Páginas

viernes, septiembre 16, 2022

“Lo que se hereda”: la epifanía de Victoria Linares Villegas.

No es nada fácil ser la oveja cineasta de la familia. Y eso apenas es la punta del iceberg. El maldito bullying criollo hará lo suyo, como a la arepa: candela por arriba, candela por abajo, si no te conviertes en lo que tu familia y la sociedad despersonalizadora quieren: en nada, en un bagazo que se ahoga en su tristeza y sonríe para las fotos de Instagram.

Como en una película de Godard, la vida de Victoria Linares Villegas dio un giro de 180 grados, cuando una conversación cualquiera le regaló un punto de giro inmejorable: entre sus ancestros alguien había abrazado la libertad de ser y, por si fuera poco, ejerció el oficio de cineasta: Oscar Torres.

La mención de Jean-Luc Godard no es gratuita: Linares Villegas es una rara avis de la fauna local que conoce la esencia del Maestro francés y lo aprecia en todo su valor. Lo menciono porque quien conoce el cine de Godard, puede percibir sus evidentes influencias en Lo que se hereda.

 

Hacer Cine desde las entrañas.

Una cosa es hacer películas y otra muy distinta hacer Cine, de ese que se escribe con mayúsculas. Linares Villegas se entrega en cuerpo y alma a un proyecto que, para colmo, desafió las tremendas limitantes de la pandemia del covid 19. Una aventura hacia lo desconocido para la que contó con cómplices envidiables: su familia.

En efecto, reconstruir a partir de la evidencia encontrada la vida de Oscar Torres, primer director dominicano de cine que se destacó en el extranjero (bastaría recordar Realengo 18, rodada en Cuba conjuntamente con Eduardo Manet), un referente de sensibilidad social que no ha sido conocido como se merece por los dominicanos. Torres se vio obligado a renunciar a muchas cosas a lo largo de su vida: a la comprensión de sus lectores a las crónicas que publicaba en El Caribe, a la aceptación de sus cercanos a su preferencia sexual, a la tolerancia de la Revolución Cubana en plena campaña de lanzamiento de las Umap, y un larguísimo etcétera.

Ese proceso de reconstrucción, es una catarsis que Linares Villegas aprovecha para reflexionar sobre el camino que ella misma ha transitado, a contracorriente de proyecciones ajenas desvinculadas de los deseos propios. Un estadio que le permite reflexionar sobre su condición de mujer y cineasta, de ser y estar inmersa en el mundo de las falsedades a 24 por segundo.

Vuelvo a Godard y su influencia: dos fotos, una de Oscar y otra de Victoria (sí ombe, vamos a llamarlos por sus nombres y renunciar a toda formalidad, que ya son de confianza). Es posible, más allá de las pruebas de ADN, fundir sus pedazos para lograr un nuevo modelo, que prescinde de estereotipos y clasificaciones (y calificaciones) discriminatorias. Todo con un montaje godardiano que hace trizas las argumentaciones estériles y los secretos mejor guardados.

Ese montaje disruptivo tiene sus pausas, no todo es huracán. También está el mar Caribe como espejo de soledades, como líquida zona de confort frente a tanta incertidumbre, cámara en mano puede ser un lienzo disponible para soñar utopías.

Lo que se hereda, como documento cinematográfico, es un valioso ejercicio de plenitud en la satisfacción del deber cumplido, una epifanía de la Victoria, alejada (por suerte) de todo sustrato religioso: la vaina es personal contra el “no se puede”, contra el “deja eso así”, contra el “no toques esa tecla”. El más duro mentís contra aquellos que nunca creyeron en la tarea de conquistar el cielo o en la maravillosa posibilidad de esculpir en el tiempo (como diría Tarkovski) y librar una lucha cuerpo a cuerpo contra el olvido. Para los más escépticos, como a las vírgenes de yeso, un bate puede hacerles entrar en razón.

Lo que se hereda (2022). Dirección y guion: Victoria Linares Villegas; Fotografía: Francisca Sáez Agurto; Edición: Melisa Miranda Ulloa; Elenco: Victoria Linares Villegas, Oscar Torres, Milvio Linares, Amarilis Villegas, Stephany Liriano.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario