El origen
de Rafaela
es un cortometraje de Judith Rodríguez, quien ha evolucionado de forma continua,
hasta convertirse en una de nuestras mejores actrices. Ella encarna a esta
líder de pandilla que sobrevive a las duras calles de Capotillo y que tiene sus
propios problemas: viene de una familia disfuncional con madre adicta y sufre
su indefinida orientación sexual.
Desde esta
óptica, Rafaela es un solo
vehicle para el lucimiento de las dotes histriónicas de Rodríguez y, en
efecto, ella brilla en cada fotograma del filme, por encima incluso del
desasosiego que nos siembra en el cuerpo las impactantes imágenes de este
barrio de Santo Domingo.
Como en
cualquiera de nuestros barrios, en Capotillo la ley del más fuerte (o mejor
armado) es la que impera como razón. El microtráfico y los asaltos a cualquier
hora dejan de ser percepción de burócratas para estallar ante nuestros ojos
como parte del paisaje. Al margen de los colores y los sabores, únicos en sus
múltiples formas, también hay un lado oscuro que viene en el todo incluido que
funciona como contrato social cuando vives en esta nueva zona de guerra contra
todos: contra las otras bandas, contra la policía corrupta, contra la sociedad
indiferente.
Rafaela funciona como radiografía de esa
atmósfera envolvente, asfixiante para los más débiles, para aquellos que se
dejan devorar por las adicciones o la ambición desmedida, males que tejen un
círculo vicioso que cobra vidas. Muchas vidas, de inocentes de toda culpa y de
culpables de todos los excesos.
Como
evidencia de que Rafaela es una forma de hacer cine que muchos de nuestros
cineastas pueden (y deben) intentar, está el hecho de que ganó el concurso
Primera Mirada del Festival de Panamá y tuvo su estreno mundial en el Festival
de La India, uno de los más importantes del mundo. Es decir, el reconocimiento
nos llega de afuera, logrado en transparente competencia.
Lo que le
falta a Rafaela es superar algunas premisas que se sienten como baches
en un guion que, por ratos, se percibe como una colección de clichés del bajo
mundo, o como una serie de episodios que no desarrollan todo el potencial de su
arco dramático, algo muy común en la mayoría de los dramas de nuestro cine.
Se
agradece, eso sí, esa aproximación cruda al drama del barrio, un escenario que
puede proporcionar tantas historias como personajes lo habitan, como ya lo han
demostrado otras cinematografías latinoamericanas, desde Los olvidados (1950) hasta
Ciudad
de Dios (2002). Porque lo que importa es que Rafaela es un espejo de
esta compleja realidad que nos ha tocado vivir, una realidad enmarcada entre la
fugacidad del respiro y el fogonazo del disparo.
Rafaela
(2021). Dirección: Tito Rodríguez; Guion: Cristian Mojica; Fotografía: Oliver
Mota; Edición: Ramón Alfonso Peña, Tito Rodríguez; Música: Federico López
Schaper; Elenco: Judith Rodríguez, Manuel Raposo, Lucas Marte.
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