Como en una
película de Godard, la vida de Victoria Linares Villegas dio un giro de 180
grados, cuando una conversación cualquiera le regaló un punto de giro
inmejorable: entre sus ancestros alguien había abrazado la libertad de ser y,
por si fuera poco, ejerció el oficio de cineasta: Oscar Torres.
La mención
de Jean-Luc Godard no es gratuita: Linares Villegas es una rara avis de la fauna local que conoce la esencia del Maestro
francés y lo aprecia en todo su valor. Lo menciono porque quien conoce el cine
de Godard, puede percibir sus evidentes influencias en Lo que se hereda.
Hacer Cine
desde las entrañas.
Una cosa es
hacer películas y otra muy distinta hacer Cine, de ese que se escribe con
mayúsculas. Linares Villegas se entrega en cuerpo y alma a un proyecto que,
para colmo, desafió las tremendas limitantes de la pandemia del covid 19. Una
aventura hacia lo desconocido para la que contó con cómplices envidiables: su
familia.
En efecto,
reconstruir a partir de la evidencia encontrada la vida de Oscar Torres, primer
director dominicano de cine que se destacó en el extranjero (bastaría recordar Realengo
18, rodada en Cuba conjuntamente con Eduardo Manet), un referente de
sensibilidad social que no ha sido conocido como se merece por los dominicanos.
Torres se vio obligado a renunciar a muchas cosas a lo largo de su vida: a la comprensión
de sus lectores a las crónicas que publicaba en El Caribe, a la
aceptación de sus cercanos a su preferencia sexual, a la tolerancia de la
Revolución Cubana en plena campaña de lanzamiento de las Umap, y un larguísimo
etcétera.
Ese proceso
de reconstrucción, es una catarsis que Linares Villegas aprovecha para
reflexionar sobre el camino que ella misma ha transitado, a contracorriente de
proyecciones ajenas desvinculadas de los deseos propios. Un estadio que le
permite reflexionar sobre su condición de mujer y cineasta, de ser y estar
inmersa en el mundo de las falsedades a 24 por segundo.
Vuelvo a
Godard y su influencia: dos fotos, una de Oscar y otra de Victoria (sí ombe,
vamos a llamarlos por sus nombres y renunciar a toda formalidad, que ya son de
confianza). Es posible, más allá de las pruebas de ADN, fundir sus pedazos para
lograr un nuevo modelo, que prescinde de estereotipos y clasificaciones (y
calificaciones) discriminatorias. Todo con un montaje godardiano que hace
trizas las argumentaciones estériles y los secretos mejor guardados.
Ese montaje
disruptivo tiene sus pausas, no todo es huracán. También está el mar Caribe como
espejo de soledades, como líquida zona de confort frente a tanta incertidumbre,
cámara en mano puede ser un lienzo disponible para soñar utopías.
Lo que se hereda, como documento cinematográfico, es
un valioso ejercicio de plenitud en la satisfacción del deber cumplido, una
epifanía de la Victoria, alejada (por suerte) de todo sustrato religioso: la
vaina es personal contra el “no se puede”, contra el “deja eso así”, contra el “no
toques esa tecla”. El más duro mentís contra aquellos que nunca creyeron en la tarea
de conquistar el cielo o en la maravillosa posibilidad de esculpir en el tiempo
(como diría Tarkovski) y librar una lucha cuerpo a cuerpo contra el olvido. Para
los más escépticos, como a las vírgenes de yeso, un bate puede hacerles entrar
en razón.
Lo que se
hereda (2022). Dirección y guion: Victoria Linares Villegas; Fotografía:
Francisca Sáez Agurto; Edición: Melisa Miranda Ulloa; Elenco: Victoria Linares
Villegas, Oscar Torres, Milvio Linares, Amarilis Villegas, Stephany Liriano.
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