El uso de
la banda sonora para activar nuestra memoria emocional de la infancia no puede
ser más efectiva: desde las canciones de Leo Dan, Rocío Durcal, José José y
Javier Solís (por mencionar algunos) hasta el brillante trabajo de captura y
reconstrucción del sonido de nuestras calles, con sus ruidos y sus vendedores
ambulantes. El oasis sonoro está compuesto por música “de muertos” (en el
carro) y la lectura de las siempre morbosas noticas del día.
ROMA es el centro del universo.
Al final,
el mar siempre opera como elemento de purificación. Hace 50 años, el poeta Serrat
cantaba eso de “Y si te toca llorar es mejor frente al mar”. ROMA
cumple a cabalidad con esta regla dramática. (El fuego, otro elemento
purificador, ya había sido consumido en la escena del bosque en llamas,
mientras los irresponsables de siempre cantan en lenguas y, de seguro, piensan
en contratar a expertos en manejo de crisis.)
Por
supuesto, la mierda de perro seguirá estando ahí y nos molesta. Lo mismo
podríamos decir de la corrupción gubernamental, de la doble moral de nuestra
sociedad, de la pobreza que condena a nuestra gente, y tampoco hacemos nada
para cambiar esa realidad. Esta última línea parece un comentario político. Y
lo es.
ROMA
(2018). Dirección, guion, fotografía: Alfonso Cuarón; Música:
Steven Price; Edición: Alfonso Cuarón y Adam Gough; Elenco: Yalitza Aparicio,
Marina de Tavira, Jorge Antonio Guerrero.
Magnifico análisis.
ResponderBorrarGracias José, voy a pausar la vida, y mirar críticamente esta obra, que planteas con conocimiento para un curioso como yo
ResponderBorrarGracias José, voy a pausar la vida, y mirar críticamente esta obra, que planteas con conocimiento para un curioso como yo
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